Renacer es recuperar la confianza, es llorar sin parar y no querer parar de reír.
Es levantarse cada día, es volver a cocinar, a tomar una ducha. Es subir escaleras o coger un vaso. Es enhebrar una aguja o pelar una naranja, es sentir la poesía de un simple paseo. Es volver a jugar con los nietos, es hablar otra vez con tus amigos, con tus hermanos, con tu marido, con tus hijos, con tu madre.
Renacer a pesar de los médicos y gracias a ellos. Es apreciar la sencillez y redescubrir tesoros. Es saborear la vida como un bebé. Es ilusionarse con la hora siguiente, con el siguiente minuto.
Renacer es volver a preocuparse por tonterías, pero menos que antes; es aprender a no perder el tiempo. Es aceptar los cambios que llegan por las buenas o por las malas.
Renacer es cambiar tu sonrisa, es caminar distinto pero caminar al fin y al cabo. Es volver a ver un milagro en cada amanecer.
Es poder bailar sin moverse, es tocar la luz del sol y acariciar la luz de luna. Es dejarse llevar.
Renacer es recordar el pasado sin lágrimas ni comparaciones, como se recuerda la infancia. Es darse cuenta de que nada es mejor de lo que ahora pasa y lo que está por pasar.
Renacer es enfrentarse con la rotundidad del presente a los miedos que paralizan la vida.
Renacer es conocer la meta pero no los límites.
Es entender lo únicos y temporales que somos todos. Es no preguntarse ¿Por qué a mí? Es entender que las respuestas más importantes solo se conocerán en la eternidad. Renacer es dar gracias a Dios.
A mi madre y a mi padre, que juntos nacen y renacen, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Ejemplos para un ya ejemplar hijo y para otro, el que suscribe, que sigue aprendiendo sobre lo que significa el valor y el amor de la familia a pesar de dificultades.
Renacer es vivir y luchar y vivir y luchar y vivir y…