El Real Club de Golf Guadalmina ha hospedado el Open de España Femenino. Azahara Muñoz (-19) jugadora de tan ilustre club se ha proclamado vencedora. Dos golpes detrás de ella, Carlota Ciganda (-17) era segunda empatada. En quinto lugar Natalia Escuriola (-13) completaba una corona de triunfos del golf español: tres jugadoras en el top 5.
Son grandes noticias sobre todo para Azahara que gana este torneo por segundo año consecutivo y lo hace con solvencia y entre los suyos. Felicidades para ella, para las españolas y para Guadalmina que ha sabido atraer a este haz de estrellas y disponer de un campo espectacular.
En la otra orilla del Atlántico, en el Estado de Atlanta se asistía al último acto de una larga obra épica: La FedEx Cup. Y ese último acto en la capital de la Coca-Cola se llama Tour Championship. En ese torneo, los 30 últimos clasificados desde los tres anteriores encuentros eliminatorios, se jugaban dos cosas: ganar el propio torneo y, de otra parte, granjearse los puntos suficientes para levantar el trofeo más codiciado y el cheque de mayor importe de cualquier competición de golf.
Es de destacar que un país como España haya conseguido poner a tres de los suyos en los Playoffs: Rafa Cabrera Bello, Sergio García y Jon Rahm. Y luego – ahora – estos dos últimos obtuvieron su clasificación para el Tour Championship: dos españoles en el exclusivo torneo final de todas las finales.
Los aficionados tenemos el peligro de acostumbrarnos a que, un torneo tras otro, Sergio García esté entre los mejores y a que ocupe un puesto que parece de su propiedad entre los 10 mejores del Ranking Mundial. No digo nada de los que, además, tienen que medicarse con Trankimazin para combatir su ansiedad porque el de Castellón no es nº 1 Mundial.
Pero lo cierto es que como aficionados españoles estamos de enhorabuena con un líder como Sergio. En el Tour Championship no cuajó una buena primera jornada. Ya escribí que parecía falto de compromiso. No me consta que me haya leído – lo que dice mucho de su sensatez -, pero el caso es que en la tres subsiguientes jornadas presentó tarjetas de 66-68-67, para asentarse nuevamente en el top 10 del Torneo y 21º de la FedEx Cup.
El otro, Jon Rahm, apareció por Atlanta con una ambición entre ceja y ceja: ganar la FedEx Cup. No lo decía – que hubiera estado justificado – por ser de Bilbao, sino porque, lo ha declarado él mismo, siempre sale al campo con la convicción de que va a ganar. Y ganando, al ocupar el 5º puesto de la FedEx Cup, se hubiera hecho con el preciado y precioso galardón: en la FedEx Cup si estás entre los cinco primeros y ganas el último torneo ganas también aritméticamente la FedEx Cup.
Con este chico vasco tenemos otro peligro parecido al anterior. Es la idea del progreso lineal y continuo de un atleta que sube como la espuma. Hace una año Jon estaba por encima del número 140 del ranking. Ahora está el 5º gracias a su victoria en el Irish Open (09/07); a su victoria en Farmers Insurance (29/01), más 14 top 10, 3 Top 3 y 2 Top 2. En los Playoffs ha estado entre los cinco mejores y en el último, en este Tour Championship con su puesto séptimo aseguraba su 5º lugar en la FedEx Cup. Enorme.
Esto es mucho cebar las ganancias y las ansias de los aficionados: vamos a tranquilizarnos acerca sobre el futuro de este joven español.
En lo alto de la tabla del domingo las cosas iban por otros caminos. De una parte, el debutante Xander Schauffele, alcanzaba una marca inédita, la de ser el primer novato en ocupar el liderato; lo hizo en los segundos nueve hoyos. Su juego desenfadado y atrevido respondía a una idea expresada por él y que el domingo hizo suya la web de la PGA: “Nothing to lose” (nada que perder).
El californiano Xander ya había sobrepasado hace semanas sus objetivos para toda la temporada: renovar la tarjeta en su primer año ya era una ganancia, pero clasificarse para el último torneo era algo más que un sueño.
Por eso tenía ya el trabajo hecho y jugó de jueves a domingo con un cierto espíritu de entrenamiento, de rutina, de “qué bien si gano, pero si no, no pasa nada”.
Y el otro astro de estas series eliminatorias ha sido Justin Thomas. El americano, que en la temporada regular ya había ganado cinco torneos, ha sido un perro de presa, una garrapata adherida a la bermuda de East Lake, un hartible del fairway y del green: cualquier cosa tenaz para acabar llevándose la FedEx Cup. Mérito en estado puro.