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EL HALLAZGO

El documento para practicar exorcismos en Danzig (1454 – 2000)

Schopenhauer decía que las religiones, como las luciérnagas, necesitan de la oscuridad para brillar. El exorcismo forma parte de esa oscuridad, pero hay algo enigmático en él.

Hechosdehoy / Germán Loewe
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Variación primera.-
Corría el año 1454. Era septiembre. Arthur Drucker abandonó su taller de imprenta situado en un almacén cerca de Westerplatte, en Danzig. Aquel día salió cuando caía la tarde y algo antes de lo acostumbrado. Llevaba consigo las primeras pruebas de imprenta de un ritual latino que le habían enviado desde el taller de Gutenberg en Maguncia. Deseaba repasar aquello en la soledad de su casa. El ritual contenía textos latinos para practicar exorcismos, según la Iglesia de Roma.

El obispo de la ciudad hanseática de Danzig, entonces dependiente de la Orden Teutónica, era el futuro comprador de aquel documento y había que hacerlo en secreto y con la máxima rapidez. Se hablaba de varios casos de posesión diabólica en Danzig. Por ello, antes de recurrir a la hoguera, como era lo habitual, los clérigos querían intentar el exorcismo, para salvar la vida de los poseídos.

Pero el ritual era sagrado y requería preparación. Arthur lo sabía y quería cumplir el encargo con rigor y puntualidad. Lo que a él le importaba en realidad era comprobar la calidad de los textos impresos, más que su contenido. Pero sentía desazón y escalofríos al imaginar los efectos de aquel escrito.

Apretó el paso con aire furtivo por entre las callejuelas y se dirigió a la orilla del río, por donde acortaría el camino para llegar a su casa.

El Motlawa bajaba caudaloso al acercarse a desembocar en el Báltico. El estruendo del agua impidió que Arthur oyera al hombre encapuchado que se le echó encima y le acuchilló repetidas veces. Todo fue muy deprisa. El asesino arrastró el cadáver de Arthur hasta la orilla y lo lanzó al río, que lo engulló con la tremenda corriente. A continuación el asaltante agarró la bolsa de cuero con los textos y ya se disponía a lanzarlos al río, cuando titubeó, se detuvo y dijo para sí: “el Deán de Santa María me pagó por este encargo, pero nunca sabrá que no lo acabé de cumplir. El obispo pagará también por recuperar estos papeles.”

Entonces cavó un agujero en la hierba húmeda y escondió la cartera dentro, tapándolo con una gruesa piedra. Para recordar el escondite marcó una L con su cuchillo sobre la piedra y desapareció.
 
Variación segunda.-
Septiembre de 1785. Arthur Schmidt, herrero de Danzig, enclave alemán en la costa polaca que entonces pertenecía a Prusia, decidió que iba a casarse con Herta Drucker. Llevaba un año de relación con ella, la amaba y quería fundar una familia. Herta aceptó el matrimonio, pues también ella estaba enamorada. Pero un primo de Herta, Alois Müller, también la quería y al verse rechazado, se entrevistó con Arthur Schmidt para revelarle un secreto de familia, una maldición que perseguía a los Drucker desde hacía 300 años.

“Arthur”, le dijo Alois, “te cuento esta historia no por venganza ni despecho, sino por lealtad. Para que estés prevenido, antes de dar el paso de casarte con Herta. Conviene que sepas que ella, como todas las mujeres de su familia desde que ocurrió aquello, está poseída por el diablo.”

“¿Pero qué me estás diciendo?” replicó Arthur conmocionado, “¿de dónde has sacado este disparate?”
“Te cuento lo que se dice de esa familia, por si acaso hay algo de verdad. Hace 300 años Arthur Drucker, un antepasado de Herta que era impresor, fue asesinado por un esbirro del Deán de la iglesia de Santa María. La orden que tenía el asesino era la de destruir un documento que Drucker llevaba consigo para revisarlo y luego entregarlo al obispo. El documento  contenía todo un ritual latino para practicar exorcismos. El obispo lo necesitaba para así evitar la caza de brujas. Pero el Deán y varios clérigos más le temían al ritual, no querían dejar de quemar brujas para acabar con la posesión satánica. Culpaban a Drucker y por eso decidieron eliminarlo, y al ritual con él. Pero resulta que el asesino, llevado por su codicia, no destruyó el documento y lo escondió no se sabe dónde, para obtener dinero del obispo, a cambio de revelar el escondite. Al parecer el Deán se enteró de esto por un confidente, mandó apresar al asesino y lo sometió a torturas para que confesara dónde escondió el documento. Las torturas acabaron con su vida antes de que pudiera revelar nada. El cuerpo de Drucker nunca apareció y el Deán empezó a propagar entre la población que a Drucker se lo había llevado el diablo y que una maldición caería sobre las mujeres de esa familia.”

“Mira Alois”, le espetó Arthur Schmidt excitado, “esta historia carece de pruebas y está basada en leyendas y supercherías que hoy, afortunadamente, ya no se sostienen. Herta es una mujer excepcional y tus cuentos de brujería no me harán cambiar de opinión.”

Arthur Schmidt y Herta Drucker se casan al poco tiempo y él nunca le refiere a Herta aquella conversación. Cuando ella da a luz una niña que nace muerta, empieza a decir incoherencias y enferma de la mente. Arthur no puede evitar el recuerdo de la siniestra historia que un día le contó Alois Müller. Y como si de un golpe de la fatalidad se tratara, resulta que al poco tiempo Arthur Schmidt encuentra el escondite del documento.

Fue cuando se dirigió a las proximidades del río, en busca de piedras planas que le sirvieran de yunque para su herrería. Entonces vio la piedra de repente y vio la L marcada encima. Y le recorrió un escalofrío pensando en Lucifer. Le costó levantarla, pues tras tantos años se había hundido mucho en la tierra, pero debajo estaba el zurrón de cuero y dentro aparecieron unas hojas escritas en latín, inexplicablemente bien conservadas.

Comenzó a leer: Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii

Se puso a temblar y el temblor no le dejó seguir leyendo. Agarró el zurrón, metió los papeles y salió corriendo, cubierto de sudor frío.  

Cuentan los que le conocieron que Arthur, en su desesperación por la enfermedad de su mujer, entregó el pliego a un pastor luterano que conocía y del que se fiaba. Le pidió que aplicara el ritual exorcista a Herta, pero antes de hacerlo Herta murió de una pulmonía. Así que el pastor guardó el ritual en su casa hasta su muerte.
 
Variación tercera.-
Septiembre de 1814. Arthur Fischer se encaminó por la calle Dluga de Danzig en dirección a la casa de su superior jerárquico. Desde 1807 Danzig era ciudad semiautónoma, con población mayoritariamente alemana, pero bajo administración polaca, por designio del emperador Napoleón, el dueño de Europa. Arthur Fischer era pastor luterano y había encontrado en casa de su padre, ya fallecido, un antiguo pliego en latín que contenía un ritual de exorcismo.

Intrigado por ese hallazgo, se lo llevaba al obispo luterano para que lo examinara. El obispo creyó al principio que se podía tratar de una versión del Rituale Romanum de 1614. Pero tras estudiar el documento y oir el relato de Arthur Fischer, cuyos detalles incompletos le había mencionado su padre en alguna ocasión, tuvo que descartar esa hipótesis. El documento procedía de 1454 y por lo tanto era anterior. Pero el texto del ritual era casi idéntico al del Rituale Romanum.

El obispo le recordó al pastor Fischer que esa clase de rituales pertenecía a tiempos pretéritos, a creencias muy alejadas de la fe luterana en el siglo XIX. Le devolvió el documento y le instó a que no obstante lo conservase como una antigüedad, además vinculada a una historia dramática.
 
Variación cuarta.-
Septiembre de 1845. Universidad de Danzig.
“Queridos alumnos, estamos en esta ciudad rodeada por Polonia y el mar Báltico, pero profundamente alemana y prusiana. Siempre hemos sido fieles a su lema, nec temere, nec timidi (ni temerario ni temeroso). Es decir, una ciudad de talante moderado y valiente, una cultura alemana y europea a un tiempo. Por eso les invito a profundizar en nuestra tradición, para seguir engrandeciendo a Prusia y cultivando la relación con nuestra vecina Polonia.”

Con estas palabras se dirige a sus alumnos el profesor Arthur Denker, en la apertura del nuevo curso. Denker es catedrático de filosofía. Los estudiantes le admiran por su espíritu abierto y su gran erudición.

“Voy a comenzar el curso citando unas frases de mi maestro Schopenhauer, que nació en esta ciudad:

  • A excepción del hombre, ningún ser se maravilla de su propia existencia.
  • La vida es un constante proceso de agonía y es sólo la muerte aplazada.
  • Después de tu muerte serás lo que eras antes de tu nacimiento.
  • Es difícil encontrar la felicidad dentro de uno mismo, pero es imposible encontrarla en otro lugar.

Quiero que mediten sobre el sentido de estas frases y el próximo día iniciaremos un debate sobre estos temas.”
Acabada la clase el profesor Denker se retira del aula y una alumna lo aborda con gesto inseguro. “Perdone, profesor, necesito hablar con Ud.” Arthur Denker la invita a seguirle a su despacho y a puerta cerrada la escucha.

“Mire, profesor, yo soy hija del pastor Arthur Fischer. En los años de nuestra dependencia de Polonia, bajo Napoleón, mi padre encontró entre los papeles de mi abuelo un misterioso pliego en latín. Me contó que lo conservaba como oro en paño y se trataba de un antiguo documento de 1454 que contenía todo un ritual de exorcismo. Como el asunto me tiene intrigada y sabía donde lo guardaba, lo he cogido sin que se diera cuenta y se lo he traído a Ud. para que lo lea y me diga si tiene un sentido todavía hoy día y si Ud. como filósofo le atribuye algún valor."

Arthur Denker palidece y da un paso atrás.
“Señorita Fischer, no debió Ud. hacer lo que hizo. Si su padre se entera, se enfadará mucho y con razón. Pero el tema me parece interesante y ya que me ha traído el documento, voy a estudiarlo con detenimiento. Pese a que mi maestro Schopenhauer es ateo, le confieso que me pregunto muchas veces si Dios existe de alguna manera y si el diablo, o sea el mal, puede tener alguna entidad propia. Schopenhauer decía que las religiones, como las luciérnagas, necesitan de la oscuridad para brillar. El exorcismo forma parte de esa oscuridad, pero hay algo enigmático en él.”
 
Variación quinta.-
 Septiembre de 1922. Arthur Weber es propietario de una empresa distribuidora de ámbar en Danzig. Después de acabada la Gran Guerra en 1918, con el tratado de Versalles las potencias aliadas convierten a la ciudad-estado en Mandato de la Sociedad de Naciones y Protectorado de Polonia. Si bien su población sigue siendo mayoritariamente alemana y sensible a las soflamas nacionalistas que provienen de Alemania. Arthur Weber es católico y se ha casado con Maria Podolski, una polaca de la zona fronteriza, de población católica como todos en Polonia. Con ocasión de una mudanza de sus locales, que habían pertenecido ya a sus padres, Weber encuentra un cofrecito de su madre, oculto debajo del mueble donde llevaban los libros de contabilidad de la empresa.

Su madre pertenecía a la familia Denker, cuyo miembro más relevante había sido su bisabuelo, Arthur Denker, filósofo y discípulo de Arthur Schopenhauer. Dentro del cofrecito de su madre, Weber encuentra un antiguo pliego latino con una carta manuscrita, fechada en 1860. Después de leerla, toma el documento y sale aprisa a la calle, en dirección a la parroquia católica de su barrio y al encuentro del párroco, buen amigo suyo.

La carta dice así:
“Dejo este documento, que procede de 1454 y nunca ha abandonado nuestra ciudad, a mi hijo Johann, con el deseo  de que siempre lo conserve y lo transmita a la siguiente generación de su familia y así sucesivamente. Contiene un viejo ritual latino-romano para practicar exorcismos. Llegó a mis manos por una alumna mía que me lo regaló, tras sustraerlo a su padre, al que logré luego convencer para que lo dejara en mi poder. El documento en sí no tendría más valor que el de su antigüedad y además es sabido que yo nunca fui católico ni apenas creyente, por lo que las prácticas exorcistas siempre me parecieron supersticiones medievales sin fundamento alguno. Pero en este caso investigué el origen del ritual y fui a parar a un crimen cometido contra el impresor que pretendía hacer copias para el obispo de aquel tiempo.

Los motivos de aquel crimen parece que fueron el fanatismo religioso y la voluntad de impedir los exorcismos, para mantener la caza de brujas y las ejecuciones en la hoguera.

Entonces pensé -contra mis convicciones filosóficas y religiosas- que a lo mejor el mal podía poseer a una persona y ser un ente de naturaleza espiritual. Y pensé en que el poder de ese mal podía haber actuado en defensa propia, frente a un ritual antiguo, capaz de vencerlo. De tal manera que algo en mi interior sufrió una sacudida y recuperé la fe, que ya me acompañará hasta mi muerte, como me acompaña este pliego que conservo.”
Firmado: Arthur Denker.
 
Variación sexta.-
Septiembre de 1940. Polonia ha sido invadida y ocupada por la Alemania nazi. La ciudad de Danzig se ha reintegrado al Reich y es territorio alemán. Arthur Hoffmann es sacerdote católico y párroco de la misma parroquia donde, 18 años antes, Arthur Weber entregó el pliego del ritual latino al párroco de entonces. Éste lo guardó escrupulosamente y logró que sus sucesores fueran informando sobre la existencia del documento y sobre las dramáticas circunstancias que dieron origen a su trayectoria. El padre Hoffmann conocía, pues, todo esto y de vez en cuando sacaba el documento de la librería de la parroquia y lo releía una y otra vez con unción religiosa. A él le preocupaba su hermano Georg y empezó a fraguar un plan.

Georg Hoffmann era teniente de las SS y estaba destinado a una unidad en Danzig, con la misión de localizar, apresar y deportar a cuantos judíos habitaban la ciudad. Su hermano el cura no cesaba de recriminarle por aquella misión malvada, y en sus oraciones pedía a Dios que iluminara la mente de Georg para que dejara aquella organización siniestra y se incorporara a la Wehrmacht, como ejército regular de un país en guerra.

Pero el padre Hoffmann siempre fracasaba en sus intentos y rogativas. El teniente Georg Hoffmann era un nazi convencido y creía un honor desempeñar una misión que ayudara a limpiar Danzig de judíos. No sentía la más mínima compasión por sus víctimas. Su fanatismo racista era obsesivo.

El padre Hoffmann quería mucho a su hermano menor y sufría al no poder apartarle de su trayectoria criminal. El padre Hoffmann empezó entonces a pensar que su hermano debía estar poseído por el Maligno. Él creía firmemente en la existencia del diablo, como ángel caído y encarnación del mal en el mundo. Y aunque no osara expresarlo en público, le parecía que toda la filosofía nacionalsocialista era obra de Lucifer. De modo que el padre Hoffmann decidió buscar una oportunidad para practicar un exorcismo con su hermano.

La oportunidad se le brindó en septiembre, cuando de repente Georg enfermó de tifus y lo tuvieron que ingresar en el hospital militar. Arthur Hoffmann visitaba a diario a su hermano Georg en el hospital, donde éste yacía con fiebre alta en una habitación reservada a oficiales. Cuando el padre Hoffmann vio que su hermano deliraba por la fiebre que le consumía, le visitó de nuevo con el ritual exorcista guardado dentro de su sotana. Cerró la puerta de la habitación con llave, se arrodilló junto a la cama del enfermo y comenzó a recitar:
“Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas …
Vade Satana, inventor et magister omnis fallaciae, hostis humanae salutis …
Ab insidiis diaboli libera nos ,Domine.
Te rogamus, audi nos …”

En aquel momento Georg emitió un grito desgarrado, provocado por las alucinaciones febriles. El padre Hoffmann estaba como en trance y no paraba de repetir en voz cada vez más alta las frases del ritual una y otra vez. De repente alguien golpeó la puerta e intentó abrirla sin conseguirlo. La voz de una enfermera se oyó potente y autoritaria, pero el padre Hoffmann no oía ni veía nada más que a su hermano retorciéndose en la cama, mientras él declamaba en latín.

Al cabo de diez minutos se oye un disparo que hace saltar la cerradura. Varios soldados armados irrumpen en la habitación, seguidos por la enfermera Meier, que conoce al padre y que frena a los soldados diciendo: “¡deténganse, este señor es sacerdote católico y hermano del enfermo!” Mientras ayuda al sacerdote a incorporarse, éste le pasa rápidamente el documento y le susurra “guárdalo”. El oficial que acompaña a los soldados se acerca al enfermo y exclama “está muerto”.

Días después someten al padre Hoffmann a un juicio sumarísimo, acusado de provocar la muerte del teniente Georg Hoffmann mediante hechizos.  A las pocas horas ejecutan al acusado de un tiro en la nuca.
 
Variación séptima.-
Septiembre de 1981. Arthur Kozlowski era un directivo de los astilleros de Gdansk, la antigua ciudad de Danzig, ahora polaca desde que al finalizar la segunda guerra mundial fue definitivamente cedida a Polonia por los aliados en la conferencia de Potsdam. Como consecuencia de ello Danzig pasó a llamarse sólo Gdansk en polaco y cientos de miles de sus habitantes alemanes fueron expulsados de la ciudad, que así se fue “polonizando” gradualmente.

Arthur Kozlowski estaba afiliado al sindicato Solidarnosc y ansiaba recuperar las libertades que el  régimen comunista había suprimido, bajo el paraguas del control soviético. Kozlowski entró en su oficina de los astilleros, cerró la puerta y extrajo de un cajón cerrado con llave una carpeta. Lo hacía una vez más desde que su madre alemana, la enfermera Meier ya jubilada, le hubiera confiado la custodia de la carpeta que contenía el ritual latino de exorcismos. Su anciana madre le había referido las dramáticas circunstancias que vivió en 1940 y cómo ese documento había llegado a sus manos. Ella pudo ocultar el ritual aprovechando aquellos segundos de confusión y porque el padre Hoffmann declaró en el interrogatorio que todo lo que pronunció para exorcizar a su hermano lo sabía de memoria, como sacerdote católico que era.

Kozlowski no sabía latín, pero leyendo y releyendo el ritual adivinaba lo que esas frases solemnes querían decir. Sin saber por qué, le fascinaba.

“Ojalá este ritual sirviera para que nos libráramos de una vez de los comunistas,” musitó para sí, volviéndolo a guardar.
 
Variación octava.-
Septiembre de 2000. Gdansk, república de Polonia. Desde 1989 el país se liberó del comunismo y ahora es una república democrática, como tantas otras en Europa.
Arthur Kozlowski es ahora el director del Museo de Historia de la ciudad. Cuando recorre las salas del museo, siempre se detiene ante una vitrina donde se exhibe el documento del ritual latino que él mismo donó al museo.

Al pie de la vitrina, una descripción en polaco y en alemán del ritual de 1454, que concluye con estas palabras:
Este documento ha sido mudo testigo de la historia de nuestra ciudad. Una ciudad que alumbró personalidades eminentes como Gabriel Fahrenheit, Arthur Schopenhauer o Günther Grass. Una historia humana llena de cambios. Por eso es inmortal. Porque como dijo Arthur Schopenhauer “solamente el cambio es eterno, perpetuo e inmortal”.

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