Un día el cantante de country Toby Keith estaba jugando al golf con Clint Eastwood. En determinado momento Eastwood dijo a Keith: “cumplo 88 el lunes”. Keith le preguntó, “¿qué vas a hacer?. Eastwood replicó: “voy a filmar una película, cuyo rodaje está programado para comenzar la próxima semana”.
Keith le preguntó “¿qué es lo que te hace seguir?”. Eastwood respondió: “me levanto cada mañana y no dejo entrar al hombre viejo”. Keith volvió a casa ese día y escribió una canción. La envió a Clint con la esperanza de que él la considerara.
Así fue, la canción forma parte de la película de Clint Eastwood, “The Mule” (2018) y trata sobre no dejar entrar en nosotros el hombre viejo.
Si traigo a colación esta canción es porque han coincido en la última semana – y aún en esta misma tarde – hechos que la hacen brillar con especial resplandor porque ponen de relieve hazañas de personas mayores y experimentadas.
En el mundo del motor hemos vibrado con el triunfo en el desierto de Carlos Sainz, que con 57 años ganó el célebre Rally Dakar.
Si nos acercamos al golf, hemos podido aplaudir a Lee Westwood que el domingo se hizo con su victoria número 25 al ganar en Abu Dhabi cuando tiene ya 46 años.
Pero para los españoles todavía nos suena más a campanillas de gloria el triunfo del Miguel Ángel Jiménez batiendo en el desempate a dos estrellas – Ernie Els y Fred Couples – para llevarse finalmente el Mitsubishi Electric Championship at Hualalai. Hawái estaba mas en el cielo que en el Pacífico para este veterano que toca con sus dedos, una vez más, las orillas refrescantes de la gloria deportiva.
“Pregúntate cuantos años tendrías/si no supieras el día que naciste”. Carlos, Lee o Clint parecen vivir ahora esa propuesta de la canción de Toby Keith. No somos tan viejos como el anciano que se esconde en nosotros. No le dejes entrar y extiende la juventud de tus anhelos.
Hoy nos ha invitado a más de veinte a su cumpleaños un amigo: Andrés. Si los contáramos darían 15 años menos de la centena. Sin embargo en una vida lograda, como la de Andrés, la cuenta no se hace por años durados, sino por años dorados.
Ahora preside en el Club un grupo de veteranos, de seniors, señores del golf, de la comida y del humor penetrante de la amistad. Cada quince días juegan su partido de una liga, 18 hoyos -o 9, si llueve como hoy- y luego, alrededor de la mesa entre puyas y banderillas, entre bromas y veras acabó tejiéndose la fuerte fibra de una tienda amiga donde acampar la risa y el abrazo.
Parece fácil, pero la gobernanza de la edad ajena, de las circunstancias personales y hasta de las manías ha sido estos años en manos de Andrés una balsa. Él, como en la canción de Toby Keith, ha echado fuera de sí desde el primer momento “al viejo”, para hacerse joven, entusiasta y entregado. Me hablaba hoy de la vida larga que se hace corta.
En él, la vida no es larga: es profunda por amistad y amable porque mira antes a los que estamos fuera. En su interior arde la juventud socarrona que se da sin reservas. Joven: alguien que monta el caballo de un horizonte que compartir.
“Cuando montas su caballo/Y sientes ese viento frío y amargo/Mira por tu ventana y sonríe/no dejes entrar al viejo/Mira por tu ventana y sonríe”.
Andrés, Clint, Lee, Carlos o Miguel Ángel podrían firma esa estrofa y esta otra:
“Y mantente cerca de tus amigos/Brinda cada atardecer con vino/No dejes entrar al viejo/Muchas lunas que he vivido”.
Y las que, Dios mediante, viviremos Andrés con tu gozosa presencia. Aúpa.