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CASTILLO DE LA LUZ

Óscar Domínguez, Manolo Millares y Martín Chirino, una mirada insular

Canarias siempre han tenido fuertes raíces artísticas y personalidades interesadas en el arte, habiendo reuniones y centros de arte en las capitales de las islas donde departían hondamente sobre el arte.

Hechosdehoy / Ana María Preckler
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Las islas Canarias siempre han tenido unas fuertes raíces artísticas y personalidades o escritores interesados en el arte o en los artistas canarios, habiendo reuniones y centros de arte en las capitales de las islas donde estos personajes departían hondamente sobre el arte.

Tres artistas canarios son representativos de ese resurgir del arte canario conformando un trío artístico de enorme importancia no solo en las islas sino más adelante en la península. Estos artistas son Óscar Domínguez, Manolo Millares y Martín Chirino. Los tres alcanzan la fama de forma total y absoluta: Óscar Domínguez en la pintura del estilo surrealista, Manolo Millares en la pintura abstracta y Martín Chirino en la escultura abstracta.

Los tres investigan y ahondan en lo que se puede llamar la Prehistoria Canaria que se puede situar hasta el siglo XV cuando las islas y sus habitantes guanches son conquistados por las tropas hispanas de los Reyes Católicos. Estas raíces prehistóricas son investigadas por los tres y llevadas cada uno  a su pintura o escultura.

Al ser islas será de máxima importancia para los tres el paisaje isleño, y el Océano Atlántico, algo que les subyuga hasta el punto de representarlos en sus estilos correspondientes pudiéndose afirmar qe cada uno en su estilo deja plasmado su alma canaria.


 Castillo de la Luz en Las Palmas de Gran Canaria

Esto se puede contemplar en la exposición que se está mostrando en estos días en el Castillo de la Luz, bastión insular que acoge de forma permanente las obras del escultor Martín Chirino, del cual hicimos en su día la correspondiente crónica. En la exhibición hay una muestra de los tres artistas de los cuales se puede estudiar su ascendiente guanche. Así tomamos algunas obras representativas de cada uno de ellos en la que se comprueba la huella y la influencia de la cultura prehispánica guanche: De Óscar Domínguez el hermoso y surrealista cuadro Cueva de Guanches y el menos surrealista y tambíén hermoso El Drago, el árbol característico de las islas.


El Drago de Óscar Domínguez

Del escultor Martín Chirino tomamos precisamente el denominado El  Viento, en el que plasma bellamente en hierro de forma helicoidal una representación de los vientos alisios que azotan las islas siendo parte de ellas.


Fardo funerario de Manolo Millares

Por último, de Manolo Millares destacamos el titulado Pictografías Canarias, junto a ella aparece una vitrina con una muestra guanche de un fardo funerario con un auténtico fardo momificado como un modelo en los que Millares se inspiraba para hacer sus cuadros de sacos rotos, cosidos, pintados y repintados. Sabido es que este artista se nutría de las momias guanches para hacer dichos cuadros que recuerdan estos restos prehistóricos. 

La pequeña exhibición, que permanece abierta hasta el 1 de octubre, resulta deliciosa de contemplar en su versión a los restos y paisajes de Canarias guanche y Canarias isleñas.
 
Martín Chirino, el arte forjado en hierro
 
Martín Chirino nace en 1925 allende los mares, donde el mar pierde su condición de Océano para fraguarse en siete formas abstractas de acantilado y lava, esculpidas en arrecifes y picachos, en acantilados absortos, azotadas perennemente por marejadas que una y otra vez horadan la piedra y conforman la costa.

En esta tierra canaria de salvaje y primitiva configuración abstracta, dada su áspera orografía volcánica, otros dos artistas pintores habían dejado su impronta dentro de la abstracción informalista matérica: Manolo Millares y César Manrique. Canarias necesitaba un escultor abstracto que diese al género la misma grandeza que estaban plasmando dichos pintores, y este fue Martín Chirino

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, Chirino es en sus inicios un escultor autodidacta que aprende el trabajo de la forja en un astillero junto a su padre. Su labor escultórica se inicia hacia 1945, aunque posteriormente estudia en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, conjuntamente con la práctica de la forja. A continuación marcha a París donde conoce las esculturas de Julio González que dejarían hondo influjo en su producción.

En 1954, retorna a las islas contactando con el citado pintor Manolo Millares con el que realiza investigaciones sobre los aborígenes guanches, lo que da como resultado su Serie Reinas negras. En 1957, en Madrid, participa en la fundación del Grupo “El Paso”, siendo, con Pablo Serrano, su único miembro escultor. En 1967, viaja a Norteamérica, instalando allí un taller en paralelo al de España.
 
La escultura de Chirino se define como de naturaleza abstracta geometrizada y libre, no constructivista. Desde estas bases, nos encontramos además con una obra maleable, dúctil, elegante,  rotunda, llena de imaginación y fantasía, con la que el artista hace verdaderas filigranas, formas aladas, alambicadas, espirales en círculo cerrado o abierto, helicoidales, figuras densas de materia o desmaterializadas, estructuras sólidas o delgadas, en orden y equilibrio o por el contrario en proyecciones espaciales asimétricas no ordenadas, en las que la espiral actúa como leitmotiv continuo a lo largo de toda su obra. 
 
 La pintura matérica de Manolo Millares
 
Artista canario, Manolo Millares (1926-1972) nace en la isla de Gran Canaria, siendo el máximo representante, junto con Tàpies, de la pintura matérica en España. Su primera etapa la realiza Millares en su tierra natal, pintando cuadros abstracto-surrealistas de influjo mironiano, como se contempla en sus series Aborigen y Pictografías, 1949. Ya desde entonces participa en actividades artísticas como la fundación del grupo “Ladac”.

Hacia 1955, se instalaría en Madrid, entrando de lleno en los cenáculos artísticos de la capital española, siendo fundador del grupo “El Paso”, en 1957. Comienza así su época de plenitud en la que realiza sus conocidas arpilleras, obras ejecutadas con tela de saco o arpillera, convenientemente tratada, tensada, agujereada, cortada, cosida, remendada, en costurones, a la que Millares añade núcleos de volumen o relieve, centrados o desplazados, en amasijos de telas arrugadas, atadas con cuerdas, tubos cortados de diferente grosor, etc..


Manolo Millares

La arpillera y los materiales añadidos serían finalmente pintados en color negro, al que más adelante añadiría el blanco, dejando también superficies de arpillera vista. Los cuadros de Millares, a veces enormes, tienen una gran belleza plástica, una impresionante fuerza expresiva y dramática y calidades matéricas táctiles que subyugan al espectador con su poética. Sus lienzos, absolutamente abstractos, acaso recuerdan la accidentada orografía de su tierra, montañosa, ocre, rugosa y volcánica, y el negro colorido de la lava solidificada, o, como escribe Carmen Bernárdez, “La arpillera, que tanta trascendencia tendrá en su creación, es una evocación de las telas con las que se envolvían las momias guanches, descubiertas por el pintor en el Museo Canario”.
 
Óscar Domínguez, pintor y escultor surrealista  
 
Nacido en la isla de Tenerife, en la ciudad de La Laguna (1906-1958), Oscar Domínguez, el tercer gran pintor y escultor surrealista español, pasa su infancia en la localidad de Tacoronte, en cuyas cercanas playas de arena negra e inmensos  acantilados de lava solidificada, aprendió a ver la vida como drama de la naturaleza, tal y como la habían vivido sus antepasados los guanches. Él lo pintó en algunos de sus más tempranos cuadros inspirados en aquel paisaje indómito, Drago, 1933, y Cueva de Guanches, 1935.

Su formación es autodidacta y no frecuenta academias, comenzando su trayectoria artística en 1929. A partir de 1927, Domínguez viaja a París instalándose definitivamente en 1934, momento en que contacta con Bretón y con los surrealistas, adscribiéndose formalmente al grupo en el que permanecerá hasta 1945. En 1933, organiza una importante exposición de pintura surrealista en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
 
En sus comienzos surrealistas el pintor tinerfeño acusa una clara influencia de Dalí, utilizando la paranoia-crítica daliniana, influjo que se refleja notablemente en algunas de sus obras. Sin embargo, Domínguez destacará con la fuerza de su propia creatividad, en la que, dentro de las técnicas utilizadas por los surrealistas, inventa el método de la decalcomanía que consistía en poner una mancha de color sobre el papel o lienzo y presionar con otro, de tal forma que se producía una forma abstracta, libre y arbitraria, no buscada intencionadamente.

Domínguez también utilizará el automatismo, especialmente a partir de su estancia en París. Sus imágenes y fantasías surrealistas son con frecuencia violentas y cruentas, muchas veces repulsivas y alucinantes, con gran trasfondo erótico. La última parte de su obra, cuando se distancia del Surrealismo, acusa el influjo de Picasso, en una mezcla conjuntada de esquematismo, expresividad y geometrismo.
 
La pintura de Oscar Domínguez atraviesa por una serie de etapas, que, según el Catálogo de la Exposición Antológica del pintor, exhibida en el Museo Reina Sofía de Madrid en 1996, serían seis:      

1) Etapa Surrealista (1929-1938), que a su vez abarca tres tiempos, el “surrealismo espontáneo”, o tiempo anterior a su entrada oficial en el grupo, el de la influencia daliniana, y el de las decalcomanías.

2) Etapa Cósmica (1938-1939), con visiones y paisajes cósmicos, frecuentemente volcánicos, posiblemente como influencia de los paisajes de la naturaleza de la isla de Tenerife donde nació, y que él vivió en su infancia y adolescencia.

3) Etapa Litocrónica (1939-1942), o “teoría de la solidificación del tiempo”, consecuencia del período anterior. 

4) Etapa Metafísica (1942-43), en la que acusa la influencia de Giorgio de Chirico.

5) Etapa picassiana (1944-48), en la cual se aprecia la evidente huella de Picasso.

6) Etapa esquemática (1949-1953), en la que aparecen las composiciones geométricas, con frecuencia muy esquematizadas. 

En la fase final, hasta su muerte, Domínguez volverá a utilizar la decalcomanía.
 


 Nota: Esta crónica ha investigado y tomado textos del libro Historia del Arte Universal de los siglos XIX y XX de Ana María Preckler.
 

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