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¿QUIÉN TIRA LA PRIMERA PIEDRA?

Jordi Pujol, apología del árbol caído entre decepción, tristeza y rabia

¿Tiene algún valor lo que dices, si no está respaldado por lo que haces? ¿Es una conducta moralmente intachable la premisa para legitimar todo lo que defiendes?

Hechosdehoy / Germán Loewe
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La respuesta ortodoxa a estas preguntas parece obvia: la ejemplaridad es condición necesaria para confiar y creer en una persona y en los principios o ideales que representa. Sin embargo, pienso que hay que huir de las posiciones dogmáticas y de los juicios sumarísimos, cuando nos encontramos con una declaración de culpabilidad como la de Jordi Pujol de hace pocos días.

Después de que el hasta entonces icono de las esencias catalanas lanzase la “bomba”, todos los políticos y todos los medios se rasgaron las vestiduras y se apresuraron a “hacer leña del árbol caído”. Aparte del ejercicio indudable de hipocresía que ostentan todos los que ya no saben cómo taparse las propias vergüenzas, me desconcierta e indigna comprobar cómo en efecto un grave error y un engaño a los ciudadanos ha logrado borrar en horas y días todo el enorme caudal de aciertos y entrega personal que este hombre había acumulado a lo largo de casi una vida dedicada en cuerpo y alma a estos mismos ciudadanos que ahora le vuelven la espalda y se sienten defraudados y traicionados por su líder.

Confieso que, al igual que a esos ciudadanos, el “jarro de agua helada” me provoca decepción, tristeza, y hasta una inevitable sensación de rabia. Pero me producen alergia las “conductas intachables” y la “moralidad de una pieza” que exigimos siempre a los demás, al tiempo que nos perdonamos los deslices propios de nuestra naturaleza humana. Por ello resulta que la reacción inicial da paso a otros sentimientos y reflexiones, que por otra parte nada tienen que ver con la justificación o con la condescendencia.

Jordi Pujol ha dado – aunque tarde – la cara. Los más escépticos y malpensados podrán conjeturar que se trata de una salida forzada por el acoso policial y para tapar desaguisados mayores. No me atrevo a negarlo ni a afirmarlo. El tiempo y la investigación en curso acabarán por aclararlo definitivamente. Pero ha dado la cara y ha pedido perdón. Esto es en todo caso un gesto de gallardía, como lo fue en su día la petición de perdón del Rey Juan Carlos, también vituperado y fustigado sin contemplaciones por un error que reconoció.

Volviendo a Pujol, estoy seguro –desde mi incorregible ingenuidad– de que acudirá al parlamento catalán a explicarse y a seguir dando la cara, además de haberse puesto ya a la disposición de las autoridades económicas y judiciales.

Todo ello sin perjuicio de la innegable gravedad de unos hechos, que han socavado la figura de quien estaba destinado a ser historia viva y encarnación del sentir nacional de Cataluña. Una vez más ha resultado que un mito tenía los pies de barro. Como nos ocurre a todos. Somos sin excepción un nido de contradicciones, una galería de espejos cóncavos y convexos, en la que conviven las múltiples facetas de nuestra razón, nuestros sentimientos y nuestras pasiones. Pero dentro de esa identidad poliédrica y muchas veces carente de coherencia con los principios que decimos sustentar, no cabe duda de que algunas personas logran proyectarse a la sociedad y al mundo con una fuerza determinante y más allá de sus muchas flaquezas.

Podría aportar aquí ejemplos innumerables de grandes políticos, hombres de estado, pensadores, filósofos, escritores, científicos, artistas, que tienen ya ganado su sitial en la Historia, a pesar de los muchos pecados y traspiés que desvelan sus biógrafos.

Pues bien, yo me atrevo a afirmar que Jordi Pujol es uno de ellos, pase lo que pase. Un hombre de vasta cultura y erudición, dotado de un talento excepcional para la comunicación y el liderazgo. Impregnado hasta el tuétano de sus convicciones -ésas muy reales e inequívocas- relativas a la cultura, la lengua y la identidad catalanas. Por ellas tuvo que afrontar la cárcel en tiempos de Franco y gracias a ellas supo conectar después, de manera sensible e inteligente, en esa longitud de onda con millones de personas, que se sintieron identificadas y solidarias con él durante muchos años.

Todo ello bastante antes de la eclosión actual del independentismo, cuando lo que Pujol reivindicaba y encarnaba era el catalanismo, como un Maciá o un Cambó en sus tiempos. Su labor de gobierno quedará para la Historia y su contribución a la estabilidad política en España también.

Nunca fui su votante, pero admiré y reconocí su carisma y su devoción incansable a lo que amaba más allá de todo lo demás: su patria catalana y sus conciudadanos. No puedo olvidar el trabajo de este hombre, que durante veintitrés años como Presidente de la Generalitat no tuvo un solo fin de semana para su vida privada. Estoy persuadido de que no tenía vida privada alguna.

¿Cómo cabe todo eso dentro de un ser humano que ocultó dinero, mintió negándolo en público y consintió que sus hijos y una camarilla cercana se enriquecieran desmesurada y fraudulentamente?

¿Acaso vivía tan obsesivamente entregado a su pasión de servicio público, que estaba como encapsulado y ausente de cuanto sucedía a su alrededor?

¿O es que en su mente era compatible el enriquecimiento ilícito y el fraude fiscal con su vertiente de apóstol del catalanismo?

No sé si dentro de las incongruencias de una personalidad tan relevante pueden coexistir contrastes tan lacerantes. Espero que la verdad se abra pronto paso. Y lo espero por Jordi Pujol.

En todo caso, ¿quién tira la primera piedra?


Josep Antoni Duran i Lleida, líder de Unió, en una amplia declaración fijó su posición respecto al expresidente de la Generalitat. Dijo que, aunque parece que "hoy todo el mundo reniega" de Pujol, él ha aprendido "muchas cosas" de la persona que gobernó Cataluña durante 23 años y que hizo "cosas buenas para Cataluña y para España" que "el tiempo pondrá en su sitio.

– Ver el comunicado íntegro del expresidente de la Generalitat. En una declaración sin precedentes, admitió que su familia tuvo dinero en el extranjero sin declarar durante más de 30 años.

– Sobre este sismo político en Cataluña y España, Hechos de Hoy fijó su posición editorial (Jordi Pujol, el icono de la democracia y el nacionalismo que se derrumba con estrépito

 

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