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BUSCANDO A TESEO

Nos encontramos en un laberinto; la salida es difícil de encontrar, pero existe

Nos convendría otro "Adolfo Suárez" para liderar como un nuevo Teseo el camino que lleve a vencer al Minotauro de la incomprensión, la intolerancia, la ambición de poder, la cerrazón mental.

Hechosdehoy / Germán Loewe
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Pasó el uno de octubre de 2017. Vivo en Cataluña, forzosamente inmerso en esta confrontación. La gente ha querido votar por un estado propio – me temo que ya es mayoría – contra el gobierno de Madrid, empecinado en no dejarles votar con normalidad acordada, impidiendo así de paso que se movilicen también los que podrían contrarrestar esa corriente ya imparable, votando no.

El trasfondo de todo esto es el pánico del Estado a perder el referéndum, no las excusas legalistas, habida cuenta de que una interpretación flexible de la Constitución habría permitido una consulta no vinculante. Y lo que hoy es pánico podría haber sido sólo una leve inquietud, si se hubiesen hecho propuestas políticas hace 5 años, cuando el fenómeno crecía y la monstruosa manifestación de septiembre de 2012 ya lanzaba señales inequívocas, que el partido gobernante calificó de “lío”.

El pueblo quería votar. Derecho inalienable, expresión de voluntad popular, nunca delito. Aunque el tan deseado referéndum ya hubiese sido descafeinado e ilegalizado. Podían haberles dejado votar y ejercer ese derecho en libertad. Luego podían haber actuado, sancionado, no haber reconocido  su resultado, haber elaborado propuestas. Todo menos cargas policiales con heridos. Todo menos reprimir por la fuerza, comprimir un muelle que ahora va a saltar con más potencia, porque nuestro “Estado de Derecho” ha conseguido que el muelle se refuerce con su actuación.

El inmenso error ya se ha cometido. Unos por miedo cerril y no saber jugar al ajedrez. Otros, por haber pisado el acelerador demasiado a fondo, sin contar todavía con una suficiente mayoría social (aunque en este momento quizá esto haya cambiado). Si la Cataluña humillada respalda a sus dirigentes para que se atrevan a declarar (todavía no proclamar) la independencia, al gobierno de Madrid no le quedará otro remedio que seguir con la represión, corregida y aumentada.

¿Con qué resultado a medio y largo plazo? Es fácil adivinar la respuesta. Entraremos en una crisis de alcance general español. Nuevas elecciones generales, nuevo gobierno, esperemos que no como el actual.

Se habla de mediación internacional, que ciertamente ayudaría. Pero ¿dónde está el Rey en todo esto? ¿Por qué no ejerce de árbitro y mediador ante esta crisis territorial del Estado? En lugar de hacerlo, nos acaba de obsequiar con un discurso desde las alturas, apelando a la legalidad constitucional pero totalmente ajeno a la realidad. Ha sido una bronca desde la ortodoxia, donde los únicos malos son los dirigentes de la Generalitat, capaces ellos solos de haber levantado a un pobre pueblo alienado y borreguil. Ni una sola mención a la violencia practicada, ni un sentimiento por los más de 800 heridos, ni una sola invitación a la negociación y al pacto.       

El Rey no ha moderado ni arbitrado. Sólo ha reconvenido y regañado, ignorando lo que de verdad está pasando en Cataluña. Como Jefe del Estado tendría la obligación de intervenir y llevar a todos los implicados a una mesa de negociación. Al parecer no quiere o no le dejan hacerlo. Con lo que alimenta aún más los anhelos republicanos catalanes. ¡Qué gran decepción!

Finalmente tengo la impresión de que se está jugando una partida de póquer por el poder en este país. El poder político, económico, financiero y militar, que está en manos de una fracción minoritaria y que sencillamente no piensa ceder ni un ápice de soberanía a su parcela más valiosa, que es Cataluña.

Y de otro lado el poder que reivindican los líderes del catalanismo, ungidos con la legitimación que les da el pueblo llano, que es sentimental, romántico, soñador y un tanto manipulable. Como es manipulable -siempre lo ha sido- el conjunto de los pueblos de España, sometidos a desinformación, ignorancia histórica severa, presión mediática.

A todo esto se suman las redes sociales por Internet, nueva hidra de mil cabezas, donde se escupen cada minuto toda clase de insultos y mentiras. El verbo “tuitear” debería desconjugarse. Sólo crea odio y confusión.

Así pues, nos encontramos en un laberinto. La salida es difícil de encontrar, pero existe.

Nos convendría otro “Adolfo Suárez” para liderar como un nuevo Teseo el camino que lleve a vencer al Minotauro de la incomprensión, la intolerancia, la ambición de poder, la cerrazón mental.

Si Cataluña se siente una nación, ¿por qué no aceptarlo de una vez y empezar a construir a partir de aquí?
¿Por qué?
 

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