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PAJARITOS DE COLORES

La película de Alfred Hitchcock, “Los pájaros”, ¿fue obra de un visionario?

¿A quién se le ocurre pedir un pajarito ahora? No podía tener mayor sentido de la oportunidad, este crío. Pero está empeñado. ¿Y quién le dice ahora que es peligroso tener pajaritos?

Hechosdehoy / Enrique Mochales
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El padre sabe que la población de algunos lugares de Europa acumulaban Tamiflú, un medicamento con glamour que creían les salvaría de la pandemia anunciada. Pero el niño quiere un pajarito. Sin embargo, el padre no quiere arriesgarse, ahora no es posible comprar un pajarito para el nene con tranquilidad. Y además, ¿a quién se le ocurre pedir un pajarito ahora? No podía tener mayor sentido de la oportunidad, este crío. Pero está empeñado. ¿Y quién le dice ahora que es peligroso tener pajaritos?

El acojono le lleva a la risa tonta, y después de unos metros, murmura: “Fíjate que no sé si vamos a poder comprarlo. Creo que los pajaritos se han acabado. Así que, si no hay, no te enfades”. El caso es que la película de Alfred Hitchcock, Los pájaros, fue obra de un visionario. Y es que la vida es así. ¿Qué da más miedo a los vascos? Dentro de poco quizás respondamos que los pajaritos. Sí, esas aves migratorias que no pueden ser detenidas por ningún muro, y que se ciernen sobre nuestros cielos.

Volverán las oscuras golondrinas, piensa el padre, por la ruta del mar Negro y el Mediterráneo, o por la ruta del Atlántico, mientras el niño pide un pajarito-un pajarito-un pajarito, porfa-porfa-porfa, y el padre baja hacia la Plaza Nueva agarrando de la mano a su hijo y pensando si los loros contagian más que los pájaros pequeños, porque, claro, los loros no paran de chillar, y echan el aliento, y el niño sigue suplicando por un pajarito, solo uno.
 
Pero no hay pajaritos para el nene. Cuando se adentran en el recinto de la plaza, intentando evitar las jaulas, el padre hace un esfuerzo inconsciente para no respirar y está a punto de decirle al niño que no se acerque a los pájaros, pero se contiene. Aun así, no le va a comprar al niño nada que tenga alas. No, no hay pajaritos de colores para el nene.

No es ningún crimen tratar de proteger a un hijo, por el contrario, es un deber para todo padre responsable. El padre se afana en explicar a su hijo lo inexplicable: “Los pájaros deberían estar libres, como cualquier otro animal. ¿A ti te gustaría tener un pajarito encerrado en una jaula, privándole de su libertad? A mí no, desde luego”. En un último intento por quitárselo de la cabeza, exclama entusiasta: “¿No prefieres una tarántula, o una serpiente venenosa?”

“Unas rabas y una Coca-cola”, replica el niño, para zanjar el asunto.

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