En la Ryder Cup sí existe una cierta igualdad entre los equipos de Estados Unidos y Europa. Pero la Presidents Cup, por mucho cariño que se le ponga y por mucho internacionalismo que se le inyecte la cosa no funciona.
Como se sabe, en este torneo se juegan cuatro rondas por parejas (dos Foursome y dos Fourball) y una de individuales en la que participan los 12 miembros de cada equipo.
El histórico de este torneo iniciado en 1994 arroja unos resultados perfectamente abrumadores a favor de los norteamericanos: 9 victorias, por 1 de los internacionales, y un empate.
El de 2017 tenía toda la pinta de que no sería una excepción. Antes de comenzar la sesión de fourball del sábado por la tarde, Estados Unidos vencía ya por 11,5 a 2,5. O dicho de otro modo, de los catorce partidos jugados hasta ese momento, el Equipo Internacional sólo había ganado un partido y empatado otros tres; los otros 10 los había perdido. 10 a 1 es un palizón en cualquier disciplina.
Y ¿era previsible? Lo era con el mismo grado de certeza que tenemos en que a un día le sigue otro (excepción hecha de la víspera del Juicio Final). Sólo hacía falta darse un paseo por el OWGR, o sea el Official World Golf Ranking.
Veamos: el nº 1 y el nº 2 del Mundo, Dustin Johnson y Jordan Spieth son norteamericanos, lo mismo que el nº 4 del mismo Ranking, Justin Thomas. Así las cosas, tienen 3 jugadores en el Top 5; 1 más en el Top 10 y 3 más en el Top 25: Resumo, de los 12 miembros del equipo, 10 están entre los 25 mejores del Mundo.
Por parte Internacional tienen 5 en el Top 5: la mitad que los norteamericanos. Termino los cálculos: la mitad del equipo Internacional está más allá del puesto 31º del Ranking, y el de los Estados Unidos ninguno tan retrasado. El peor, y ya es decir algo, sería Phil Mickelson en el puesto 30º.
Un grupo que sólo tiene a Hideki Matsuyama (3º) y Jason Day (7º) entre los 10 mejores del Mundo va vendido a la pelea. Por mucho ímpetu que se le ponga; por mucho que este año se juegue en el Liberty National – con el Upper Bay del río Hudson, la silueta de Nueva York de fondo y la atrayente presencia de la Estatua de la Libertad – la emoción no surgía por ningún lado.
O uno es morboso, o locutor de televisión, o no hay manera de estremecerse con tal paliza de golf. Todo lo cuál me lleva a pensar que la continuidad de la Presidents Cup debería estar en peligro.
Si se mantiene no será por motivos deportivos, será por diplomacia federativa. Razones de buenas relaciones transcontinentales y deseos de extender el juego de golf a países de crecimiento pueden impulsar a mantener vivo un fuego que ya no calienta. También, acabada la temporada regular, las televisiones comerciales tienen en este entretenimiento otra veta de metal golfístico que extraer para consumo de un segmento de público.
Cuando ya acabó el Fourball del sábado todo el pescado estaba vendido de cara a los individuales: a Estados Unidos le basta ganar un hoyo el domingo para ganar la Presidents Cup 2017.
Nueva York está siendo escenario de esta apuesta de golf internacional, del mismo modo que lo ha sido de incontables películas y series. Pero aquí la Gran Manzana es el fondo porque el campo de Liberty National tiene su sede en New Jersey.
Ahí situaba Steven Spielberg aquella tensa cinta de La Guerra de Mundos basada en la novela de similar título de Herbert George Wells.
En esta otra Guerra de los Mundos del Golf, los que parecen tener por comparación un juego extraterrestre son los norteamericanos. En aquel célebre film el narrador lo dice buscando profundidad: “Con infinita complacencia, los hombres iban y venían por el mundo, seguros de su imperio sobre este mundo. Sin embargo, a través del abismo del espacio, los intelectos vastos, frescos y antipáticos miraron a nuestro planeta con ojos envidiosos y lentamente, y seguramente, dibujaron sus planes contra nosotros”.
Y es que, cuando las cosas se tuercen tan temprano para los humanos – en este caso para los Internacionales – aparece la tentación de culpar al de fuera.
Pero el golf es así de simple: los mejores tienen más probabilidades de ganar. Y en esta ocasión el equipo de Estados Unidos llega al último día con la mayor diferencia histórica al día final: 14,5 a 3, 5.