Por más que a mi tía Alicia, a prima Margarita, a Trici y a mi mismo nos guste el golf tal como es, en este mundo sin fronteras – o al menos con tapias muy bajas – acuden todo tipo de sujetos que parecen saber de esto un montón y están dispuesto a sacar al prójimo de su alegría de todos los días. No sé si era Oscar Wilde quien alertaba a la Humanidad sobre la peligrosa influencia de los filántropos, seres empeñados en hacer un tipo de bien restringido a una selección de humanos, eso sí tomados como haría un entomólogo con una especie de mariposas.
Supongo que hacer el bien está muy bien, pero, como en el chiste de Jaimito, uno no puede pensar que es un honorable boy-scout por el simple hecho de hacer llegar a una anciana a la otra acera, cuando la anciana no quería cruzar la calle.
Hoy, en la redes telefónicas este papel de boy-scout persistente lo cubren a las mil maravillas los sufridos empleados que a la hora de la siesta o cuando Alberto Contador con un démarrage va a dejar sentado a Chris Froome llaman educadamente al teléfono para hacerle a uno una oferta que no puede rechazar. Da lo mismo que usted insista en que quizás no es buen momento o que está muy contento con Vodafone. Todo argumento está condenado al fracaso porque el esforzado empleado, inasequible al desaliento, vuelve a la carga una y otra vez hasta el desmayo:
.- Quizás, señor, no lo pensó lo suficiente… es una oferta única pensada para usted….
O visto desde el lado de la eficiencia, siempre me ha llamado la atención ese tipo de libros titulados “Como hacerse millonario en una semana” o “Sea torero en tres lecciones” o, no sé si más audaz, “Haga usted mismo su puente colgante sobre el Nervión”.
¡Señor mío! Excluidos los enriquecidos por la lotería, todos los ricos que conozco, y conozco un montón, han logrado sus millones por herencia – el caso de Trici, segunda fortuna de la provincia –, o por aplicar ingenio y talento durante décadas: desde luego ninguno de ellos ha revelado en un libro como hacerse de oro en siete días. Además, ¿Usted se cree que si el autor supiera como llenarse los bolsillos de dólares iba a dedicarse a escribir un libro? Lo del torero en tres lecciones y lo de autoservicio de puentes colgantes lo dejo para matadores e ingenieros respectivamente.
En estos altos pensamientos me encontraba yo, en la terraza Oeste de la Casa Club consumiendo mi bourbon con hielo, mientras saboreaba – ¿puedo añadir “una vez más”? – la victoria de esta mañana sobre mis noble compañeros por una diferencia notable de dos golpes en el 18 hoyos. Distraídamente me puse a trastear con Twitter en el grupo de Golf de mi tablet. Y he aquí que descubro otro filántropo. Éste tiene las llaves del éxito en el golf. Leo y transcribo: “Baje 2 o 3 golpes de su resultado habitual, mientras conduce”.
En resumen, parece que por sólo 4 dólares y 28 centavos (en el formato “plastic comb”) puede adquirir en Amazon un volumen titulado “The mental keys to improve your golf” escrito por Michael Anthony y escuchar el CD de acompañamiento mientras se desplaza a tomar el té a casa de tía Alicia (no lo recomiendo: el té hace honor a la dueña) o camino de su chalet del Puerto de Santa María.
Cuando usted, pobre hándicap 4 o 18, saltándose varios radares en su despiste, se haya tragado el discurso, parece ser que su swing tendrá la armonía y fluidez de un paso de ballet – pongamos un grand assemblé – ejecutado por Olga Smirnova en el Lago de los Cisnes, y la distancia de Rory McIlroy en un par 5 recto: perfección pura, canela en rama y de dos a cincos golpes menos por vuelta.
Particularmente, si el lector me lo permite un consejo, ensaye antes por su cuenta y no se juegue el Martini con un amigo mío que ya en el hoyo 1 es capaz de ver que usted viene más verde que el escudo del RBB (Real Betis Balompié).
Sí puede decirse que el golf tiene unos valores, unos principios de gestión de la ansiedad, de administración de los impulsos. Tengo que dar la razón a Mr. Anthony cuando dice que no hay que confundir voluntad con mero deseo; que la fe en uno mismo atesora no poca energía positiva y que, sobre todo, la paciencia es esencial. Esencial en todo: en ese partido simpático, en la búsqueda de trabajo, en la vida o en el dolor. Pero, como ha dejado escrito también hoy en Facebook una amiga mía “Paciencia no es la habilidad de esperar, sino la habilidad de mantener una buena actitud mientras esperas”.
Por eso, quizás me compre el libro incluso aunque no me haga falta para
