El efecto Rahm consiste en una cierta presión a la altura del esófago con ramificaciones al perímetro cardiovascular. Una prolongada exposición a ese efecto provoca en los jugadores que lo sufren una inquietud terrible cercana al pavor, o, dependiendo del temperamento, justo lo contrario, es decir, una motivación extra para lograr los mejores resultados.
El origen del efecto Rahm es, según la práctica totalidad de los analistas, el estupor que produce competir con un vasco que acaba de batir el día anterior el récord del campo, que lleva ocho birdies y un eagle en los últimos dieciocho hoyos, y que empieza la ronda final con tres nuevos birdies en los tres primeros hoyos.
Un amigo, compañero de golf, compitiendo ante un sujeto con un día tan extraordinario suele decir “a esta rata quien la mata”. Pues más que a una rata Jon Rahm se les aparecía como el Diablo de Tasmania de los dibujitos de Bugs Bunny: un mal, un torbellino amenazante que no cesa.
Y un susto nos dio en el hoyo 6, par 5, cuando con un segundo y largo golpe de 230 metros desde el rough, se arriesgó y mandó la bola al agua. ¡¡¡Uf!!! respiramos los partidarios cuando con sus portentosas manos hizo la recuperación para par.
Pero los bogeys aunque tarde también llegan. Y lo sufrió en el hoyo 11, justo cuando Bryson DeChambeau hacía birdie.
Se volvían locos Justin Thomas, Patrick Reed y Erik “Horrible-Pantalón-Esquijama” van Royen con drives y golpes largos muy desviado y con un Rory McIlroy que no estaba muy acertado en su juego corto y en los greens.
Parecía en esos inicios de los segundos nueve que el efecto Rahm había inficionado al propio Jon que presentaba rasgos de nerviosismo quizás provocados por el movimiento o los ruidos del animoso público azteca.
Para todos se ponían difíciles los últimos hoyos, jugando entre los árboles, cayendo en bunkers y enredando los palos en un rugoso rough. Los greens de poa, tampoco facilitaban la rodada de la bola.
Era claro que el día sólo se pondría de cara para jugadores con un temple y una concentración especial. Y este domingo esa carta la tenía Bryson DeChambeau. No sabemos que pastilla había tomado pero al “Profesor” le habían desaparecido los síntomas del efecto Rahm: Trabajaba muy concentrado y certero.
Y entonces, el propio español empezó a fallar; no eran equivocaciones muy graves, pero suficientes: errores de palo que le hacían pasarse; falsas lecturas de green y, lo más incisivo, unas ansias desmesuradas de alcanzar la cabeza. Una urgencia que se le hacía más acuciante.
El bogey de Jon Rahm en el hoyo 14 – puro putt desorientado – le dejaba a cuatro golpes de Bryson DeChambeau y cuatro hoyos por jugar. No tenía buena pinta, ninguna buena pinta.
Y así sucedió lo que tenía que suceder: Jon Rahm no alcanzaba al líder. Éste hizo bogey en el hoyo 17 lo que abrió la puerta al combativo Patrick Reed iba en el hoyo siguiente. El hoyo 16 fue la clave: este jugador hizo birdie y pilló el liderato.
Emoción hasta el final.
En el último hoyo Bryson DeChambeau tiraba un putt de birdie para dejar en Casa Club un -18, el mismo resultado que en ese momento tenía un hoyo atrás Reed. Pero lo tiró lento y no consiguió ese objetivo, facilitando así las cosas a su compatriota.
Jon Rahm terminó -15 y estuvo muchos hoyos en la pelea.
Todo esto dejaba el camino expedito para que Patrick Reed se alzara con el triunfo en México que le sitúa primero en la clasificación de la FedEx Cup.