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La muerte de Emilio Botín (que el Banco Santander anunció a primera hora de este miércoles como destacó Hechos de Hoy) ha producido comentarios de todos los tonos, de todos los tipo de educación e incluso de falta absoluta de ella, cuando no del decoro y respeto que merecen los muertos nos haya gustado o desagrado su paso por el planeta de los humanos.
Destacan, sobre todo por más creíbles, los pronunciamientos favorables a un recorrido vital que, siguiendo el lenguaje del golf al que era gran aficionado, ha tenido bogeys, dobles bogeys y posiblemente algún “out of bounds”. Pero a la vista de los resultados de su gestión personal podemos contabilizar largas series de birdies y eagles que lo han llevado a la cumbre de la banca nacional e internacional.
Bisnieto, nieto e hijo de banqueros, Emilio Botín dedicó a este trabajo sus mejores talentos y a fe que les sacó provecho con iniciativas valientes, audaces – ¿se acuerdan del “cero comisiones” a sus clientes? – y con decisiones arrojadas de santanderino: parecía llevar mezclada con la sangre la sal marina, el salitre, la espuma, el viento y la fuerza de ese Cantábrico que se divisa desde su casa palacio del Promontorio levantada en al bahía sobre la Playa de los Peligros.
Buen nombre para una ensenada y para señalar a este aprendedor y emprendedor que sonreía como El Cordobés, que miraba a la vida y a la gente de frente, pragmático, llenador del tiempo y decidido anticipador dispuesto a jugarse prestigio y dinero para ganar volumen y músculo financiero fiable.
No digo que todas sus decisiones fueran acertadas, que probablemente no lo fueron; digo que no se abstuvo de tomarlas y que lo hizo con la mirada puesta en alguna estrella lejana: “si quieres que el surco sea recto pon tu mirada en una estrella”, me dijo un directivo en una vida anterior.
Tengo para mí que mucho de lo bueno que ha edificado Emilio Botín hasta esta última – porque ésta si es la última – operación se debe a una personalidad enteriza fundamentada en valores humanos que hoy, en una sociedad líquida y descomprometida, oímos poco y practicamos menos: compromiso, persistencia, respeto por la propiedad, inversión en educación, apuesta por la innovación eficiente, apoyo crediticio a las pequeñas y medianas, patrocinio del deporte.
Ya sea en la Formula 1 con Ferrari, en el estudio con Campus Santander Emprende, en el fútbol con la Recopa Santander Sudamericana o en tantas ámbitos del progreso social, la entidad presidida hasta este miércoles por Emilio Botín ha puesto señas de identidad bien concretas al progreso.
Muy cercano al mundo del golf estuvo también Emilio Botín y lo practicó con cierta asiduidad y seguramente con puntería: su hándicap 11.0. Su hija, Patricia Botín O’Shea, presidente de Santander UK y sucesora al frente de la matriz cántabra tampoco lo hace mal (hándicap 7,3), por no hablar de su nieto e hijo de Seve, el joven Javier Ballesteros Botín (hándicap -2,1).
Desde luego que una personalidad así no podía estar alejada de los problemas más graves, algunos irresolubles, que reclaman compromiso. Supo sacar provecho de la extendida afición al golf para unirla a necesidades sociales. Este es el sentido por ejemplo, de la iniciativa “Accionistas Santander Golf Solidario” que promueve un circuito de ocho torneos en otros tantos campos; las cantidades de la inscripción más las donaciones “Fila 0” se entregan a las Fundaciones Intheos y Teodora que se ocupan de niños con enfermedades oncológicas. 17 entidades nacionales se han sumado al patrocinio y hay réplica de estos premios en Reino Unido, Méjico, Estados Unidos y Portugal.
Al ver su foto con rostro alegre, reproducida ahora por todos los medios, sale del alma dedicarle a él el lema de ese circuito altruista “tu sonrisa es única… la de ellos también”.
El Cielo, Emilio, te ha hecho la OPA más amistosa, inoponible y de mayor valor que pudiera imaginar tu mente sagaz: descansa en paz.
Una gran conmoción en el Banco Santander