Ni corona ni Sofía. Las lenguas afiladas recibieron la escueta noticia en la sección de Internacional de La Repubblica -el divorcio inminente de Juan Carlos I y Sofía– con comentarios sarcásticos e hirientes. La Casa Real lo observó y calló. El estilo de Jaime Alfonsín, jefe de la Casa del Rey, es de gran contención, trabajo serio, y prioridad al reinado de Felipe VI y Letizia con toda la atención puesta en su próxima agenda, la de su importante primera visita a Estados Unidos del 23 y 24 de septiembre.
El Rey Felipe VI conoce mejor que nadie -y la Reina Letizia también- que la relación entre Don Juan Carlos y Doña Sofía ha sido una montaña rusa con el desplante final de ella de no ir al hospital al descubrirse la cacería frustrada de elefantes y el dossier Corinna. Juan Carlos I vivió desde ese momento pésimos días con crisis doméstica -aunque quizás no la peor de su vida matrimonial- unida a una salud en declive y que empeoró con la cadena de operaciones y la evidencia de que no puede moverse sin utilizar bastones-muletas y además con gran dolor.
Las heridas físicas sanaron pero las otras no, evidentemente: en todo caso, mejoraron algo. De ahí al divorcio inminente hay un enorme trecho y muchos rumores. No hay evidencia hoy por hoy. Los daños de Corinna se convirtieron en una montaña de platos rotos que le costaron, de una u otra forma, la abdicación exprés -aunque hayan coincido para ello muchos otros factores-.
Si Juan Carlos I decidiera optar por el divorcio se pegaría esta vez dos tiros en el pie. Supondría que Doña Sofía perdería su condición de reina, reina madre, y un lío formidanle terminaría de arruinar la reputación de la Corona con la peor bofetada a Felipe VI y Letizia.
Por todas esas razones, que son muchas y de peso, Don Juan Carlos vive su nueva vida con días mejores o peores. Doña Sofía en cambio disfrutó largamente de la paz en Mallorca y la relación de nuevo más profunda con la familia de su hermano Constantino y su hermana Irene, en un ir y venir entre España y Grecia, y con Londres como un de sus refugios preferidos. Ella, también hay que decirlo, es más feliz que él. Lo lució en Marivent junto a Felipe y Letizia y gran parte de sus nietos mientras Juan Carlos I sudaba en Madrid con la recuperación en la que tanto empeño tiene.
La vida de Juan Carlos I es la cenar o almorzar a menudo en el Club Puerta de Hierro, que le pilla cerca y le gusta. Asiste a veladas en casas de amigos. Y cumple con misiones que le encargó su hijo Felipe, el Rey, como su representación en la toma de posesión de Juan Manuel Santos y el apoyo a la selección nacional de baloncesto.
Doña Sofía, fiel a sus costumbres, mantiene sus actividades culturales-principalmente musicales-, y sus compromisos solidarios, y se la ve con el rostro más distendido. Se asegura además, que cuando Juan Carlos I y Sofía coinciden con el Rey y la Reina en La Zarzuela su relación ha mejorado aunque sus vidas sean muy indepenientes. Ya no se informa sobre ellos y este vacío es el prado donde crecen todos los rumores. Felipe VI y Letizia saben que es inevitable convivir con el rumor iceberg.
Para Felipe VI y Letizia fue un verano corto en Mallorca, de días de descanso y actividades oficiales. Tras una semana de vacaciones de relax total en un lugar todavía no revelado por la prensa rosa, a su regreso en Madrid, no han abandonado el estilo que les gusta de ir al cine. Disfrutaron de Lucy y tuvieron una rentrée espectacular con su baño de masas en Málaga, los selfies de Letizia con admiradoras, y la cena con el embajador James Costos, implicado más que nadie en que el retorno de Felipe VI y Letizia a Estados Unidos, esta vez como Reyes tenga un brillo especial.