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UNIÓN DE PUEBLOS

Virgilio no ha muerto ni se ha destruido la Eneida

La Eneida no murió con Virgilio porque su amigo Augusto, el César de Roma, no cumplió su encargo. Y la Eneida se publicó. Sus versos hexámetros siguen vivos a través de los tiempos.

Hechosdehoy / Germán Loewe
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Él fue el poeta más grande de Roma. Las generaciones posteriores reconocen su creatividad, su asombroso dominio del latín y su conocimiento de la mitología griega y romana. Cuando en septiembre del año 19 a.C. se embarcó con el emperador Augusto de regreso a Italia desde Grecia, ya se encontraba muy enfermo. Le confió al emperador el manuscrito de la Eneida, pidiéndole que a su muerte lo destruyera.

¿Por qué lo hizo? Acaso porque la Eneida era un gran poema épico de esperanza, que cantaba el nacimiento de un imperio que luego le defraudó. O quizá porque entonces él ya no tenía esperanza alguna en la humanidad, o porque empezó a creer en el más allá,  al margen de todos sus dioses y mitos, y eso ponía en cuestión el mundo que retrató.

Hay quien lo ve como una especie de precursor de Jesucristo, que había de nacer pocos años más tarde. A lo mejor la clave de su deseo de aniquilar la Eneida está simplemente en su autoexigencia desmesurada.

Así pues, nada más arribar al puerto de Rimini le sobrevino la muerte. Pero la Eneida no murió con él, porque su amigo Augusto, el César de Roma, no cumplió su encargo. Y la Eneida se publicó. Sus versos hexámetros siguen vivos a través de los tiempos. Y también la memoria del poeta que creyó en el más allá y sigue presente hoy, porque para que exista el más allá basta con creer en él. Todo es una cuestión de fe.

Tuvo que acompañar a Dante en su visita al Averno de la Divina Comedia y ya en el siglo XX el escritor austriaco Hermann Broch construyó un monumento literario titulado La muerte de Virgilio, que algunos equiparan al Ulises de James Joyce.

Cuando escribió la Eneida, que es la historia del héroe troyano Eneas, utilizó mucho el símil y la metáfora, para aumentar la fuerza dramática del relato. Y creo que estas mismas herramientas literarias pueden servir para trasladar en mi imaginación la historia de Eneas al mundo actual.

Eneas, hijo de Venus y de Anquises, huye de la Troya conquistada por los griegos y navegando por el Mediterráneo llega con sus soldados a Cartago, en la costa norte de África. Allí conoce a la reina Dido, que se enamora de él perdidamente, con la intervención del dios Cupido, enviado por Venus.

Pero Eneas debe seguir su destino y abandona Cartago. La reina Dido cae en la desesperación y se suicida. Es una tragedia romántica y con una visión global de la Historia, es la pasión amorosa que se repite y reitera entre los humanos, revestida con mil ropajes. Así Henry Purcell, le puso música a los amores de Dido y Eneas en su ópera inspirada en un canto de la Eneida.

Como ya dije, Eneas sigue en pos de su destino y arriba a Italia. Allí se casa con Lavinia, hija del rey Latino. Los hijos de esta unión, Rómulo y Remo, son luego los fundadores de Roma. Por eso Eneas es el origen del Imperio Romano que sienta los cimientos de Europa. Y Europa, la ninfa fenicia raptada por Zeus, ha dado su nombre a todo un continente marcado para siempre por el espíritu de Grecia y Roma. El mismo que  marcó a Virgilio y que él contribuyó a engrandecer.

Europa es como la Italia etrusca antes de la llegada de Eneas. Europa surgía en 1945 de la más terrible de las guerras, la segunda guerra mundial. Ya no quedaba nada de aquel espíritu del Sacro Imperio Romano-Germánico de Carlomagno. Sólo algunos intelectuales visionarios soñaban con la unidad de los pueblos europeos. Ese espíritu, esa idea motriz, se convirtió en el nuevo Eneas que alumbró la Unión Europea. Quizá este nuevo Eneas, como en la Eneida, consultó con varios dioses en los que creía y éstos le recomendaron dejar avanzar a los pueblos europeos en pos de su unidad.

Siempre me fascinó la interconexión de deidades y humanos en la mitología griega y romana. No son dioses en otra dimensión, alejados del mundo  terrenal y físico. Tienen poderes sobrenaturales, pero al mismo tiempo se mezclan con personajes humanos, experimentan pasiones humanas como el amor, el odio, los celos, la concupiscencia.

Por eso Eneas resulta ser hijo de la diosa Venus y de un padre humano. Imaginé pues la influencia divina en Eneas cuando llega a las costas de Italia, para convertirse en la semilla del futuro imperio romano. Ahora este nuevo Eneas, el alma de la Unión Europea, da origen no a un imperio de la dominación y la fuerza, sino a un imperio de la Ley, de la unión por la razón y la voluntad libre de pueblos y naciones. Un imperio donde las palabras ejército, territorio, soberanía, nacionalidad, deberán ir perdiendo significado con el  tiempo. Para ser sustituidas por las palabras pacifismo, convivencia, cultura,  pensamiento, investigación.

Siento que quizá por este motivo Virgilio no ha muerto ni se ha destruido la Eneida. Porque la creación poética es imperecedera.

Por primera vez en la Historia se está -gradual pero persistentemente- consiguiendo impulsar un proyecto de unión de pueblos, basado en la fuerza de la razón, en las ideas y los sentimientos de solidaridad cultural, en la divergencia para la convergencia. Cada pueblo integrante aporta para ello su parcela de historia, de lengua, de cultura con raíces comunes, arte, literatura, música. Y también conflictos y guerras, ambición de poder y enfrentamientos.

Pero aporta al propio tiempo su renuncia definitiva a ese lado oscuro y su adhesión ilusionada a unos valores que han pervivido a lo largo de los siglos, desde aquella madre Grecia que nos enseñó tantas cosas y que luego se fundió con el mensaje cristiano.

Creo que vale la pena que todos los europeos luchen por culminar algún día esta unión ya iniciada.

Que no desfallezcan.

Como Eneas.
 

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