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EL RUIDO Y LAS NUECES

Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, las incógnitas y el desencanto

"No sé a quién votar… no me apetece votar a nadie, ni siquiera sé si votaré"…, "no me atrae ningún partido"…, "no me gusta ningún político, no me fío de ninguno"…

Hechosdehoy / Juan Araluce Letamendía
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“No sé a quién votar… no me apetece votar a nadie, ni siquiera sé si votaré”…, “no me atrae ningún partido”…, “no me gusta ningún político, no me fío de ninguno”…

Estos suelen ser los comentarios que más escucho sobre las próximas elecciones generales del 20 de diciembre. A mí me pasa lo mismo. Ante la mayoría de los políticos actuales mi reacción espontánea es echar mano a la cartera para intentar protegerla y ponerme a la defensiva. Y cuando se erigen en poder, ya sea legislativo, ejecutivo e incluso judicial no le cabe al desvalido ciudadano otra opción que intentar pasar lo más desapercibido posible, y si es descubierto y los poderes públicos tratan de hacerle la vida imposible -que esa parece ser su finalidad existencial-, defenderse con uñas y dientes para tratar de salir lo más airoso posible del lance, cosa harto difícil.

Como pequeño empresario que soy (emprendedor, dicen ahora, porque la palabra empresario ha devenido en insulto) el cuarenta por ciento de mi esfuerzo lo empleo en trabajar para las distintas administraciones, incluida la judicial, otro cuarenta por ciento en defenderme de sus desmanes y despropósitos, un diez por ciento en intentar a duras penas mantener la dignidad de ciudadano ante el constante atropello, y el diez por ciento restante, en fin, a lo que realmente es trabajo profesional.

A todo el que me pide consejo le digo sinceramente que hoy en día intentar montar algo por cuenta propia (me niego a llamarle la cursilada de “emprender”) como autónomo o pequeño empresario es una locura temeraria y que para crear puestos de trabajo y contratar a alguien hace falta estar loco. Lo digo sinceramente, con todo mi corazón. Inténtelo usted y enseguida se encontrará sumergido en un piélago fangoso de leyes, reglamentos, normativas y disposiciones, cada cual más disparatado, del que para intentar salir airoso y con el menor daño posible tendrá que enfrentarse a un ejército de políticos y funcionarios, la mayor parte de los cuales ha alcanzado el nivel al que hace referencia Lawrence J. Peter en el famoso principio que lleva su nombre, y en los juzgados de lo social a jueces a cuyo lado Roy Bean, “la ley al Oeste del Pecos”, sería el sabio Salomón impartiendo justicia.

Hace poco escuchaba a una diputada en una tertulia televisiva nocturna decir con solemnidad que su partido estaba comprometido en “fomentar políticas activas de emprendimiento”. Así, tal cual, y se quedó tan ancha. Yo yacía medio moribundo en un sillón ante la pantalla después de haber pasado un día que no se lo deseo ni a mi peor enemigo, peleándome con la Agencia Tributaria, el INSS, la Tesorería de la Seguridad Social y hasta con el Instituto Nacional de Estadística, cuyos funcionarios me pedían datos y más datos de mi pobre empresa para no sé qué oscuros propósitos o para nada, que suele ser lo más habitual, simplemente para justificar sus sueldos.

Ante tal estupidez, emanada a través del plasma televisivo, mi primera reacción fue levantarme como un resorte y abalanzarme sobre el cuello de la citada diputada con el propósito de estrangularla para así prestar un servicio a la humanidad, loable cometido del que tuve que desistir cuando se me aclaró mi mente perturbada y me cercioré de la evidente dificultad de estrangular pantallas televisivas, ya sean éstas de plasma, lcd, led o esa tan graciosa que ha salido ahora y llaman amoled…

Yo les pediría suplicante a los políticos que no se ocupen de nuestro bienestar, que se dejen de “políticas activas”, de “emprendimientos” y de “poner en valor” memeces y que por favor nos dejen en paz, que ya nosotros, los sufridos ciudadanos, nos ocupamos de nuestras cosas.

Vote con la nariz tapada o no vote, haga lo que le dé la gana, pero no espere que los poderes públicos, sean los que sean, le van a solucionar algo. Todo lo que no haga usted no se lo van a hacer los políticos elegidos. La culpa es nuestra. Esta llamada sociedad del bienestar, los decadentes ciudadanos europeos, hemos renunciado a nuestra libertad, a asumir personalmente responsabilidades, y por comodidad y dejadez hemos dejado en las insensatas manos de los políticos enormes parcelas que nunca debieron salir del ámbito personal. Atengámonos a las consecuencias.


– Juan Araluce Letamendía es presidente del Consejo Editorial de Hechos de Hoy y de la alianza Media World.

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