1.
Todo parecía claro y explicable. Comenzó aquel domingo de agosto en Ultramort, un pequeño pueblo en el interior del Bajo Ampurdán, por el que se pasa cuando se toma la carretera C-252 que va de La Bisbal a Figueres. El nombre ya es particular. Significa “más allá de la muerte” en latín, aunque su nombre en el siglo XI fuera Vulturis Mortui, también latín y en alusión a los buitres muertos, algo truculento y desde luego menos “postrimero” que el nombre actual.
Ultramort tiene sólo 200 habitantes y está erigido sobre una loma que domina tierras desecadas entre los ríos Ter y Daró, que antes fueron una laguna y ahora son de cultivo. En el siglo XIV el pueblo pasó a manos del Castillo de Rupiá, propiedad de los obispos de Girona. En la actualidad es un municipio independiente, dentro del “Baix Empordá”.
Aquel domingo hacía mucho calor, un calor bochornoso típico del mes de agosto, cuando soplan los vientos húmedos del mar. Una cincuentena de personas se resguardaban del calor dentro de la iglesia de Santa Eulalia y de paso seguían la misa. Oficiaba Mosén Jaume Masclans, hijo de Mariano Masclans, el cacique del pueblo, porque era quien más tierras de cultivo poseía y daba trabajo a buena parte de los pocos mozos jóvenes que quedaban, además de a algunos inmigrantes marroquíes.
Mariano Masclans sólo tenía un hijo y no le gustó nada que se metiera a cura. Pero Jaume no se dejó disuadir y perseveró. Todo el mundo en el pueblo le quería y le respetaba, porque era un cura atípico. Hablaba muy poco de moral sexual, de represión de los pecados carnales, pero hablaba mucho de amor, de tolerancia, de perdón, de entrega a los demás, de compartir los bienes con los pobres. Su fe en el mensaje cristiano se la dictaba la razón, solía decir.
En plena misa se abre de repente el portón e irrumpe Said Kaddouri, enfurecido y rojo de ira. Señala a Mosén Jaume y grita ante todos los asistentes: “¡Este hombre es un traidor a su religión y un pecador a los ojos de Alá. Ha seducido a mi hermana Jalima y pagará por este crimen!” Acto seguido da media vuelta y desaparece, antes de que ni el cura interpelado ni los asistentes puedan reaccionar.
Mosén Jaume, pálido pero entero, se dirige a los fieles pidiendo silencio. “Yo no he seducido a nadie, Dios es mi testigo. Yo perdono a este muchacho que está ofuscado por una reacción de ira, pero sin fundamento alguno. Sus creencias religiosas y su cultura, tan obsesionada con el sexo como la nuestra, le han impulsado a actuar en defensa del honor familiar sólo por falsas suposiciones, basadas seguramente en que alguien vio a esta muchacha, Jalima, arrodillada en el confesionario. Yo le di buenos consejos y esto no es seducir.”
Seguidamente el cura se dispone a concluir la parte pendiente de la misa, mientras muchos asistentes, visiblemente alterados, abandonan la iglesia.
2.
Jalima Kaddouri tiene 20 años y es una belleza. Trabaja como empleada doméstica en la casa pairal de Mariano Masclans. Su padre, Mustafá Kaddouri, es el albañil que mejor conoce su oficio en la zona, lleva 15 años en Ultramort y tiene una pequeña empresa de construcción. Su hijo Said trabaja con él. Su socio es Abdul Tahiri, un cuarentón de Tetuán, casado con Fatima, la hermana de Mustafá. Abdul es conocido por su devoción musulmana a rajatabla y no oculta sus simpatías por el Estado Islámico.
Abdul está prendado de Jalima, a la que desea pese al vínculo familiar. Pero ella siempre le rechaza. Porque Jalima ama en secreto a Mosén Jaume, el cura del pueblo. Desde que lo vió en casa del cacique Masclans y luego en la fiesta mayor. Cuando oyó su voz al saludarla supo que no habría otro hombre en su vida, a pesar de todas las barreras que se interponían.
Se había hecho la encontradiza varias veces con él, llevando siempre su pelo cubierto con un pañuelo. Pero Mosén Jaume simplemente era amable con ella y le daba algo de conversación. Ella no se atrevía a confesarle su enamoramiento, pero su mirada ya lo decía todo.
Mustafá veía a su hija como ausente y desinteresada de varios jóvenes musulmanes que la querían cortejar. Un día Jalima no aguanta más y le confiesa a Mosén Jaume su amor por él en el confesionario, al que acude al anochecer y vestida con ropa occidental. El cura le dice serenamente que amar no es ningún pecado. Pero que debe respetar sus votos y tratar de buscarse una pareja libre que la quiera, sea musulmán, cristiano o no creyente.
Jalima se lo promete, pero no puede cumplirlo. Su padre, Mustafá, la presiona mucho y ella acaba contándole su pasión por el cura de Ultramort, aunque no sea correspondida. Mustafá monta en cólera y la amenaza con el Corán en la mano, diciéndole que no se cree su versión. Luego le prohíbe salir de casa y le ordena que alegue una indisposición para faltar al trabajo en casa Masclans.
Entonces Mustafá convoca consejo de familia con su hijo Said y su cuñado Abdul y deciden castigar al sacerdote infiel, por haber seducido – convencidos como están de ello – a la bella Jalima. También deciden que deben restaurar el honor de la familia y aplicarle la Sharia a Jalima.
3.
El incidente de la iglesia y el escándalo se propagan por Ultramort como un reguero de pólvora. Mariano Masclans, el padre del cura, lo convoca rápidamente en su casa al día siguiente por la noche.
Jaume, lo sucedido es muy grave y te perjudica a ti y a toda la familia. La gente ya murmura y desconfía totalmente de tus explicaciones. Espero que a tu padre le cuentes la verdad.
Padre, lamento mucho lo sucedido, pero soy totalmente inocente. La verdad es lo que dije públicamente en la iglesia. Sólo omití contar lo que me confesó Jalima, porque aunque ella no es cristiana, se acercó al confesionario y su confesión me vincula igualmente como la de cualquier otro.
Si es como dices, hijo, exigiré a Mustafá y a su hijo que se disculpen públicamente. Si no lo hacen, no podrán trabajar para mí y además deberé despedir a Jalima.
Te ruego, Padre, que no hagas nada y no intervengas. Aún empeorarías las cosas. Yo me encargo de hablar con Mustafá y con Jalima.
Mosén Jaume se levanta bruscamente y abandona la casa, dejando a su padre con la palabra en la boca. Cuando se está alejando de la casa paterna, situada en lo alto de una pequeña colina, salen dos sombras enmascaradas a su encuentro, armadas con gruesos bastones. Arremeten contra él en la oscuridad del callejón y le dejan tendido, después de darle una paliza.
El cura abandona el hospital de La Bisbal cuatro días después, milagrosamente recuperado, aunque con un brazo en cabestrillo y apoyándose en una muleta para caminar. Mariano Masclans había llamado a los Mossos d’Esquadra, quienes detuvieron a Said, pero lo tuvieron que soltar por falta de pruebas. Interrogaron a Mustafá y a Jalima, que estaba aterrorizada. Sin resultados.
4.
Al domingo siguiente Mosén Jaume acude a la iglesia para oficiar la misa de las 10h. El templo está abarrotado, más por morbo que por devoción. Cuando sale de la sacristía hacia el altar la gente le aplaude, pero él pide silencio y comienza a oficiar. No se oye una mosca.
Cuando llega a la homilía dice: “Todos sabéis lo que ha pasado. Perdono de todo corazón a los que me han calumniado y a los que me han pegado, sean quienes sean. Debemos aprender a dominar nuestros impulsos, nuestras pasiones. Debemos combatir el fanatismo y el oscurantismo con tolerancia y amor. Y eso se aplica por igual a musulmanes y cristianos. Que al final todos somos de una sola familia, aquejada por los mismos males a través de la Historia.
Quizá el nombre de nuestro pueblo, Ultramort, sea premonitorio para recordarnos que más allá de la muerte hay vida, más allá de la violencia hay paz, más allá de la mentira hay verdad, más allá de …
Entonces suena el móvil en su bolsillo (que siempre solía apagar para decir misa). Como presagiando algo lo saca y contesta. Una voz gutural: “Padre Jaume, yo le amenacé, pero no le ataqué ni le pegué. Siento todo lo que ha ocurrido. Mi hermana está en peligro. Abdul y sus amigos quieren aplicar la Sharia. Ayúdela. Se la han llevado a la Riera, detrás del cañaveral.” Corta la comunicación.
Mosén Jaume agarra su muleta y sale a toda prisa. Monta en su coche y baja hasta la Riera, a pocos kilómetros. Allí les ve. Jalima está sentada en el suelo y atada. Tiene marcas de sangre en la cara y en la cabeza. Se oyen chasquidos secos. El cura sale del coche y grita: “¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!” Su voz es firme y majestuosa. Los hombres se detienen como paralizados. La policía llega en ese momento …
Al día siguiente el Obispado de Girona releva a Mosén Jaume y le asigna un nuevo destino, muy lejos de Ultramort, el pueblo que en un tiempo muy lejano también se llamó “Buitres Muertos”.