Los ríos suenan como cascabeles y el campo embarrado vuelve a recuperar su genuino verdor. Las flores aún no se han recuperado. Los árboles siguen ahí, rodeando la explanada, vigilando los horizontes desde sus picos.ab La sangre ha alimentado ya la tierra, y se transforma en un abono.

Suena la música de los pájaros bosquimanos, y una leve melodía de trompetas que se aleja por el horizonte. La batalla ha sido dura. Los grupos aliados han experimentado muchas bajas de unos y otros lados. Los doctores de las tribus han reanimado a la mayoría, pero a algunos se los han llevado, muertos pero felices de haber muerto por espada enemiga. Irán directos a Walhalla.

Los agricultores han llegado y hacen surcos con sus bueyes. Después pasan a la siembra rápida. Suceda lo que suceda, es la época. Los animales del bosque han recibido la señal de internarse en lo más profundo de la selva. Allá donde vive el hada primavera, que espera su llegada. Buda se ha transformado en árbol y no quiere contestar a preguntas. Es hora de la meditación.

Las nubes se concentran sobre al antiguo baluarte -destruido completamente- y cae la lluvia. Las tropas de Mordor han sido vencidas. No se teme una concentración particular de maquis. Todos parecen haber comprendido el significado de la última batalla. Los astrólogos han anunciado una nueva era en secreto, reunidos con los druidas.

Se olvidan los reyes de sus antiguas aspiraciones de expansión, y se dedican a celebrar fiestas para complacer al pueblo. Sacan de entre sus tesoros las alforjas de la cultura, y unas cuantas monedas de oro auténtico para repartir entre la población. No ha habido vencedores ni vencidos. Tan solo un arreglo de cuentas. Sobre la mesa están las firmas de todos los clanes, verificando su conformidad por un nuevo continente.

Los paisanos escriben cartas en la piel de los que informan a sus parientes y amigos más lejanos que han sobrevivido. Son cartas con dibujos paganos, escenas románticas y barrocas, expresiones de felicidad pintadas en mil colores y la mayoría llevan un arcoíris como sello. ¡Los cortafuegos han funcionado! Dicen algunos. ¡No se han extendido las llamas!

Los niños ríen, pues les han traído regalos, y las despensas aún tienen alimentos. Algunos locos profetizan el fin del mundo, y tienen razón. Según ellos, es el año cero.

(*) Enrique Mochales (1964-2015), escritor y pintor. Su blog “Como sujetar un cocodrilo” supuso una novedosa iniciativa de incisivo columnista en el escenario digital. Entre su obra, “Mermelada amarga” (Ed, Margen cultural, 1993); “La fragilidad de la porcelana” (Ed. Alberdania, 2010), y "Esclavo de la luz" (Ed. Punto Rojo, 2013).