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CALCULADA ESTRATEGIA

Podemos, de Izquierda Anticapitalista y 15-M, al ingreso en la casta

El fenómeno que arrasa. Un viaje fulgurante desde movimiento de izquierda radical a la casta política para disputar al Partido Socialista el espacio político y electoral que ocupa desde 1982.

Hechosdehoy / Juan Araluce Letamendía
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Lo que más me sorprende de la actitud de periodistas y tertulianos sobre el fenómeno Podemos es el énfasis que ponen en su novedad: el aire fresco que representan, totalmente novedoso y opuesto a todo lo que hay, dicen.

Decididamente debo ser ya demasiado viejo, porque a mí el verles me retrotrae a mi perdida juventud. Cada vez que veo a Pablo Iglesias y sus adláteres retrocedo a mis años universitarios y me los imagino en el campus de la Universidad frente a una “lechera” de grises. El mismo “look” cuidadosamente desaliñado de la protesta juvenil de entonces: coleta y barba rala, vaqueros y camisas de cuadros; les falta la célebre trenca de entonces, a la que llamábamos “montgomery” porque la utilizaba muy a menudo el mariscal inglés durante la Guerra Mundial. También el mismo lenguaje combativo contra el enemigo -antes fascistas, ahora “casta”-, los mismos gestos, el mismo tono de las canciones.

A gusto les pasaría el concierto que tengo grabado de Paco Ibáñez en el Olimpya de París en 1969 en el que ponía música a poemas combativos de Alberti “A galopar”; Miguel Hernández, “Andaluces de Jaén”; Blas de Otero, “Me queda la palabra”; Goytisolo, “Me lo decía mi abuelito”; para terminar con la apoteosis de “La poesía es un arme cargada de futuro” de mi paisano Gabriel Múgica Celaya, que en su nombre artístico suprimió el apellido paterno. Es muy probable que no lo conozcan y estoy seguro de que al oír las letras se les haría el culo gaseosa.

Muchos de aquellos subversivos de hace cuarenta años, sosias de “los podemos” de hoy, con la transición acabaron integrándose en la “casta” y hoy son también protagonistas de los casos de corrupción.

La manifestación visual más elocuente de las castas políticas la suelo ver en las noticias de los fines de semana en la televisión. Es cuando aparecen las imágenes de los saraos que los fines de semana organizan los partidos a los que Podemos identifica principalmente con la casta -PP y PSOE- para dar satisfacción a sus militantes. El atrezo es muy parecido: para cantar las maravillas de sus ocurrencias políticas los líderes utilizan ora un atril mitinero, ora un taburete de bar para sentarse en su borde con una pierna apoyada en el suelo y la otra en el estribo. Los del Partido Popular suelen gastar vaquero 501, camisa abierta y chaqueta “desestructurada”, que se quitan en el fragor de la intervención para arremangarse hasta la mitad del antebrazo. De esta forma también se ven mejor las múltiples cuerdas multicolores que a modo de pulseras suelen llevar en la muñeca.

Cuando participa Rajoy en estos guateques de fin de semana casi agradezco su atuendo, diferente al de sus correligionarios. No puede quitarse de encima su apariencia de funcionario cenizo. Y yo me alegro de ello porque a mí me transmite… no sé… como una sensación de más autenticidad. Aunque eso sí, suele ser solo eso: una sensación.

Los del PSOE, menos “puestitos” en tiempos de Rubalcaba (P punto hacía lo que podía pero era imposible), ahora son muy parecidos a sus rivales populares. Eso sí, por lo general las señoras dirigentes suelen ser más fondonas.

Pero en lo que invariablemente coinciden es en la apoteosis final de autosatisfacción: todos los asistentes en pie se ponen a aplaudir como locos, aunque no se sabe muy bien a quién y por qué. Los dirigentes parece que aplauden a los militantes y estos a los primeros. Pero también se ven momentos en que los dirigentes se aplauden entre ellos del mismo modo que los militantes entre sí. Es tal el frenesí de los aplausos que estoy convencido de que la euforia se contagia y que, aunque no se vea, los cámaras de televisión, los técnicos de sonido, los de seguridad y los empleados del lugar también se ponen a aplaudir. Incluso yo mismo desde el sillón de mi casa siento un impulso irrefrenable de ponerme en pie y empezar a aplaudir al aparato de televisión.

Para mí esta orgía aplaudidora de autosatisfacción en un local cerrado que se reserva el derecho de admisión es la escenificación visual más evidente del concepto de casta.

En el reciente Congreso fundacional de Podemos todos los asistentes terminaron aplaudiéndose como locos dentro del círculo cerrado de la plaza de Vista Alegre. ¡Bienvenidos a la casta! Ya son iguales. La única diferencia es que unos van vestidos de la multinacional Hackett y los otros de la multinacional Alcampo.


Juan Araluce Letamendía es Presidente del Consejo Editorial de Hechos de Hoy y de la alianza Media World.

 

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