Tres españoles que ostentan lugares de privilegio el Ranking Mundial, Sergio García, Jon Rahm y Rafa Cabrera Bello han participado.
Ninguno de los tres ha estado brillante, salvo que alguien diga que el -1 de Jon Rahm resplandece como un lucero, en un torneo que se ha ganado con -16.
Rafa Cabrera Bello terminó +14, quinto por la cola y Sergio, con resaca mental de celebración de boda, +2 en medio de la tabla. Vendrán mejores vientos otro día para estas unidades de La Armada.
Con el paso por el campo Sur del Firestone Country Club del resto de profesionales me surgen algunos pensamientos, dudas y perplejidades.
Lo de profesionales es de intento, sobre todo cuando veo el resultado de Danny Willett: +21. Es muy llamativa la cantidad de golpes de más sobre el par del campo. No olvidemos que Danny ganó el Masters de Augusta en 2016. El sonriente inglés dio entonces una lección magistral de golf y de saber estar en el campo físicamente y con su mujer Nic en el alma, porque estaba a punto de venir al mundo el pequeño Zachariah.
Pero desde entonces, salvo un 2º puesto en el Abierto de Italia, los resultados no le han acompañado en absoluto. En el PGA Tour su mejor posición ha sido un 39º y en el Circuito Europeo sólo suma un Top 10 este año, fue 5º en el Maybank, celebrado en febrero.
No es nada anormal que tras ganar un major con la tensión acumulada, venga un desfondamiento de la motivación. Pero Danny está pasando por algo peor, un honda depresión mientras intenta gestionar en “la misma olla” (son palabras suyas), viajes, atención de familia y unas expectativas demasiado altas para él en este momento. En un reportaje de Ewan Murray en The Guardian se afirma que su fe religiosa le está ayudando a aceptar sus aflicciones.
Dejamos estos abrumadores pensamientos y apreciamos que en esta empresa que para cada uno de estos profesionales es el golf hasta el modo de vestir es mensaje. Un atento lector me invita a ver la indumentaria de ese chico que parece Tintín pero con gorra y bolsa de palos.
Es Rickie Fowler, vestido de lo que en España es un butanero (empleado repartidor de gas butano). Si uno lo ve desde la ventana puede ver que alguna vecina le llame para que le suba una bombona.
.- Niño!, cucha, ¿Puedes subir una, que tengo lumbago y la de la cocina está en las últimas?…
.- No, señora… -diría Rickie – que no soy de Butano. Además, ya no se llama Butano ni tiene ese color: o es Cepsa o es Repsol que eso también se ha liberalizado.
.- ¡Ah!, vale, quillo; entonces, ¿tú de que vas?
En Akron (Ohio), Rickie Fowler va vestido de “orange loyalty”; de naranja-lealtad.
Y ahora la que interviene es mi deliciosa prima Margarita.
.- A ver, duque: explícame eso del “naranja lealtad”.
.- Con mucho gusto, querida – le sonrío y explico.
Y también a ustedes. La tradición universitaria norteamericana, acaso heredera de la ceremoniosa universidad inglesa, concede un puesto singular a los signos que identifican a la propia Universidad.
Los egresados de Eton, Oxford o Cambridge se sienten orgullosos de haber pasado por sus aulas y pisado sus Campus. Su escudo en el bolsillo de la chaqueta sobre el corazón o los colores de la corbata son muestras de reconocimiento: hablamos de honrar a las personas que fundaron la institución y las que han ejercido con abnegación los esfuerzos por desentrañar la Verdad, procurar el Bien, acercarse a la Belleza y explicar la Ciencia a generaciones y generaciones.
Llevar los colores de la Universidad donde uno estudió es, por tanto, un modo de poner en relieve las mejores esencias del lugar de la última formación. Pues bien, Rickie Fowler estudió en la Oklahoma State University y el color de esta universidad es el OSU Orange Pantone 166, que es el que para honrar su paso por sus aulas viste de vez en cuando nuestro deportista. Es una respuesta de lealtad.
Pero había otro color que llamó mi atención en la indumentaria de otro jugador.
.- ¿Qué color es ese, Margarita?
.- ¿Cuál?
.- El del polo de Zach Johnson.
.- Color feo-horroroso – culmina la más bella de mis primas.
.- Mmm – expreso mi insatisfacción con la definición.
.- Sí, chico; es que no sé definirlo. Está entre amarillo verdoso, pistacho inmaduro o mostaza revenida.
.- El caso es que a él parece no importarle – añado.
.-Sí primo, pero seguro que esa ácida combinación cromática le ha restado precisión.
Debe tener algo que ver, porque Hideki Matsuyama, que vestía como de Bilbao – polo blanco y pantalón azul – no se ha despistado y ha ganado el WGC Bridigestone Invitational con un recorrido sobrio y efectivo. Es su tercera victoria en el año y con ella afianza su tercer puesto del Ranking Mundial mientras igualaba el récord del campo.