Volvía de ver en el Café de Inma la ronda final del Aberdeen Asset Management Scottish Open. Cerca ya de casa me he encontrado con Mr. Peter Ballingall, profesor de golf del Club de Golf El Rompido y autor entre otros títulos de Aprender Golf en Un Fin de Semana y Pocket Guide to Golf.
Me temo que estén agotadas todas las ediciones de estos libros. Lo que es inacabable es la caballerosidad de Mr. Ballingall. Paseaba a Roasty, su perro de pelo rojizo y se ha detenido junto a mí con un cordial apretón de manos.
Hemos comentado la ronda final del Scottish Open que él había visto en su chalet. Fino observador que enseña lo que aprende y aprende de lo que mira, me ha dicho al concluir: “los españoles aguantan bien la presión. Ahí tiene Vd. a Jon Rahm, Sergio García y, hoy, a Rafa Cabrera Bello”.
Ciertamente, después de ver el sábado la victoria en Wimbledon de Garbiñe Muguruza, o recordando tantas hazañas españolas con la tensión de un final difícil, he de dar la razón a este sabio del golf.
Quienes a veces tiran piedras contra su tejado español, practicando el insano deporte de hablar mal de su patria española y de su gente, van teniendo cada vez menos motivos. Nunca tuvieron demasiados. Y ahora casi ninguno, tampoco en el deporte; ninguno en el golf.
Pero vayamos por partes.
El día en Dundonald Links se había levantado despejado. Lucía el sol, tamizado por alguna nube delgada y translúcida como un visillo. Calor, lo que es calor, nunca ha hecho, pero el ambiente era el ideal para jugar a golf.
A lo largo de las horas de juego ha habido un partido estelar, un jugador estrellado y un estrella.
El partido estelar, finalmente lo compusieron Ian Poulter y Andrew Dodt. Sintetizando sus recorridos podríamos decir que han sido pobres y, en todo caso, por debajo de las expectativas.
El australiano, que no había empezado nada mal los primeros nueve hoyos (tres birdies y un bogey), vio cómo el putt dejaba de funcionar. La tarjeta que entregó, 73 golpes acentuó su hosco gesto de malo de película del Oeste.
Su compañero competidor no lució mejor, sino más bien peor: 74 golpes. Y es que a Ian Poulter no se le enderezaban los golpes; y cuando consiguió enderezarlos no llegaban a green. Putts largos en un link no son la mejor receta para hacerse con el triunfo. No quiero preguntar, pero según la “Doctrina Margarita” (la seguridad es consecuencia de salir elegantemente vestido) hoy tendría que haber ganado luciendo pantalón blanco roto y parte superior en color buganvilla. Un primor, pero un primor derrotado.
Caso aparte es el de otro inglés: Callum Shinkwin. Este joven, como recordarán quienes siguen estos relatos, terminó con la mejor puntuación la segunda y la tercera jornada. Su -9 de la salida ofrecía un cierto sosiego. Luego, un juego pulcro le permitió evitar los errores: todo pares hasta el hoyo 7 en que encadenó tres birdies seguidos. Y así se mantuvo líder en solitario, añadiendo dos birdies más en los hoyos 13 y 15.
Todo perfecto: buen juego, serenidad, temple, táctica. Nada parecía amenazar su victoria, pero…
En golf, como en la vida hay peros. Riesgos que devienen en siniestro cuando menos lo esperas. Gracias a ello prosperan las Compañías de Seguros. Los males son raros y ocurren en porcentajes bajos; sin embargo para el que le toca, ese porcentaje es siempre el ciento por ciento.
Cuando Callum Shinkwin encaraba el hoyo 16 iba líder en solitario con -14. Eran las 19:37 horas (18:37 en las Islas Británicas y en las Islas Canarias). Concretamente en La Palma, donde hay un gran observatorio astronómico, vieron, sin duda, el resplandor de su estrella local: Rafa Cabrera Bello que iba dejando un rastro de destellos hasta colocar, con su octavo birdie en el hoyo 18, un -13, que le convertía en líder en Casa Club.
A Callum, líder sobre el terreno, le bastaba hacer pares en los tres hoyos finales del Dundonald para proclamarse vencedor del Scottish Open 2017. Hizo par el 16. Hizo par al 17.
Ahora encaraba el hoyo 18, un par 5 de 586 yardas. Primer golpe, drive a la derecha de la calle. Con el segundo golpe con hierro largo, queriendo quizás evitar el riachuelo de la derecha del green, envió tan a la izquierda la bola que la dejó a la izquierda de un bunker y con sólo cinco metros de green.
Falló el approach; falló el putt desde fuera de green y falló el putt para par. Un bogey que le empataba con Rafa.
El canario había hecho la mejor tarjeta de la semana: ocho birdies sin ningún fallo; el putt lo dominó a placer incluso cuando se había dejado distancias de presión para conseguir el par del hoyo.
El hoyo de desempate era de nuevo el 18. Y de nuevo, Callum Shinkwin envió su bola al mismo lugar que en el partido regular, pero un poco peor.
Rafa desde el centro de la calle dejó la bola a unos cuatro metros con posibilidad de eagle. Fue birdie. Birdie victorioso porque su oponente repitió errores para acabar con par.
No iba en el partido estelar, pero Rafa Cabrera Bello fue la estrella sobre todos los partidos del Scottish Open.