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EL GÉNESIS

Miguel Ángel y Joseph Haydn, La Creación recreada

No sé si los humanos, con todas sus miserias, guardan semejanza con quien les creó. Pero algunos, como Miguel Ángel y Haydn, dieron testimonio de participar de manera inexplicable del "numen" divino.

Hechosdehoy / Germán Loewe
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Recientemente he visto una película documental sobre Miguel Ángel Buonarroti (1475 – 1564), su vida y su obra de escultura, pintura y arquitectura. Contemplar el arte de este genio del Renacimiento italiano es disfrutar la belleza y la armonía en estado puro. Su descripción pictórica de la creación del mundo y del hombre en la bóveda de la Capilla Sixtina es sobrecogedora. Para hacer eso tuvo que leer el Génesis, el primero de los cinco libros sagrados del Pentateuco, que conforman el Antiguo Testamento (o la Torá) de judíos y cristianos.

No se sabe quién escribió el Génesis, cuyas fuentes orales se remontan a varios miles de años antes de Cristo. Judíos y cristianos le confieren valor de libro de inspiración divina y muchos todavía se aferran en sus creencias al relato absolutamente fantasioso y simbólico de ese libro.

La investigación y la ciencia moderna nos han ilustrado entretanto sobre la formación del Universo y de nuestro planeta. El origen de la vida vegetal, animal y humana, a través de millones de años de evolución de las especies, está ya inequívocamente probado. Sin que por eso pueda negarse en absoluto una primera causa, un Dios hacedor supremo, omnisciente y omnipotente. Aunque tampoco pueda afirmarse rotundamente, sin el auxilio de la fe religiosa.

En todo caso en el Génesis se creó un fascinante relato del origen del mundo y del ser humano, que ha marcado de manera determinante más de dos milenios de historia de nuestra cultura occidental. Encontramos su influencia en la pintura, la escultura, la música, la literatura, la teología y el pensamiento en general.

El hecho de que Jesucristo, fundador del Cristianismo, no lo haya desmentido expresamente en ninguno de los relatos evangélicos, ha contribuido también a la pervivencia del Génesis a lo largo de veinte siglos de Cristianismo en sus diversas confesiones, encabezadas por la católica.

Y así, la vida de los pueblos de Europa, penetrados durante siglos de una presencia constante y absorbente de la religión, hasta la aparición de la Ilustración y el racionalismo, fue caldo de cultivo propicio para que aflorara el arte inspirado por esa tradición religiosa en todas sus expresiones plásticas, musicales y literarias. No hay duda de que la Iglesia de Roma tuvo en ello un protagonismo fundamental. Y no sólo en el ámbito espiritual. También fue el gran poder temporal de los Papas la herramienta que movió esa gran “fábrica” de belleza artística.

Superada la etapa oscurantista de la Edad Media, arranca el Renacimiento y en 400 años, desde el siglo XV hasta el siglo XIX, se crea un universo asombroso, una expresión de belleza casi insuperable, a la par que en los mismos escenarios de esa belleza nos complacíamos en guerrear, matar y destruir.

Sí, destruir, para luego volver a crear, o mejor dicho recrear, porque crear significa originar algo a partir de la nada. Y eso, según el Génesis, sólo lo puede Dios. Y aunque dicho relato bíblico no puede describir lo que ocurrió en realidad, nos sugiere imaginar lo inimaginable y lo hace de manera muy bella, para enaltecer el espíritu humano.

¿Es la belleza plástica o musical el bien supremo? ¿Es más poderosa que los sentimientos, como el amor o el odio, la amistad o el desprecio?

No tengo la respuesta a estas preguntas, que se atropellan en mi mente cada vez que las emociones estéticas parecen transportarme a una especie de “Nirvana” más allá del bien y del mal.

Y nada menos que 300 años después de la “Creación” de Miguel Ángel, Joseph Haydn (1732 – 1809), otro coloso del arte, esta vez musical, compuso en Viena el oratorio “La Creación”. 

Tomó también como base el Génesis, se inspiró en la obra “El Paraíso perdido” de Milton y en los  grandes oratorios de Haendel. El libreto es una traslación al alemán de los textos hebreos del Génesis y la polifonía coral, así como las diferentes voces que intervienen en el oratorio forman un monumento musical extraordinario, que en cierto modo enlaza con los frescos de la Capilla Sixtina.

Cuando contemplo allí, en aquella bóveda que Miguel Ángel pintó boca arriba, encaramado durante cuatro años sobre un andamio, el encuentro del dedo de Dios con el del hombre, cierro los ojos y escucho al mismo tiempo la obertura de “La Creación” de Haydn.

Entonces me pregunto si, pese a todo, no será cierto lo de que la naturaleza imita al arte.  Porque en tal caso el Génesis respondería con solemne romanticismo y en forma de cuento de magia a la cuestión esencial de la Humanidad: ¿de dónde venimos y para qué estamos aquí?

Y al decirnos que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, el autor del Génesis seguramente pecó de inmensa soberbia, pero infundió esperanza y consuelo a todos los creyentes, pues un ser creado a semejanza de Dios no puede por definición ser abandonado por Él.

Yo no sé si los humanos, con todas sus miserias, guardan alguna semejanza con quien les creó. Pero algunos de ellos, como Miguel Ángel y Haydn, dieron desde luego testimonio de participar de manera inexplicable del “numen” divino.

Quizá el arte sea en sí mismo como el espejo que nos devuelve – a través de la belleza – la imagen del Creador.
 

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