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AUDENTES FORTUNA ADIUVA

Jon Rahm, batido en la final de Austin por Dustin Johnson y su carácter

El primer español en llegar a la Final de un Campeonato del Mundo experimentó el temor a la voz interior de la derrota humillante. Se sobrepuso y estuvo a punto de prolongar el partido para intentar la victoria.   

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Como en días anteriores miraban al cielo. Quizás elevaban plegarias pidiendo acierto. Pero lo que es seguro es que les preocupaba el viento. Alguno levantaba la nariz, olfateaba el horizonte y seguían las evoluciones de la nubes con la avidez del navegante de una regata. El viento era  el rey de Austin. Tenía poder y lo ejercía.

En el Austin CC tenía lugar un encuentro insólito en la historia de los  World Golf Championship: Un joven español de 22 años, Jon Rahm, se enfrentaba en la Final del Dell Technologies al nº 1 del Mundo: Dustin Johnson.

Para llegar hasta ese definitivo partido el vasco, que no ha cumplido el año de profesional, se había deshecho en la fase inicial de Kevin Chappell, Shane Lowry y Sergio García; en octavos de Charles Howell III; en cuartos de Soren Kjeldsen y en semifinales de Bill Haas.

En el capítulo X de la Eneida, Virgilio dejó escrito una frase que es un lema: “Audentes Fortuna adiuva”. La Fortuna ayuda a los valientes. Pues quienes hayan seguido la evolución de Jon  Rahm en este torneo reconocerán el valor que puso en todos los envites.

¿Le acompañó la fuerza? Sin duda. Sus poderosos golpes con el driver alcanzaron distancias inverosímiles. ¿Tuvo suerte con el putt? No lo sé, pero la bola, sobre todo el viernes, entraba en el hoyo desde todos lo ángulos. ¿Estaba motivado? Le vimos casi levitar como un niño que va ganando 10 a 0 en el partido de fútbol del colegio. Pero lo que le mantuvo arriba fue la confianza que da el valor.

Todo había sido así. Sea por ingenuidad –  la ignorancia es atrevida -, sea porque tenía razones interiores para trabajar con superioridad anímica Jon Rahm era un Hércules en medio de las batallas que libró hasta el partido final. De miércoles a domingo por la mañana seis partido en los que no dio tregua. En Match Play no se hacen prisioneros. En los tres últimos partidos los resultados parecían de tenis al mejor de cinco sets: 6&4; 6&4 y 7&5.

Sin embargo, el domingo por la tarde, en la final contra Dustin Johnson, al poco de comenzar – en el hoyo 3 – se cruzó una sombra: el Fantasma de la Derrota Humillante. Y se fue espesando en negruras ominosas hoyo a hoyo, green a green, putt a putt. No salía el juego en ninguna dimensión y menos en la determinante, en ese golpe que tiene que ser el último del hoyo, el que lleva la bola al fondo de la copa. 1 abajo en el hoyo 3. 2 abajo en el 4; 3 abajo en el 5 y 4 abajo en el 6.

Un descompuesto Jon Rahm sudaba frío, hacía mal reprimidos gestos de ira y frustración; gesticulaba; se llevaba las manos a la cabeza en muestra notable de no hallarse, de no reconocerse en fallos de lectura de caída de la bola en el green. La sombra más negra ocupaba casi el cien por cien de la casa de su alma. Y en esa oscuridad interior no se puede hacer nada recto.

La fosa adquirió su mayor profundidad en el hoyo 8 donde Dustin Johnson volvía a ganarle para dejar a 5 golpes de diferencia al español. Pero a Jon no le estaba ganando el americano, sino la voz interior de la derrota presentida e infamante. Esa voz que nos dice, no que podemos perder, sino que te quedan diez hoyos para cavar la tumba de tu orgullo.

La mordaza a esa voz la puso el propio Dustin Johnson cuando involuntariamente falló sendos putts en los hoyos 9 y 10.

En los siguientes hoyos la sombra se había disuelto en un impulso de coraje del español que en los hoyos 13 – con un drive de más de 340 atravesando un lago enorme -, 15 y 16 se acercó hasta dejar la diferencia en tan sólo un golpe. Un golpe a falta de dos hoyos no es una tragedia y abre puertas a los sueños.

Pudo Jon Rahm haber empatado el partido en el hoyo 18 para extender la contienda; le faltó poco, pues había rehecho gran parte de su consistencia de los días previos. Y esa posibilidad que no se cumplió finalmente tenía ya resonancias de épica clásica; sonaba a la Odisea: “No hay gloria más ilustre para el varón en esta vida que la de luchar por la obra de sus pies o de sus manos".

Triunfó el mejor jugador del momento que con ésta cuenta sus tres últimas apariciones por victorias. En este WGC Dell Technologies Match Play ha jugado Dustin Johnson siete partidos y nunca fue ni en un hoyo por debajo de su rival.

Ahora al muy joven Jon, a sus entrenadores y a cuantos le rodean les queda trabajo por delante: lograr que no vuelvan a salir las sombras de la falta de autodominio: a él le destruirían como persona y como deportista para beneficio de sus adversarios.
 

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