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PROPULSORES IÓNICOS

Nanosatélites: del tratamiento del cáncer a la hélice de ion

Una sustancia utilizada para combatir el cáncer en pacientes ha sido usada por investigadores en Michigan y Sydney para hacer pequeños cohetes espaciales

Hechosdehoy / Glenys Álvarez
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Los satélites son cada vez más y más pequeños. La miniaturización de estos aparatos comenzó con el minisatélite que luego se convirtió en microsatélite. Más tarde comenzaron a construir los nanosatélites, con una masa entre 1 a 10 kg, por supuesto, no se detuvieron allí pues mientras más pequeños eran estos aparatos, menor era el precio también. Así aparecen los picosatélites y los femtosatélites, estos últimos con un peso ya en gramos y capaces de hacer varios trabajos en el espacio; de hecho, estos dos últimos vienen con empaques para que la persona que los compra los fabriquen ellos mismos.

Resulta que uno de los problemas de estos nanosatélites en órbita es que no tienen una buena forma de impulso. Estos aparatos miniaturas se van en cohetes que los sueltan en distintas órbitas de acuerdo con su función, muchas veces, sin embargo, los diminutos aparatos se desempeñarían perfectamente si tuvieran un propulsor. Y es al lugar donde nos lleva esta nueva noticia, pues científicos en la Universidad Tecnológica de Michigan están trabajando en producir este propulsor.

Y no es algo nuevo. Durante años, investigadores por todo el mundo han estado intentándolo, no obstante, durante la construcción se utilizaban unas microscópicas agujas, más finas que un cabello humano, que se encargan de lanzar eléctricamente delgados chorros de fluido, que empujan la nave espacial en la dirección opuesta con una fuerza de empuje equivalente al peso de unos pocos granos de arena. Cientos de estas agujitas caben en un espacio del tamaño de un sello postal y producen suficiente empuje para maniobrar un nanosatélite.

Pero las agujas son sumamente costosas y frágiles, nos dicen. “Debido a que son tan pequeñas y complejas, son caras, además, se destruyen fácilmente, ya sea por un golpe descuidado o algún problema eléctrico mientras estén funcionando”, dijo Brad King, profesor de ingeniería mecánica y autor principal del experimento.

¿La solución? Buscar alguna forma de suplantar estas agujas, de hecho, existe una que se conoce desde la década de los sesenta, se llaman ferrofluidos y están hechos de minúsculas partículas magnéticas que se mueven cuando se aplica una fuerza magnética. Un ferrofluido es completamente líquido y cuando se retira el imán, el líquido se relaja, formando una superficie perfectamente plana.

El equipo de King estaba intentando usar líquido iónico para que se comportara como un ferrofluido cuando leyó que investigadores en la Universidad de Sydney estaban trabajando con un material similar que se usa, nada más y nada menos, para el tratamiento contra el cáncer.

“Nos enviaron una muestra y lo hemos utilizado para desarrollar un propulsor. Es increíble que la misma tecnología que se utiliza para tratar el cáncer también puede funcionar como un micro cohete para las naves espaciales”, expresó King.

Pues el equipo de King ya tiene su primer propulsor. La imagen nos muestra el prototipo que cuando se somete a tensión, los picos de la corona suben, formando un anillo que circunda el bloque de aluminio de una pulgada. El propulsor parece ser casi inmune a daños permanentes pues parece autoarreglarse y volver a crecer, sin embargo, aún no está listo para empujar un satélite en órbita.

“Primero tenemos que entender realmente lo que está ocurriendo a nivel microscópico y luego desarrollar un prototipo más grande con lo que hemos aprendido”, dijo King. “No estamos tan ahí todavía, no podemos construir una persona que surja del líquido, como el notorio villano de las películas de Terminator, pero estamos bastante seguros de que podemos construir un propulsor”.


Glenys Álvarez, psicóloga y periodista científica, reside en República Dominicana y publica más temas interesantes de ciencia en Editora Neutrina y Órbitas Científicas.

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