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Ruanda, un ejemplo en África de la capacidad de salir del peor infierno. (Foto: France 24)

HERIDAS Y LECCIONES

Un terremoto de odio sacudió hace treinta años la Región de los Lagos con un millón de personas asesinadas

El imparable deterioro de la situación económica y la acusación de los tutsis exiliados de que no se les permitía volver al país, la chispa hace treina años del poder destructivo del odio. Hoy -con palas, azadones y rastrillos- sigue en Ruanda la búsqueda de víctimas de la masacre.

Hechosdehoy / Juan-Fernando Dorrego Tíktin
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Ruanda, el país más densamente poblado de África, se sitúa en el interior Centro-oriental limitando al norte con Uganda, al sur con Burundi, al este con Tanzania y al oeste con la República Democrática del Congo.

Kigali es la capital del país, y Butare la capital cultural. El relieve está caracterizado por una gran meseta formada por diversos lagos. En la zona oeste encontramos el lago Kivu, el mayor  del continente. El kinyarwanda, francés e inglés son las lenguas oficiales, y el 56,5% de la población profesa la religión católica.

Ruanda no fue reconocida como independiente hasta el año 1962 y celebró sus primeras elecciones locales en 1999. A pesar de las secuelas que dejó el genocidio ocurrido en 1994, se ha consolidado como uno de los países más seguros del continente.

A nivel económico, el 90 % de la población se dedica a la agricultura de subsistencia, aunque la mayoría de ingresos provienen de la industria, el turismo y las exportaciones (minerales, café y té principalmente). El país promueve el comercio regional y el crecimiento macroeconómico, especialmente al unirse a la CAO en el año 2007.

Una pesadilla de 100 días

1994 fue el año de destrucción, muerte y odio. Una minoría hutu ordenó y perpetró el asesinato de casi un millón de tutsis y hutus moderados, aproximadamente el 20% de la población.

Un millón de personas fueron asesinadas en el genocidio de Ruanda, una de las páginas más tristes de la historia universal, entre abril y julio de 1994. La mayoría de las víctimas fueron tutsis, aunque también fueron exterminados hutus, la etnia a la que pertenecían los autores de la matanza, soldados del Ejército y miembros de la milicia extremista Interahamwe (los que matan juntos).

El mayor genocidio registrado en el mundo, según la ONU, comenzó la noche del 6 de abril de 1994, horas después de que el presidente del país, Juvenal Habyarimana, muriera tras ser alcanzado por dos misiles el avión en el que se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Kigali.

Juvenal Habyarimana, que había llegado al poder en 1973 mediante un golpe de Estado, pertenecía a la etnia hutu, mayoritaria en el país (representaba el 85% de la población antes del conflicto). Los hutus atribuyeron el magnicidio a los tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR), movimiento guerrillero con el que habían librado una guerra civil intermitente desde 1990.

En cuanto se conoció la muerte del presidente Juvenal Habyarimana, los hutus comenzaron a matar a tutsis y miembros moderados de su propia etnia: hombres, mujeres, niños y ancianos fueron masacrados a tiros y machetazos.

El 7 de abril, la primera ministra, Agathe Uwilingiyimana, y los soldados belgas de las fuerzas de la ONU que la custodiaban fueron asesinados brutalmente por los soldados del Gobierno, Después de la masacre de sus tropas, Bélgica retiró al resto de sus fuerzas, seguida por otros países, lo que llevaría a que el 21 de abril la UNAMIR (Misión de Asistencia de Naciones Unidas para Ruanda) se viera obligada a reducir sus efectivos.

Ruanda se convirtió en una inmensa fosa común ante la práctica pasividad de la comunidad internacional. Las matanzas continuaron hasta principios de julio, cuando más de un millón y medio de ruandeses, sobre todo hutus, huyeron a Zaire (actual República Democrática del Congo), Tanzania y Burundi ante el avance de las fuerzas del FPR, que acabó ocupando Kigali y casi todo el país.

La ausencia de una reconciliación entre los distintos partidos de Ruanda y la falta de respuesta de la comunidad internacional hicieron que la tragedia fuera aún más cruel. La capacidad de la ONU de reducir el sufrimiento humano en Ruanda se vio muy limitada por la negativa de los Estados miembros a enviar tropas adicionales.

En apenas 48 horas, las ciudades fronterizas de Goma y Bukavu vieron llegar a 1,2 millones de refugiados ruandeses. Las infrahumanas condiciones de vida provocaron brotes de cólera, disentería, meningitis y otras enfermedades. El 22 de junio de 1994, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó una misión humanitaria de las fuerzas francesas, llamada la Operación Turquesa, que salvaría a cientos de civiles en el suroeste de Ruanda. En otras áreas, los asesinatos siguieron hasta el 4 de julio, cuando el FPR tomó el control militar de todo el país.

Los tutsis del FPR formaron un Gobierno en Kigali e instaron a los refugiados a regresar al país, pero al mismo tiempo pidieron a la comunidad internacional la formación de un tribunal para juzgar a los hutus por genocidio.

Treinta años después del genocidio de 1994 en Ruanda, víctimas y autores de la masacre buscan el camino para la reconciliación interétnica.

Una caldera de odio infernal

100 días duró la ola de matanzas que acabó con casi el 11% de la población de Ruanda, al oriente del continente africano, donde vivían 7 millones de personas en 1994.  De abril a julio de aquel año, miembros de la etnia tutsi fueron víctimas de asesinatos de forma planificada, sistemática y metódica, a manos de sectores radicales de la etnia hutu.

Aunque la muerte del presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, la noche del 6 de abril de 1994, dio inicio al genocidio, existía un conflicto más profundo, cuyas causas se remontan al periodo colonial del siglo XIX, cuando los belgas tenían el control del país y empezaron a clasificar a la población de acuerdo a su etnia.

A los tutsis, que formaban en 14% de la población, les fueron otorgados mejores empleos, por considerar que eran más parecidos a los europeos. Los hutus, mayoría en Ruanda, fueron relegados a tareas menos relevantes.

En 1962, Ruanda declaró su independencia y, en medio de un pedido de igualdad de derechos, la etnia hutu tomó el control político del país. Más de diez años después, en 1973, llegó a la presidencia mediante un golpe de estado.

Las tensiones interétnicas seguían exacerbándose, El gobierno y la guerrilla del Frente Patriótico Ruandés (FPR), formado por rebeldes tutsis, firmaron un acuerdo de paz, pero su aplicación estuvo retrasada parcialmente por el presidente Juvénal Habyarimana. Sus aliados, hutus extremistas de la Coalición para la defensa de la República (CDR), no aceptaban los términos.

El asesinato que desató la locura

— El 6 de abril de 1994, un atentado contra el avión el que viajaban el presidente Habyarimana y a su homólogo de Burundi, Cyprien Ntaryamira, acabó con sus vidas. El avión fue impactado por un misil mientras aterrizaba en el aeropuerto de Kigali, capital de Ruanda. Esa noche, comenzaron los primeros asesinatos.

El asesinato de la primera ministra, Agathe Uwiligiyimana y de diez soldados belgas encargados de su protección, el 7 de abril, acrecentó la ira de extremistas hutus, quienes dieron inicio a una campaña que invitaba a matar a los tutsis y quienes los protegieran.

— Se estima que un millón de personas fueron asesinadas y al menos 250.000 mujeres fueron violadas. 95.000 niños fueron ejecutados y cerca de 400.000 quedaron huérfanos.

— Los medios de comunicación, y en especial la reconocida emisora Radio Mil Collines, sirvieron como instrumento oficialista al trasmitir llamamientos a matar a todo aquel que fuera miembro de la etnia tutsi, a quienes se referían como cucarachas.

El 9 de abril de 1994 sucedió la masacre de Gikondo, en la que fueron asesinados más de cien tutsis refugiados en una iglesia católica.

— El 18 de abril de 1994, la Masacre de Kibuye sumó 12.000 tutsis a las estadísticas de muertes. Fueron asesinados en el estadio de Gatwaro donde buscaban protección.

El 21 de abril, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad retirar a sus tropas del territorio, reduciendo el número de efectivos de su misión de paz en Ruanda, de 2.500 a 250 aproximadamente.

Del 28 al 30 de abril, miles de refugiados huyeron a países vecinos como Tanzania, Burundi y Zaire (conocido en la actualidad como República Democrática del Congo).

— En mayo de 1994, un 80% de las masacres ya habían sido perpetradas.

El 23 de junio, la Organización de Naciones Unidas activó la Operación Turquesa, con el fin de restablecer el orden en el país y mantener una zona de protección humanitaria ubicada al suroeste de Ruanda. Esta responsabilidad fue entregada a Francia, que años después, fue señalada de dar apoyo logístico a los hutus en la masacre y de proteger al gobierno mediante la operación.

— Finalmente, en julio de 1994, el Frente Patriótico Ruandés derrotó a las tropas gubernamentales formadas por extremistas hutus y tomó el control del país dando fin al genocidio.

— Fue formado un gobierno de unidad nacional con Pasteur Bizimungo, miembro de la etnia hutu, como presidente, y Paul Kagame, representante del pueblo tutsi, como vicepresidente.

Kagame fue elegido presidente de Ruanda por el partido Frente Patriótico Ruandés en el año 2000. Desde entonces ha gobernado a la nación .

Heridas tan profundas aún permanecen. Han movilizado a expertos para establecer talleres del trauma con víctimas y victimarios. Aprender a afrontar las emociones primero, el duelo después y, por último, trabajar el perdón y la reconciliación.

¿Hay lecciones en el infierno del siglo XX en Ruanda para un siglo XXI con la brutal invasión de Ucrania por Rusia y la hoguera de odio en Oriente Medio que impide a palestinos y judíos audaces construir la convivencia de dos Estados, Palestina e Israel?

En los hechos de hoy, el sufrimiento de Ruanda debería abrir una profundo llamamiento a la convivencia, el respeto, la dignidad y la paz.

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