La Red es como una telaraña en la que se prenden todas las cosas comprables y vendibles. Y nosotros somos millones de arañas al acecho para saltar sobre la presa. Ya no necesitamos tocar, nos basta leer y ver imágenes para decidir.
En un futuro quizá próximo podremos seguramente poner en venta sentimientos o comprar espíritus. Y si llegamos a viajar al tiempo pasado por Internet, se desdibujarán los arquetipos de otras épocas y se perderán las referencias históricas de otras vidas pretéritas, que de repente se encontrarán mezcladas con las nuestras e interactuarán con nosotros en una especie de movimiento circular sin fin, en un presente ininterrumpido, sin más tiempo ni espacio que la world wide web.
¿Se nos habrá ido todo esto de las manos?
De tanto buscar valores absolutos hemos acabado aterrizando en la relatividad absoluta, en la entronización de los eufemismos, donde a la mentira ya se la llama posverdad.
Somos como el doctor Fausto, que era sabio pero no feliz y tuvo que pactar con el Diablo, para disfrutar de los placeres del amor y de la vida, a cambio de venderle su alma a Mefisto.
En el carrusel del tiempo y de la Red, Fausto vende su alma en Internet. ¿Por qué? Pues porque sabe que Mefisto compra almas on line. El precio de venta es el hedonismo y la buena vida. El precio de compra es un renting hasta la muerte, es una hipoteca inversa que acabará en el almacén de la nada eterna.
Fausto, pues, se lanza a vivir la vida intensamente. Entonces conoce a Margarita a través de una app de búsqueda de parejas. Se enamora perdidamente y eso le importa más que toda su razón y su sabiduría. Tiene con Margarita un hijo virtual, que luego muere porque no resiste vivir fuera de la Wifi.
Pese a su amor por Margarita, Fausto necesita variar de mujer y divertirse más. Conoce a Helena de Troya por Twitter y ésta se prenda de él inmediatamente. Cuando Paris se entera, intenta retenerla y la amenaza con devolverla a Menelao. Pero Mefisto interviene y convence a Fausto de que deje la Iliada en paz y así Helena puede regresar a su papel en el canto de Homero.
Como Fausto mantiene su sabiduría intacta, resulta que los alemanes, por recomendación de Goethe, le proponen que intervenga en la negociación del Brexit en nombre de la Unión Europea. Su mediación es un éxito y logra que se consolide Europa con unas condiciones políticas y financieras muy ventajosas, haciendo creer a los británicos que ellos son los ganadores y no los perdedores.
Por una vez la pérfida Albión no se sale con la suya, porque la perfidia mefistofélica es superior e inspira definitivamente a su protegido Fausto. En medio de las negociaciones Margarita pone en contacto a Fausto con Jeff Bezos de Amazon. Y la inteligencia superior del sabio alemán le lleva a utilizar a Amazon como tapadera de sus negocios internacionales de venta de armas. Con eso gana una fortuna y los poderosos de Arabia Saudí y Rusia le obsequian con hermosas mujeres.
Pero Fausto las rechaza, porque su amor por Margarita es indestructible. Incluso resiste los cantos de sirena de la CIA, que le ofrece el oro y el moro si les ayuda a cargarse a Kim, el coreano del norte. Pero Mefisto no le deja porque también compró el alma de Kim en su día, en una subasta de sátrapas por Internet.
El caso es que a Fausto, que ya era viejo cuando vendió su alma a Mefisto, le llega por fin la muerte, pues expira el plazo de eterna juventud que le había sido concedido. Entonces Mefisto reclama el alma de Fausto por Internet, pero un virus informático muy potente se introduce en su ordenador e impide la operación.
Mientras, el alma de Fausto se subasta on line y es adquirida por la web www.custodiosdelamor.com, que a su vez la posiciona en la nube, donde el arcángel Gabriel la descargará oportunamente, para integrarla en los archivos celestiales.
Cuando Mefisto logra eliminar el virus informático, ya es demasiado tarde. Se le ocurre entonces contratar a un hacker del Infierno, especialista en ciberataques, para que penetre en los ordenadores centrales del Paraíso y logre recuperar el alma de Fausto. Pero hete aquí que el sofisticado software celestial rechaza el ciberataque y lo manda a la papelera de reciclaje. A Mefisto no le queda más remedio que renunciar al alma que compró y dedicarse plenamente a comerciar on line con almas mucho más perversas, que las hay.
En cuanto a la de Fausto, que pecó mucho pero amó mucho también, el Sistema decide redimirla y mantenerla como archivo favorito de Gloria, tras un breve período de expiación en Dropbox.
Creo que si Goethe viviera, sabría cómo versificar todo esto y su genio creador lo convertiría en la tercera parte de su “Fausto”, inmune a todas las amenazas cibernéticas en su grandeza intemporal.