Respondiendo a la pregunta del entrevistador: “¿Debe ser el fumador quien decida?”, la especialista en bioética y nicotina, señorita Menfor San, responde: “No hay ninguna duda sobre el deber de respetar la autonomía del fumador, es un derecho que consagra la ley, y si la persona no padece ningún trastorno mental, debe ser quien decida”.
El periodista interroga de nuevo: “¿Y si el fumador tiene una depresión pasajera, por ejemplo?”. La entrevistada no lo duda: “Pues se le cortan las dos piernas”. El periodista, asombrado, replica: “¿Pero no sería mejor cortarle una sola pierna? Lo digo porque las sillas de ruedas son carísimas: creo que salen a ochenta kilos de cintas de paquetes de Marlboro cada una”.
La entrevistada, famosa por sus ensayos médicos sobre la adicción al tabaco, ríe y apostilla: “Ah, pues que hubiera dejado de fumar antes. Si esa persona hubiese tenido en cuenta que en toda su vida no habría podido reunir ochenta kilos de cintas de paquetes de Marlboro para su silla de ruedas, se lo habría pensado mucho antes de encender un pitillo. Yo, por ejemplo, que he sido una fumadora empedernida, ahora fumo en pipa, que es mucho más sano, porque los auténticos fumadores de pipas no tragan”, aclara, mientras saca una pipa de espuma de mar de su bolso y procede a rellenarla. Después acerca una cerilla a la cazoleta de la pipa: pof, pof, nubecillas blancas. “Entonces, ¿usted cree de verdad que la pipa es la salvación?”.
La señorita Menfor San medita unos segundos antes de contestar: “No, yo creo que la salvación pasa por la amputación. ¿Usted conoce a alguien al que le hayan cortado las dos piernas, y siga fumando? ¿Cómo va a ir corriendo al estanco? ¡Es absurdo!”. El periodista hace un acopio de valor, y declara: “Seguro que hay alguna persona en esas circunstancias que sigue fumando. Vamos, que es posible, digo yo”. La señorita Menfor San da una chupadita a su pipa, y sentencia: “Pues se le cortan los dos brazos. Sin brazos es muy difícil seguir fumando, ¿sabe usted? Incluso en pipa. Y eso que la pipa es menos mala, porque…” “Sí, ya, ya”, le corta el entrevistador, “porque los auténticos fumadores de pipas no tragan el humo”. “Exacto”, corrobora la entrevistada, un poco molesta, y le pregunta: “¿Cómo sabe usted tanto del tabaco? ¿Ha fumado alguna vez?”.
Con un gesto humilde, pero firme, el entrevistador responde: “Yo no he fumado en mi vida”. Al tiempo que le echa una bocanada de humo perfumado a la cara, la señorita Menfor San, especialista en bioética y nicotina, le susurra: “Pues qué pena no poder cortarle algo”.