A pesar de esa influencia francesa, Jawlensky resulta enormemente original e inconfundible, ya que no perdió nunca la fogosidad, la fantasía y el ensueño rusos, unidos a su propia genialidad. Jawlensky será un pintor esencialmente colorista, faceta en la que se mostrará más vibrante su expresionismo. Asimismo gusta de la representación humana que ofrece por lo general individualmente, en especial la de la mujer.
Numerosas cabezas o figuras enteras son delimitadas por un grueso trazo negro característico, destacando expresivamente los ojos almendrados de gran tamaño. También realiza paisajes en los que se aprecia su evolución desde un naturalismo impresionista, con pincelada larga, dividida y tortuosa, al estilo de Van Gogh, hacia formas sintéticas con aglutinación de los colores por campos delimitados independientes, muy contrastados, que adquieren formas imaginativas, globos ovales multicolores, arco iris circulares de intensa belleza, con un predominio del rojo en todas sus gamas.
Fue uno de los fundadores, en 1909, de la “Nueva Asociación de Artistas”, en Munich, ingresando en “Der Blaue Reiter” o “El jinete azul”, en 1912. Junto con Kandinsky y Franz Marc, Jawlensky supone la cúspide de este movimiento expresionista. Paul Klee no se significaría tanto en el grupo, al ser para él más un período de estudio y aprendizaje que de sólida madurez.
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Jawlensky abandona Alemania y marcha a Suiza donde realiza su serie Variaciones, con la visión del paisaje suizo que se le ofrecía a través de la ventana en que vivía, y cuatro años después realiza las importantes series de Cabezas Místicas y Cabezas Abstractas, en las que acusa las influencias de los iconos rusos. Tres series con las que inicia un largo proceso de esquematización y síntesis.
Ya en los últimos años de su vida contrajo una artritis deformante que le impedía ejercitar la pintura. Con gran afán de superación, Jawlensky decide continuar pintando, sintetizando al máximo sus trabajos, que realiza en pequeño formato, ejecutando su serie de Meditaciones, con representaciones de rostros en un primer plano frontal, pintados con largas y gruesas pinceladas verticales, resaltando en cruz las horizontales de las cejas y boca, que en un proceso de ascetismo va purificando cada vez más, en línea y color, hasta quedarse en la máxima simplificación.
Son como una especie de Santa Faz de Cristo, mostrada en múltiples versiones con un gran misticismo y espiritualidad. El color pierde su alegría tonal y se oscurece predominando los marrones y negros. En estas pinturas se aprecian los profundos sentimientos religiosos de Jawlensky, y como sublima el dolor a través de la vía religiosa y artística, creando un arte de inmenso valor, muy distinto al de sus épocas felices. Pese a estar muy cercano a la abstracción, en las Meditaciones, en las Cabezas y en muchos de sus paisajes, Jawlensky no llega a la abstracción total, permaneciendo siempre dentro de la figuración.
El Paisaje del Rostro en Madrid
En La Fundación MAPFRE de Madrid (Paseo de Recoletos 23) se expone hasta el 9 de mayo de 2021 una deliciosa exhibición de su obra con las características antedichas, haciendo un recorrido por todas las etapas de su pintura, y que al no ser grande se disfruta con verdadera fruición.
Está dividida en 9 salas en las que podemos ver desde sus inicios, junto con otros pintores como Matisse y Kandinsky, pasando por los años de transición en los que ya comienza a pintar sus célebres cabezas de mujer, para pasar a continuación a algunos paisajes.
En la sala 5ª se muestran sus Rostros Sagrados, en los que se prescinde del individualismo, con la influencia de los iconos rusos, destacando entre ellos Princesa Turandot, 1912, con algunas de sus características más acusadas. A continuación en la sala 6ª se exhiben su Serie de Variaciones, con una de ellas como modelo, Gran variación tormenta, 1916, para llegar a la sala 7ª con sus Cabezas Místicas, así con Cabeza de Juan el Bautista, 1917, y Serie de Cabezas Abstractas, 1933, junto a una obra del pintor también religioso Rouault: Cristo de los Ultrajes, 1912.
La Sala 8ª presenta obras en pequeño formato con sus Meditaciones, así Meditación, 1935.Por último la sala 9ª muestra Las últimas naturalezas muertas, con Gran Naturaleza Muerta, 1937, de gran sinfonía de rojos. En definitiva una exposición que nadie debería perderse, a pesar de ser un artista muy poco conocido en nuestro país, pero extremadamente importante en el mundo del arte universal.
Fuente: Capitulo del El Expresionismo. Tomo II del libro Historia del Arte Universal de los siglos XIX y XX de Ana Mª Preckler, sita en la Universidad Complutense de Madrid, sección de Publicaciones.