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BAJO LA MIRADA DEL HALCON

Ricky Fowler (-16) gana el Abu Dhabi HSBC. Alejandro Cañizares (-11), quinto

La travesía del desierto en golf no tiene significado de doloroso tránsito. Más bien tiene algo de sabor a cálido principio de siglo XX desde el Abu Dhabi HSBC Golf Championship jugado este fin de semana.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Sólo lo amargan un poco la imágenes de cochambres en bermudas y tripas cerveceras al otro lado del cordel. Signos de los tiempos dice mi prima Margarita. Signo de la decadencia de Occidente que dice mi tía Alicia reescribiendo a Oswald Spengler.

Pero si uno es capaz de abstraerse de ese paisanaje y de las botas de astronauta de Ricky Fowler, encuentra figuras evocadoras; como ese halconero vestido con su túnica árabe y cubierto por delicado turbante y que porta en su brazo izquierdo un halcón de cetrería de mirada aguda, límpida y seca. Para el beduino, el halcón “se eleva con la suavidad de una plegaria y desciende con la rapidez de una maldición”.
 
Todo un soplo evocador, como la de ese hombre con su túnica de radiante blanco y turbante charlando en el palco de hospitalidad con un europeo, copa de champán en mano. Ya digo, casi parece que vas a encontrarte a un comandante colonial o al mismo Thomas Edwards LawrenceLawrence de Arabia – en un recodo del bar de la Casa Club.
 
Durante los tres primeros días, con la suavidad de una plegaria se elevó en la tabla de clasificación Rafael Cabrera Bello (-9), hasta llegar a ocupar la segunda plaza. No se precipitó como una maldición – acabó 14º -, pero si se quedó en ese triste y doloroso juego de tantos domingos, cuando sin cometer atropellos en su juego, sí se le ve como atenazado y, en todo caso, superado por rivales, que aciertan como disparo de buena carabina.
El caso de Alejandro Cañizares (-11) fue distinto: desde el principio fue subiendo con esfuerzo, para dar un salto en la pizarra el último día y atrapar una presa no menor: la quinta plaza. Pablo  Larrazábal –(-6), con 68 golpes en la jornada final, se aupó hasta el puesto 26º: siempre hay que batir alas, siempre: además de Año Olímpico, 2016 es año de Ryder Cup.
 
Descensos como rayos los hubo. Ese fue el caso del inglés Andy “Sonrisa” Sullivan, que en los dos primeros días con sendos 67 encabezaba la tabla junto a Rory y acabó 22º. Al propio norirlandés el viento de la altura parecía arremolinársele en el flequillo el domingo. En la ronda final los hoyos se le escondían de las bolas en el green como gazapos avispados evitan el ojo del halcón (1 arriba en la primera vuelta). Pero los genios son genios y sacó su varita mágica con forma de wedge para hacer un chip largo que rodó y rodó hasta el fondo del hoyo 16. En el 18, par 5, se metió en green de dos golpes para sellar un eagle con un putt kilométrico.
 
El que sí tuvo su gran órbita de altos vuelos es Ricky Fowler – ya hemos dicho que llevaba botas de astronauta -. La verdad, con su juego del domingo podría haberse escrito una crónica titulada “2016 Una Odisea en el Desierto”. Su poderío técnico, su concentración hoyo a hoyo y la cadencia de sus armónicos movimientos, bien podría haberlos filmado Stanley Kubrik, a quien debemos la versión original de 2001.
 
Ricky fue haciéndolo todo bien, con sabiduría del golf. El golf tiene una sabiduría, un manual de lo que debe hacerse para ser líder el último día y, lo que es más importante, conservar esa altura de vuelo hasta el hoyo 18. Los dos primeros hoyos el americano los zanjó con birdies. Ocupaba el puesto de mando y ahí se mantuvo, seguido de cerca, a dos golpes, por el belga Thomas Pieters.
 
Todo era bonanza y viento favorable para Ricky Fowler. Pero se cruzó el hoyo 7, un par 3 de unos 180 metros y lago delante del green. Pieters alcanzó la distancia por el lado del confort. Pero el americano tiró a bandera sin alcanzar el green y, a punto de caer en el agua, la bola se detuvo en arena dura y difícil. Tan dura y difícil que el golpe de Fowler se fue fuera de green por el lado opuesto. Total: doble bogey.
 
Pero si uno tiene el día las cosas soplan diferente. Y al doble bogey le siguió un eagle en el hoyo 8, par 5, con una espectacular salida de bunker al que había llegado con un audaz golpe de driver desde la calle.
 
Ya en el hoyo 17 zanjó cualquier atisbo de imprevisible derrota con un chip que envió la bola al fondo de la copa para firmar un birdie. El lo sabía o a lo mejor fue el cetrero quien le susurró el proverbio árabe: “lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo”.

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