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CONTANDO GRANOS

Hasta que la hora detenida en el reloj de arena vuelva al mar

Hoy necesito ver el mar, ver como mis anhelos se dislocan y estallan en espuma, bajo los jirones blancos de una pasión imaginaria que sobrevuela el cielo.

Hechosdehoy / Enrique Mochales
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Desde aquí escucho tu respiración -que es el aliento del océano- desmayado en la humedad sobre un lecho de venenosos peces salvarios, sujetos pasivos que viven bajo mi sombra.

El verbo es infinito.

Hasta que no cuente todos los granos de arena de esta playa no me marcharé, aunque mis pies desnudos se vean obligados a adentrarse mar adentro para seguir contando, y ofrezco mi estela de salitre a los rayos del sol para que se zambullan sobre ella y la borren con brillantes piruetas y saltos. Yo fui una ola, y ahora soy silueta de narval encallado. Quiero que me acaricien con un detector de metales, hasta que zumbe sobre mi improvisada cama, bajo cuya almohada de conchas amontonadas guardo un colmillo de oro.

Después de un tentempié a base de sirena enlatada, parece que mi vientre ruge de placer por sotavento. Ya no tengo palabras, me las robaron las mareas mientras me bañaba entre las olas, fueron los regalos de Neptuno para los niños.

Yo también quiero mi futuro, que me lo ofrezcan en un cofre, bajo llave, y que me digan “esto es tuyo”. Lo llevaré en un redeño a las rocas, el imperio de mi niñez soleada, y lo arrojaré sin mirar siquiera su interior a una pequeña poza donde viven quisquillas, cangrejos y medusas griegas.

El hechizo hipnótico de las Tres Marías –una ola, y después otra más grande, y después la mayor de todas- me embarga y me ayuda a dormir despierto. Una vuelta y otra vuelta, y vuelta a empezar. No recuerdo donde escondí mi ropa y estoy desnudo, dentro de poco la policía de las playas me vendrá a buscar, y tendré que enterrarme en la arena de nuevo, fingiendo que busco hermosas piedras pulidas para decorar la playa con un gigantesco dibujo para los albatros. Bajo el agua dulce de lluvia fina, agua sobre agua, mis piedras brillarán como joyas, y haré un collar para turistas que se mueren por un beso en otro idioma.

Mi impaciencia no se agota, es la perseverancia del mar en su batalla contra la tierra invasora. Para recordar -o todo lo contrario- conjugo el verbo hasta que la hora detenida en el reloj de arena vuelva al mar de donde salió.

 – Enrique Mochales, escritor, poeta y pintor, 1964-2015. Hasta el final de este año estará junto a nuestros lectores. Es nuestro homenaje, el de sus compañeros de Redacción en el diario digital nativo español Hechos de Hoy, a una obra renovadora e inédita que acuñó como Articuento.

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