“Me llamo Harvey y soy productor de películas. Mejor dicho, era productor, uno de los más grandes. Ahora ya sólo soy acosador. Acosador sexual. Pretenden hundir mi brillante carrera y acabar con mi prestigio personal, total por algunos deslices de hace muchos años, sin mayor trascendencia que la de haber liberado ocasionalmente mis impulsos como hombre. Pero sin intención de hacer daño a ninguna mujer. No creo que lo que hice pueda causar traumas psicológicos a nadie. Y menos cuando lo compensé con favores profesionales, que ya nadie parece agradecerme. Ahora de repente se está destapando todo. Ahora, cuando ya ni me acuerdo, empiezan a aparecer mujeres que me señalan.
Primero unas pocas, todas actrices o empleadas mías. Luego se han ido envalentonando otras y ya son legión. Yo no soy consciente de haberme propasado con tantas. Me acusan todas de lo mismo: acoso sexual. Esto es una expresión genérica que incluye las diversas actuaciones que se me atribuyen, o sea lascivia verbal, tocamientos, felaciones forzadas, violaciones. No voy a negar haber hecho estas cosas alguna que otra vez, pero formaban parte de mi trabajo y de mi mundo. Yo no les daba importancia, me distraía con esos pequeños placeres y además estoy seguro de que a ellas les acababa gustando. Aunque ahora por lo visto resulta que se han dado cuenta de que no les gustaba, lo hicieron forzadas y han necesitado años para salir a la palestra. A ver si lo que huelen es la posibilidad de sacarme dinero o simplemente tienen afán de venganza por despecho y con efectos retardados. ¡Y encima la revista TIME les dedica la portada del año!
Porque esto es como la erupción repentina de un volcán apagado y silencioso. Ya no soy yo el único malo de la película. Ahora aparecen acosadas y acosadores como setas, no sólo en mi país, también en todo el mundo occidental. En los países musulmanes o en Asia a ninguna mujer se le ocurre denunciar públicamente a nadie por acoso. Y no porque no exista, que allí los hombres tienen la misma testosterona y los mismos impulsos. Sino porque allí las mujeres son más sumisas y aceptan al hombre como es. Además allí saldrían perdiendo siempre y desde luego ninguna revista, periódico o cadena de televisión les daría cancha.
Yo reconozco que he podido conseguir mis diversiones eróticas gracias a mi dinero y a mi posición. No es que haya comprado los favores de todas estas mujeres. Es que las he presionado valiéndome de mi poder, las he intimidado un poco para que me dejaran hacer y no malograran sus oportunidades de trabajo. De acuerdo, pero el mundo de los negocios es así. Unos presionan para obtener bajadas de precios y otros para obtener bajadas de faldas. Así es como funciona todo y no hay que dramatizar.
Sé que mi comportamiento no encaja en el código moral de nuestras convenciones sociales. Probablemente muchos hombres sientan los mismos impulsos irrefrenables dictados por la atracción sexual, pero quizá logren satisfacerlos con relaciones correspondidas, dentro o fuera del matrimonio. Pero hay otros hombres – y yo soy uno de ellos – a los que les gusta salirse de lo convencional. Quizá porque padecemos frustraciones muy íntimas, inseguridad o timidez, soledad y deseo, inhibición social. Y cuando sentimos que tenemos poder sobre otras personas y éstas son mujeres hermosas, entonces esto nos da fuerza para actuar, aumenta el deseo de posesión y el capricho de someter. Necesitamos dominar para fornicar o al menos para obtener placer por vencer la resistencia.
Ellas lo llaman machismo o perversión. Yo lo llamo instinto de reproducción incontenible y liberado bajo el paraguas protector de una posición de poder. Es verdad que la razón y los sentimientos se sitúan completamente fuera de estos actos. Somos animales movidos por impulsos biológicos y nos valemos de la astucia o de la violencia para satisfacerlos.
Las mujeres rechazan todo esto, porque son menos animales, tienen más sentimientos y en general no se entregan cuando hay brutalidad, ya que esto inhibe su sexualidad. Pero también es cierto que les gusta el juego de la coquetería, la incitación más o menos subliminal, la palabra y el gesto, la provocación erótica cuando enseñan sus bonitas formas. Y todo esto es jugar con fuego cuando se encuentran a un depredador como yo. Empiezo a comprender por qué se tapan tanto las mujeres musulmanas. Aunque la represión tampoco me convence.
Han acabado con mi carrera y han destruido para siempre mi vida social. Se han rebelado por todas partes contra la gente como yo. Seguramente tienen sus buenos motivos y se supone que yo debería arrepentirme de vejar a las mujeres. Pero no estoy seguro de lo que siento. Por un lado me avergüenzo por el escándalo que he provocado. Por otro lado tengo la sensación de que todo ha sido un montaje de las feministas.
Quizá en un futuro consigan que no acosemos. Entonces el mundo será más decente. Pero mucho más aburrido.”