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Quedarse en casa

Quedarse en casa, la clave de todo. (Foto: La Sexta)

RESISTIRÉ

#DiadelPadre, los recuerdos de confinamientos en tiempos recios

Un día muy especial con silencio sepulcral en la jornada de fuego y vida en Valencia, el himno de "Resistiré", la España de los Balcones que emerge con fuerza, y recuerdos de padres y abuelos que vivieron otros confinamientos.

Hechosdehoy / Juan Araluce Letamendía

Cuando estalló la guerra civil española no había pasado todavía un mes del día en que me padre cumplió dieciocho años.  Vivía en Getxo, cerca de Bilbao, con su familia.  Era el pequeño y único varón de cuatro hermanos.  Sus padres habían ido a pasar unos días a Lecumberri, al pie de la sierra de Aralar,  por esas cosas que se hacían antes de cambio de aires por razones de salud.  El 18 de julio del 36 les pilló por tanto en Navarra, “zona nacional”.  Mientras sus cuatro hijos quedaban separados de sus padres en Bilbao, “zona republicana”. 

Los primeros días de la contienda mis abuelos se trasladaron a Vitoria para estar más más cerca de sus hijos, aunque les separaba la infranqueable línea del frente.  Al poco tiempo mi abuelo Gonzalo murió y mi abuela se quedó sola y separada de sus hijos.

Con toda probabilidad, mi padre con dieciocho años sería movilizado por el gobierno republicano para ir al frente.  Por razones de conciencia pensó que era su deber evitarlo. Me contó que mandó recado por medio de una de sus hermanas al párroco de la vecina iglesia de San Ignacio para que le dijera qué debía hacer en el caso de que le descubrieran y le movilizaran: negarse y correr el riesgo de ser fusilado o ir al frente y hacer allí lo que pudiera… A mí siempre me ha llamado la atención esta finura de conciencia en un chico de 18 años.

Para que no le localizaran hicieron en su casa un agujero en el suelo del salón que comunicaba con una antigua carbonera que ya no se utilizaba.  Para tapar la entrada al refugio pusieron una alfombra y encima colocaron un sofá. Solamente salía del agujero algunas horas por las noches para hablar un poco con sus hermanas y estirar las piernas.  Una vez entraron en la casa unos milicianos, preguntando por mi padre.  Sus hermanas le contaron que a principios de julio se había ido de vacaciones fuera de Bilbao y que desde que comenzó la guerra no sabían nada de él.  Antes de irse, requisaron una colección de prismáticos que tenía la familia y alguna cosa más.

En esta reclusión pasó casi un año, hasta junio de 1937 en que las tropas del bando nacional entraron en Bilbao.  Ese día salió de su agujero para incorporarse a un tercio de requetés e ir al frente de batalla hasta que terminó la guerra dos años más tarde.

Me contó que a un conocido suyo le llamaron también para incorporarse a filas.  Antes de salir su familia le dio algo de dinero.  Como tenía tal miedo de ir al frente, alquiló una habitación en una pensión de Bilbao y estuvo ahí encerrado hasta que se le acabó el dinero. No sé cómo acabó la historia.  Me imagino que le echarían de la pensión y le reclutarían a la fuerza…

Hoy como ayer hay comportamientos para todos los gustos. Estos días de enclaustramiento forzoso me han venido a la cabeza estos recuerdos de reclusiones de la época de nuestros padres y abuelos. Para tiempos recios, aquellos.


 


Juan Araluce Letamendía es presidente del Consejo Editorial de Hechos de Hoy (part of MEDIA WORLD, la alianza de Periodismo de Calidad).

 

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