En los bajos de mi oficina hay una administración de la Agencia Tributaria. Toda esta temporada cuando voy cada día a trabajar veo grandes colas de ciudadanos esperando a ser recibidos para entregar la declaración de la renta o consultar dudas, sobre todo personas mayores a las que esto de la informática y trámites online les ha pillado tarde y no les sobra el dinero como para contratar a un gestor administrativo.
Me admira ver a tanta gente aguantando con infinita paciencia la larga espera, con el calor sofocante que está haciendo, para cumplir con su obligación como ciudadanos, sabiendo que al llegar a casa tendrán que soportar para más inri la imagen en la televisión del sádico que ocupa el ministerio de Hacienda con sus risitas, je je…, que al parecer le produce el ver sufrir a los contribuyentes. Todos los días exclamo para mis adentros: ¡qué buena gente!
Creo que son estos buenos ciudadanos los que se han tomado en serio al país, y es gracias a ellos, a la gran masa anónima de ciudadanos con un alto sentido cívico, que estamos saliendo poco a poco de la crisis y se palpa una sociedad bastante bien articulada que hace que el país funcione aceptablemente a pesar de la ínfima categoría de la mayor parte de la clase dirigente.
Por contraste a esta buena gente silenciosa, todos los días desfilan en los medios de comunicación ante nuestras narices la caterva de políticos, jueces, fiscales, ucos, udefes, periodistas y opinadores con sus escandalosas performances en las que todos se pelean contra todos.
Es terrible asistir al espectáculo diario de políticos corruptos y políticos que llegan enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción que al cabo de muy poco tiempo descubrimos que son tan corruptos como los primeros; jueces estrella que con tal de figurar como implacables justicieros instruyen sumarios de cualquier manera y que a la postre impiden que se haga justicia; jueces contra fiscales y fiscales contra jueces y contra otros fiscales; policías o guardias civiles que ejercen de jueces y establecen sentencias en sus informes; filtraciones a los medios de comunicación amigos de secretos de los sumarios; filtraciones de próximas detenciones para que los medios de comunicación que interesan puedan emitirlas cómodamente en los telediarios; jueces que dictan prisiones preventivas de casi tres años; pedrojotas contra marhuendas y mauricios, y viceversa, cospedales y sorayas a la greña, La Sexta que no hace más que dar cancha a los podemitas pero dicen que son los amigos de Soraya y a los que ésta les filtra noticias de inminentes detenciones de supuestos correligionarios de la vicepresidenta…
Yo honradamente tengo que reconocer que ya no entiendo nada. Ya no sé quiénes son los buenos y quiénes los malos, quién tiene razón y quién no. Como dicen que dijo Pío Cabanillas Gayas, “yo ya no sé si soy de los nuestros”.
Dicen que son luchas de poder y lo serán, pero yo hasta ahora creía que se trataban de luchas por el poder entre ideologías opuestas, entre partidos políticos, pero viendo el panorama estoy llegando a la conclusión de que se trata de luchas personales por intereses particulares de políticos, jueces, fiscales, policías, periodistas, etc., y aquí ya entra el todos contra todos para sálvese el que pueda.
Visto el panorama, me consuelo viendo a la buena gente haciendo cola ante Hacienda para contribuir con su esfuerzo -unido al de los dirigentes honrados, sensatos y trabajadores, que también los hay- al sostenimiento de la nación, para hacer de España un país serio.