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UN ESTADO DE ÁNIMO

Cómo ser Gabriel García Márquez y no morir en el intento

Macondo, los Buendía y el coronel, el legado vivo de García Márquez. La capital del realismo mágico y escenario de "Cien años de soledad" se inspiró en Aracataca.

Hechosdehoy / Enrique Mochales
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Hoy he ido al registro de defunciones, y he dicho, sin más: “¿Conoce los libros Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, El amor en tiempos del cólera, entre otros?”. El funcionario me ha mirado de hito en hito: “Sí. Y qué” “¿Cómo?” le he contestado, y luego, recuperándome: “Pues que ha muerto Gabriel García Márquez y yo he muerto un poco con él”.

El funcionario no se ha arredrado: “García Márquez acaba de morir de verdad, no como usted” “Pero si uno es Gabriel García Márquez no muere nunca. Jamás. Simplemente se va a Macondo y saluda a todos los personajes que hay por ahí. Y vive con ellos y con sus descendientes. ¿No leyó usted que en un artículo científico se aseguraba que la muerte no existe? ¡Qué mal informado está!”

El funcionario me puso un artículo del periódico delante de las narices: “Muere Gabriel García Márquez, ¿lo ve? Los periódicos son tajantes. Usted no puede haber muerto un poco, yo le veo vivito y coleando. Así que vaya desalojando, ande, ande, que yo tengo otras cosas que hacer que convencerle de que no ha muerto con Gabriel García Márquez. El premio Nobel está muerto, finish, kaputt. Y usted no. Déjese bigote, hombre, y venga dentro de unos días, quizás así le crea. Pero, por el momento, hágase a la idea de que no es el momento para suplantar personalidades. Venga, que hay más gente esperando”.

Salí a la calle con una decepción morrocotuda. Efectivamente, parecía que yo no era Gabo y no podía haber muerto, aunque tan solo fuese un poco, con él. No tenía su bigote, su humanidad, su genio, su estilo en la forma de vestir, su talante bondadoso. Por no tener, no tenía ni un ápice de sus facultades a la hora de escribir. De hecho, nadie me reconocía por la calle.

Mientras caminaba, me encontré al fantasma del coronel atado a un árbol. Le dije: “Qué tal andamos, coronel, ¿le ha escrito ya alguien?” “Estoy de visita”, dijo el coronel, “cuando salgo siempre me ato a un árbol, es la costumbre. El caso es que me ha llegado un aluvión de cartas, sí, todas referentes a Gabo. Parece que ha emprendido viaje, y que dentro de poco estará con nosotros”, aseguró.

“Eso he oído, coronel”, confirmé, “estará usted contento”. “Bueno, por fin podré desatarme del árbol”. Entonces tuve una idea: “¿Me dejaría atarme en su lugar?”, le pregunté.

“Como no”, dijo el coronel, “átese, ande, átese”.

Me enrolló las cuerdas y quedó libre. Se marchó dando brincos. La gente me miraba, sentado bajo el árbol y creía que era un indigente. No sabían que, aunque yo no era Gabriel García Márquez, había conseguido ser uno de sus personajes. Al menos hasta la noche, porque tenía hambre y me fui a comer a casa.


–  Enrique Mochales es un excéntrico de la literatura. Después de estudiar Bellas Artes dio el salto y se dedicó a escribir libros de relatos cortos, novelas y poesía, con los que consiguió varios premios literarios. En el colegio, fue descalificado del concurso de redacción de Coca Cola, porque no creían que un muchacho de tan corta edad fuese a escribir como un adulto. Vive en Bilbao.


– Macondo estuvo inspirado en Aracataca, un municipio del departamento de Magdalena donde Gabriel García Márquez nació en 1927. Allí alimentó su mente infantil con relatos fantásticos que fueron origen de muchas vivencias de la familia Buendía en Cien años de soledad, la obra que surgió inicialmente como contó Hechos de Hoy bajo el título de La casa.

– "Por fortuna, Macondo no es un lugar, sino un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere", explicó Gabriel García Mázquez.

– Además de Cien años de soledad, las referencias a Macondo están en otras obras de Gabriel García Márquez como Los funerales de la Mamá Grande, La mala hora, El coronel no tiene quien le escriba y La Hojarasca.

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