No me gusta cuando nos presentan a alguien poniendo de apellido su profesión, como si eso fuera a cambiar la forma de estrechar la mano. Los libros, si son buenos, no necesitan calificación por edades o temática; eso sólo sirve para ordenar la biblioteca. Ni siquiera juzgarlo como bueno o malo sería justo en muchas ocasiones. Al igual que las personas, con el tiempo, los libros cambian: lo que hace años no merecía nuestra atención, hoy sí o viceversa.
La literatura juvenil está dentro de las lecturas consideradas “menores” por culpa de algunos tópicos (a veces no tan infundados, léase la saga Crepúsculo), que hacen que nos perdamos joyas como el libro Loba, de la escritora mexicana Verónica Murguía en la editorial SM y ganador del premio Gran Angular. Posiblemente uno de los mejores libros publicados el año pasado.
La trama se desarrolla en una tierra medieval y ficticia, donde los magos viven enfrentados a un rey sin heredero varón que los odia, junto a un pueblo esclavizado por sus gobernantes. Una tierra con la constante amenaza de una invasión por parte de unas tribus salvajes nómadas. A todo esto, se une el rumor sobre un dragón, bestia que se creía extinta, que abrasa y mata sin distinción. Parece poco original: princesas, guerreros, bestias mitológicas… pero no es así: está tan fantásticamente bien escrita y el alma de los personajes está tan bien retratada, que por momentos me recordó al genial Olvidado Rey Gudú de Ana María Matute, premio Nobel ya, por favor.
Los actores principales son el atormentado Rey Lobo, su hija la valiente Soledad y el joven y orgulloso mago Cuervo. Hay muchos e importantes personajes secundarios, como el eunuco Tagaste; Fura, fiel vasallo del rey; o Húbilai, líder de los salvajes. Pero sin duda, los que más impactan, los protagonistas de verdad, son el Dragón y el Unicornio. El dragón es prosa poética, las descripciones tanto de él como de sus divagaciones son bellísimas, a la vez que terribles y sobrecogedoras. Cada aparición suya es el reverso duro y maligno del burro de Platero y yo. Provoca admiración y pavor al mismo tiempo; la belleza del fuego, de la batalla, de la oscuridad…
“Los bosques ardían y estallaban. Al estruendo se sumaban los clamores de las manadas, de las nubes de pájaros que caían al suelo, de las piedras que se partían en pedazos. Su fuego, cuantas más cosas devoraba, más hambre tenía. Se derramaba como agua por las laderas de los montes, llegaba a los ríos y a los lagos y los convertía en nubes.
La noche se volvía roja. El cielo era una bandera incandescente que ondeaba. Y en el centro de esa bandera, un dragón rampante, el símbolo de la destrucción.
Esa bandera roja fue lo último que los campesinos que poblaban las tierras vieron antes de morir.”
El unicornio, enemigo íntimo del dragón, es un ser inquietante, bueno, virtuoso y cruel. Justo e implacable como la Naturaleza.
El libro es una novela de aventuras, pero puede tener interpretaciones más o menos profundas y opinables en las que no voy a profundizar. Lo que no deja lugar a dudas es que es un hermoso alegato contra la guerra, un canto a la libertad y una demostración de amor por el mundo natural.
Lo que menos me atrae: la ausencia de personajes femeninos malvados y que casi todos (ambos sexos) son en general bastante llorones, pero pensándolo bien, hasta en eso es original esta "típica" fantasía medieval.