-Dejadme que os pinte hoy el lunar junto a los labios.
-Claro, en marrón oscuro.
-Todos los caballeros están deseando borrarlo. Pero no pueden, es un lunar muy resistente y vos tenéis unos reflejos portentosos.
-Defiendo mi lunar con la vida.
-Del otro, claro.
-Claro, de quien me lo quiera arrebatar. ¡No serán tan felones! No se atreverán. No lo permitiré, ni una goma de borrar, ni un trapo, ni una toallita desmaquilladora se acercará a mi cara.
-Ni una mosca osaría, no viviría para contarlo. La ensartaría con mi florete.
-Un pincho moruno
-¡Qué rico!
-De moscas.
-¿Vamos a tomar uno? Venid a buscarme.
-En carroza es una semana de viaje, adorable Majestad.
-Para el deseo no hay nada imposible. No me deseáis con fuerza suficiente.
-Os deseo con toda mi alma, pero temo lo que el Rey pudiese hacer si nos sorprendiese.
-¿Es la carroza o el rey quien impide vuestro viaje? ¿Seréis más un hombre de letras que un valiente?
-De letras en todo caso, pero respeto a vuestro marido. Y también vos. He ahí el problema.
-El rey no tiene poder en este reino.
-¿En el del amor?
-En el del Facebook.
-Ese castillo no tiene reyes. ¿Me dejaríais que llevase a cabo tal empresa, ignorando que en el terreno vecino el Rey mora?
-¿Eh? ¿Perdéis de repente el aliento y os cuesta pronunciar palabra? ¡Cómo es el siglo XXVIII!
-Sí… los tiempos han cambiado mucho. Ahora, un amante tiene que excusarse de serlo. No es como antaño. Voy a desconectar el chat, y a pensar en la carroza de la madrugada. No me confundáis con el otro. No vaya ser que, en pleno acto, le llaméis Henry Jacques de la Pompadour y la Bretagne, Duc du Soleil bleu, y Marquis de la Nuit fermée. Os beso por vuestro brazo, hasta llegar pausadamente al cuello, y rozar levemente vuestro lunar.
-¡Mmmmmm! Qué rico.
-Riquísimo.