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ASCENSO CAMINO DEL OPEN

Gran victoria de Tommy Fleetwood en el HNA Open de Francia

El inglés, que derrocó en la jornada precedente a Adrián Otaegui de su liderato del Open de Francia, arrebató este domingo a Sergio García el primer puesto de la Carrera a Dubái. Curioso tipo.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Skem- forma abreviada por la que es conocida la ciudad de Skelmersdale – tiene una parte nueva renacida desde cierta utopía, y levantada en 1961 para alojar a ciudadanos excedentes de Liverpool. Un mundo nuevo que quiso construirse entre esta ciudad y South Port.

Hay una balada estremecedora, Signs, de la banda Magnetic North; trata sobre Skem. El álbum se llama Perspective of Skelmersdale (2016); es una canción conceptual escrita sobre la infancia en Skem de Simon Tong, cantante de la banda: lamentos acerca de una ciudad ensayo o  el fracaso de una utopía planificadora.

Pues a media hora de ahí, en la costa del Mar de Irlanda, nació hace 26 años Tommy Fleetwood, un chico que tenía también una visión utópica de su existencia: soñaba ser número uno del golf.

Viendo su juego de los últimos meses, los sueños han tomado cierta forma. Desde que se hizo profesional en 2010, tiene una victoria en el  Challenge Tour y, con la de hoy en el HNA Open de Francia, tres en el European Tour.

Pero el bueno de Tommy Fleetwood ha tenido su camino del desierto, pues la primera de esas tres victorias fue en 2013 (Johnnie Walker en Gleneagles). Después nada. Sólo sueños rotos; sólo malos modos ante los fallos. Sólo gestos de rabia contenida y fracasos; sólo pesadillas de pensamientos negativos.

Y en 2017, al amanecer del año, sale al campo ligero y gana en enero el Abu Dahbi HSBC; en marzo queda 2º en el Campeonato del Mundo de México, en junio 4º en todo un US Open y triunfa este domingo, cuando no parecía tener opciones en el HNA Open de Francia.

¿Por qué lo de las opciones reducidas? Más que nada lo digo por el resultado de la víspera y porque volvió a verse la menos grata visión de una época que parecía superada; ademanes de mal humor, rostro huraño, impaciencias… y unos horrorosos tobillos.

En lo de los tobillos no me había fijado yo, pero tía Alicia estaba merendando en mi casa (utopía, ucronía y devastación) y me preguntó señalando el televisor:
.- ¿Ese es un jugador?
.- Sí tía, Tommy Fleetwood, de los Fleetwood de Southport, Merseysaid. Te acordarás porque cuando era un chaval fuimos un verano desde casa de tío Guillermo en Wentworth a pasar un fin de semana en  Southport, en la costa.

.- Sí claro que me acuerdo; y me acuerdo del sablazo de 300 libras que me dieron en Lord Street por un vestido – (mi tía es un PC con más memoria para los precios que el Big Blue… con la pasta que tiene) -. Pero pregunto cómo a ese Tomás…
.- Tommy, tía, Tommy.- le corrijo

.- ¡¡No me interrumpas!!, sobrino – luego, en un tono más distendido, siguió-. ¿Cómo es posible que le dejen salir a ese Thomas al campo…
.- Se lo ha ganado por sus resultados… – ahí me interrumpí yo al ver a mi pariente con la mandíbula erecta como la de un Austria y su mano asiendo un cenicero de cristal de Bohemia que podía terminar sobre mi cresta.

.- ¡Nadie debería salir al campo con esa pinta. ¡Por Dios, sobrino!, si se le ve el cadavérico color de sus canillas.
Efectivamente, había que dar la razón a mi vieja pariente, no sólo para mantener incólumes las posibilidades de heredarle, sino porque razón le sobraba.

Llevaba el inglés un traje todo negro. Hasta ahí nada que reprochar: yo mismo tengo un par de ternos negros de lana fría confeccionados por mi sastre de Saville Road.

Pero lo que hacía insufrible del aliño indumentario eran dos o tres detalles. Para empezar, un pase por la barbería mejoraría mucho rostro y cabello. Sobre el torso vestía el último invento para reventar reglas de etiqueta salido de las factorías Nike.

Lo usan otros jugadores y se trata de un cruce entre camiseta de gimnasia rítmica y camisola de esquijama: va ceñida al cuerpo mostrando músculo, y, sobre todo, no lleva el preceptivo cuello de polo, aunque sí botones que le dan una falsa apariencia de camiseta interior del viejo Oeste, tipo El Bueno, el Feo y el Malo. Un horror.

Pero lo más chirriante es lo que podemos llamar la parte inferior. Decididamente, Tommy llevaba como pantalones unos de esquijama. Y lo eran, no sólo por la caída de la tela sintética, sino por su terminación con amplia goma elástica a la altura de la espinilla.

Cuando al andar, o en otros movimiento deportivos, se subía esa goma elástica dejaba al aire varios centímetros de canillas paliduchas, enfermizas.

Y, se preguntarán, ¿cómo es que esa parte menos digna no se hallaba cubierta por un calcetines largos de caballero? Sencillamente porque calzaba unos calcetines extracortos tipo verano de Miami para jovencitas.

Para rematar, los zapatos deportivos, también de material de dudoso gusto – nada de cuero de vaca – presentaba en descomunal tamaño el signo de Nike, con un exuberante  diseño que seguro haría las delicias de lo más granado del mundo cani, a esta margen de las Tres Mil Viviendas.

Sin embargo el domingo ya había corregido parte de lo daños estéticos y sin distraerse porque ya no se veían sus espinillas, hizo un tarjetón de seis birdies y sin errores para alzarse con la victoria y arrebatar en la clasificación de la Race to Dubai el primer puesto a Sergio García.

Curioso tipo este Tomás que el lunes celebra su santo, igual que este domingo de victoria el cumpleaños de Clare, su chica. ¡Felicidades!

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