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DE GOLF A GRANJA

En el programa de “Ahora Madrid” figura el cierre del golf del Club de Campo

Mientras los países avanzados cuidan los campos de golf, en Madrid peligra el Club cuya propiedad comparten el Ayuntamiento, Patrimonio del Estado y Real Sociedad Hípica Española.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Mientras los países avanzados cuidan los campos de golf, en Madrid, con el programa de Ahora en Madrid de su líder Manuela Carmena en la mano, peligra el Club de la Casa de Campo cuya propiedad comparten el Ayuntamiento (51%), Patrimonio del Estado (24,5%) y Real Sociedad Hípica Española (24,5%).

Estábamos la más bella de mis primas y yo en la Terraza Norte de la Casa Club. Se trata, como seguro que saben, de ese recoleto rincón que desde el comedor principal se asoma sobre el chipping green. Su elevada posición permite ver con cierta comodidad cómo, un poco más allá, los señores socios menos hábiles con los hierros, en su desesperado intento de coger green con el tercer golpe, tiran bolas al lago del hoyo 9, difícil par cinco. Ya eran tres las bolas caídas en la última media hora.
 

La Terraza Norte de la Casa Club es también refugio de los comensales fumadores a quienes se les tiene vedado, por imperativo legal, fumar en el recinto cerrado de las dependencias de la Casa Club, el comedor entre ellas.
Y de ahí salió a fumarse un cigarro Maximino de P. y L., socio progre del club que, concluidos los postres, se acercaba con un cigarrillo en la mano. Para mi que Maximino no fumaba. No quiero ser mal pensado: nunca le he visto fumar, por lo que la probabilidad señala que su desplazamiento hasta la Terraza Norte de la Casa Club no tenía que ver tanto con la nicotina como con la testosterona; vamos, que tal como delataban su mirada y sus gestos lo suyo era más sorber los vientos por Margarita que aspirar los humos de Marlboro.
 
.- ¡Hola! ¿Cómo estás, Margarita? – saludo efusivo a mi prima. A mí ni me miró.
.- Estamos bien… hasta ahora – respondí rápido yo mismo para ver si cogía la indirecta. Pero lo cierto es que los pretendientes de Margarita no cogen nunca las indirectas y me colocan a mí en el mismo escalafón de atención que a los floreros.
.- Te has enterado de lo de Madrid, ¿supongo? – se dirigió a mi bella prima, quien se había quedando viendo la parábola de otra bola arrojada al agua con hierro.
.- Sí, pobre Ancelloti…un caballero… – respondió Margarita sin dejar de mirar los gestos de frustración del socio que acaba de tirar la segunda bola consecutiva a lago.
.-¡Ah!, sí, no. Me refiero a lo de la “alcaldesa castiza”, Manuela Carmena, que, como va a gobernar, va a cerrar el Club de Campo.
 
Y sin esperar respuesta, se sacó del bolsillo interior de la chaqueta un recorte de periódico que contenía el siguiente párrafo de la candidatura de “Ahora Madrid”:
 “Que el actual Club de Campo Villa de Madrid S.A. se convierta en parque público abierto a todos (como la Casa de Campo). Para financiar su mantenimiento y no cargar las arcas municipales, determinadas instalaciones –piscina, etc.- tendrán precios populares. La Zona de hostelería sería una Escuela Pública de Hostelería (con restaurante para prácticas y algo de autofinanciación). El inmenso campo de golf se convertirá en Escuela-Granja Pública. Se financiaría en parte vendiendo sus productos a coste a Residencias Públicas de Mayores, Colegios Públicos”(sic): es literal del programa de la segunda fuerza en votos de Madrid y más que probable equipo de gobierno.
 
Margarita y yo nos miramos y luego dirigiéndose a Maximino, con cierto tono de perezoso desdén comentó en alta voz.
 
.- Mira, Maximino, no estoy interesada en el golf de la Casa de Campo, aunque supongo que allí habrá algunos cientos de trabajadores que no sabrán cuidar gallinas y acabarán en el paro. De todos modos de los frutos de esa ignorancia populista sobre la financiación ya hay testimonios escritos y gráficos. He tenido que tratar con empresarios que trabajan en los países ex-soviéticos y vi aquellas fábricas. También hay fotos – puedo enviarte alguna –de lo que se encontraron los dirigentes de la Alemania Occidental cuando se hicieron cargo de lo que había en la Alemania de Este: improductividad, desprecio del medioambiente y cochambre.
 
.- Bueno, chica – interrumpió Maximino que se había puesto colorado –, eso es del siglo pasado y ahora es distinto, ahora es otra cosa.
.- ¿Otra cosa? Te voy a contar algo. La semana pasada comí en Viena con un ministro de la OPEP y me contaba la situación económica de otro país – de éste siglo, Maximino, de este siglo -. Es Venezuela. El país con más reservas de crudo del planeta (ese crudo que ha hecho ricos a los países de Golfo) no sólo no ha sabido gestionar su producción, sino que ha conducido a sus ciudadanos al racionamiento y a la miseria. Si el populismo no es capaz de financiarse con el petróleo como industria nacional, no quiero ni pensar lo que haría aquí con la industria nacional del ocio y el turismo. ¿Gallinas en el campo de golf? Pues, chico, no lo lamento tanto por los jugadores, me dan más pena las gallinas y el resto de madrileños.
 
Maximino, que no había dado ni una calada a su cigarrillo en toda esta declaración, hizo mutis por el foro hacia la mesa del comedor principal de la que provenía.
 
Y yo, orgulloso de mi pariente una vez más, contemplé feliz cómo, por fin, un socio amigo que bajaba por la calle del hoyo 9, superaba el agua, dejando la bola a tres pies de la bandera.
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