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EL ETERNO DILEMA

Cumpleaños, comuniones, bodas ¿debe asistir nuestro enfermo de Alzheimer?

Nuestro familiar, por más ajeno y ausente que pueda llegar a parecernos, está vivo, siente y necesita especialmente nuestro afecto, nuestras muestras de cariño y atención.

Hechosdehoy / Ana Romaz
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Abril y, especialmente, mayo son meses en los que se suelen dar fiestas y celebraciones familiares como bodas y comuniones. Estas ocasiones de reunión pueden plantear dudas e indecisiones cuando en la familia hay un enfermo de Alzheimer. ¿Es mejor que asista? ¿Estará bien o no? ¿No se complicará la cosa? Son preguntas que quién cuida de un enfermo de Alzheimer se ha hecho, en un momento u otro.

Partimos de la base de lo importante que es para el enfermo sentirse partícipe e integrado en el grupo familiar, recibir el afecto de los suyos y su compañía. Aunque estén enfermos siguen con nosotros, receptivos y necesitados de calor y consuelo. Y una ocasión festiva, cualquier celebración familiar, es un buen momento para reunirnos en torno a quién más nos necesita.

Con algunos matices, dependiendo de que el paciente viva en casa o esté en una residencia, hay algunas consideraciones a tener en cuenta, que pueden ayudarnos en una situación de este tipo.

Si los organizadores del evento somos nosotros, -los cuidadores-, siempre tendremos más libertad a la hora de escoger hora y lugar. Si no lo somos podemos hablar con el organizador y tratar de tener en cuenta aquellas cosas que pueden ayudar a que todo salga bien.

Un primer punto es hacerle a él/ella que participe de la organización y se sienta escuchado y tenido en cuenta. Contar con él/ella para la elección de la ropa que llevará, pedir su opinión sobre detalles como flores o música, incluso pedirle que nos ayude con algunas tareas sencillas, le harán sentirse más tranquilo y reafirmarán su autoestima.
 
Ir contándole los pasos que damos: qué se celebra, quién estará, dónde iremos… incluso revisar el álbum de fotos, todo ello le ayudará sentirse parte de la fiesta.

Hay que tener en cuenta que para los enfermos de Alzheimer la primera mitad del día suele ser más tranquila y apacible que la segunda. Por ello, y si es posible, haremos la celebración preferentemente por la mañana/ mediodía. Y si no lo fuese y la fiesta es nocturna tendremos un plan B.

En caso de que nuestro familiar se canse o agobie tendremos previsto un lugar tranquilo en el que pueda descansar y habremos preparado a la familia para que, llegado el caso, entiendan con normalidad su marcha.

Si bien recibir el afecto y la atención de sus seres queridos es fundamental para estos enfermos,- por más que pueda parecer que están ausentes-, un evento social en el que se reúne un gran número de personas puede ser muy agotador y llegar a alterar a nuestro familiar. Por ello será bueno comentarlo con el resto de la familia, para que nadie se sienta molesto, para que el número de aquellos que se le acerquen a saludar y conversar no exceda de 10-12 personas, y nosotros estaremos atentos a sus reacciones para evitar pasar el punto en el que pueda agotarse y alterarse.

Nuestro familiar, por más ajeno y ausente que pueda llegar a parecernos, está vivo, siente y necesita especialmente nuestro afecto, nuestras muestras de cariño y atención. Y ser capaces de estar a su lado, con sensibilidad y ternura, entendiendo lo difícil que resulta para él/ella este tipo de alteraciones de su vida cotidiana, buscando el equilibrio entre ayudar e invadir, haciendo su vida lo más agradable posible… ser capaces de todo eso es algo que nos marcará personalmente, que nos hará mejores y nos dará hermosos recuerdos .

No quiero negar las dificultades ni las complicaciones, que las puede haber, pero creo que, tanto para el enfermo como para la familia, no darle la espalda a la realidad, afrontando lo que ocurre con amor y comprensión, puede ser muy positivo y darle un valor mayor a una celebración, que, en muchas ocasiones, está desvirtuada en su sentido más profundo, y se ha convertido en un mero acto social. Y para el cuidador debe suponer un respiro y un momento de relajación y alegría, que necesita más que nadie.

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