A 16 minutos del Le Golf International, sede del HNA Open de Francia 2017, se yergue impresionante el Château du Versailles. Cinco siglos de historia, piedra y majestuosos jardines. Ahí quiere coronares Roy du Golf Adrián Otaegui.
Pero esta corona, como tantas de la vida, no se heredan.
Trabajo, camino, frustración, sudor, alegrías, decepción. Para ser Rey del Golf tan cerca del Palacio de Versalles hay que vérselas con más candidatos. Nada menos que 156. El viernes quedaron fuera de la carrera 85, al no pasar el corte situado en +1.
A las puerta se quedaron Alejandro Cañizares (+2) y Tyrrel Hatton (+2), entre otros. Más alejados de la salvación, por ejemplo, Jorge Campillo (+3), o el aborigen Räphael Jackeline (+3), Álvaro Quirós (+4), Eduardo de la Riva (+5). Aunque para descalabros los de Andrés Romero (+17) y Darren Clarke (+18).
Ya nadie regala francos franceses por calderilla.
Este HNA Open de Francia es un gran torneo. También porque es uno de los siete que conforman las Rolex Series, último invento del European Tour para retener golfistas y que no se vayan a Estados Unidos. Y pocas cosas retienen tanto a un profesional del deporte como una bolsa de premios por importe de 7 millones de Euros.
También, es cierto, los retos atraen a los jugadores grandes. Y el Campo de Le Golf National es de un exigencia torturadora. Conozco ese recorrido de otra vida anterior. Era cuando prestaba mis servicios a una gran corporación con sede en Paris, y que tenía cerca de Versalles su Centro Tecnológico, un Versalles de la Ingeniería.
Aquella vasta sede de sabiduría, investigación y ensayos a 30 km al sudoeste de Paris alojaba más de 9.000 empleados con un elevado número de ingenieros. Es una obra de singular importancia por su luminosidad, que más que un lugar de trabajo lo asemejaba a un descomunal centro comercial.
En su interior de más de 400.000 metros cuadrados hay 900 salas de reuniones, laboratorios, habitáculos de pruebas. También 7 restaurantes, 2 sandwicherías, un banco y una peluquería. Todo amable para no tener que desplazarse.
En mis visitas a este gran centro tecnológico, a seis minutos del Le Golf National, me alojaba en el Novotel que ustedes han podido ver de pasada en las emisiones de televisión. Reconozco que me ha alegrado ver ese hotel. Cuántos recuerdos…
Le Golf National será la sede de la Ryder Cup 2018. Este Open que se celebra hasta el domingo, tiene en muchos aspectos los rasgos de un ensayo general de la más prestigiosa competición internacional. Sólo el golf, sólo la Ryder tiene una confrontación deportiva en la que Europa compite como un sólo equipo.
Alguno de los que han jugado este fin de semana, quizás volvamos a verlos con el uniforme del Equipo Europeo en la última semana de septiembre de 2018.
Adrián Otaegui, seguro que tiene esa ilusión por volver el año que viene a la apoteosis del golf llamada Ryder Cup. Para empezar al español le patrocina Air France: o sea un emblema francés. Para seguir, este joven guipuzcoano tiene una estrella guía: Chema Olazábal y para terminar lideraba el Open de Francia hasta la mitad de la penúltima jornada.
Es verdad que se le escapó algún putt y que tripateo tres veces. Es un lastre del que puede liberarse en el último día. El lado positivo es que no tendrá la presión de jugar en la jornada de cierre en la cumbre. Ya llegará. Pero ahora, con sus 24 años es el momento de aprender. Y se ve que ha tenido buenos maestros; tiene técnica, le pega bien a la pelota y gestiona mejor que otros su carácter.
En los momentos de crisis, aparece cómo somos, cómo actuamos y se desvelan los temperamentos. Adrián Otaegui, en su vuelta de este sábado (+3, para un total de -5), ha pasado por un bache de putt, como decía arriba. Sin embargo, no ha torcido el gesto, no ha descompuesto la figura: simplemente ha seguido como un tenor en el escenario el canto de su parte del libreto.
El jugador vasco, tiene grabado un disco (Así es) donde canta a lo incompatible y a los compatible en el amor. Muchos enamorados del golf conocen lo que va y lo que no va con el golf. No van el pesimismo, la mala educación, ni ausentarse del trabajo constante. Si van la esperanza, el recomenzar tras cada golpe y el mirar a la meta: ese es el espejo.
Del Château Versailles es famosa la Galería de los Espejos (Galerie des glaces), donde el sol se refleja en 357 espejos enfrentados, dando una espectacular luminosidad al la grandiosa estancia. Pero es luz prestada. Otros, como Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu prefieren Paris, ciudad de la Luz original. Llegó a decir, “Je hais Versailles parce que tout le monde y est petit; j’aime Paris, parce tout le monde y est grande” (Detesto Versalles porque todo el mundo ahí es pequeño; amo Paris porque todo el mundo ahí es grande).
El domingo sabremos cómo enamora Versalles a Adrián Otaegui.