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PERSEGUIDOR O PERSEGUIDO

Ella es así, misteriosa, oculta, incomprensible

El pasillo de mi casa es oscuro y tenebroso. Ella puede esconderse en cualquier jirón de sombra, como ya lo ha hecho muchas veces. Confieso que me da canguelo levantarme...

Hechosdehoy / Enrique Mochales
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El pasillo de mi casa es oscuro y tenebroso. Ella puede esconderse en cualquier jirón de sombra, como ya lo ha hecho muchas veces. Confieso que me da canguelo levantarme y atravesarlo para servirme un vaso de agua en la cocina. Sus ojos pueden estar ahora escudriñándome, iluminados como un par de brasas encendidas, sin que yo pueda verlos.

Ella es así, misteriosa, oculta, incomprensible. A veces creo que está a mis espaldas, vigilándome, pero cuando me armo de valor y vuelvo la cabeza, no encuentro nada. No obstante, sospecho que mientras escribo estas líneas ella sabe perfectamente que la pienso.

Precisamente en estos momentos noto que algo se enrosca a mi pierna. Supongo que disfruta impidiéndome trabajar, o acaso se considera una musa con perfecto derecho a acariciar mi pierna. Yo soy consciente de lo que se me exige. Tomo un lápiz del cubilete, y comienzo a dibujar círculos en su pelo.

Se arremolina en espiral, formando diseños extraterrestres. Para ella, señales del cielo. El motor que lleva su corazón se pone en marcha, emitiendo un sonido parecido al del rotor estropeado de una avioneta, hasta que por fin vuela, gruñendo suavemente en la atmósfera de la habitación. Una vuelta y después otra, y otra más, el lápiz va dejando surcos, como el misterioso dedo de un dios desconocido en un campo de amapolas salvajes.

Si me levantase ahora a por el vaso de agua, tropezaría con ella. Después de todo, me reconvengo a mí mismo por tener miedo de estar a su merced. Ahora que se va por el pasillo, satisfecha, después de haber recaudado su impuesto de caricias, aprovecho para escribir estas últimas líneas. Se marcha, o finge que se marcha para poder emboscarse al otro lado, junto a la puerta de la cocina, y ahí sí, sí, atrapará mi cuerpo, como si yo fuera una desprevenida alimaña a la que hay que despedazar. Tendré que defenderme y correré tras ella: una enloquecida carrera en la cual nadie está seguro de ser perseguidor o perseguido, cazador o presa.

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