Esta clasificación ha ido elaborándose durante la temporada con los puntos acumulados por los jugadores semana a semana. Al segundo torneo pasarán los 100 mejores una vez sumados los puntos obtenidos al concluir el Northern Trust Championship; luego la lista se reducirá a 70; por último en la lista sólo quedarán 30 que lucharán por el Tour Championship y por ser los primeros de la lista de la FedEx y recoger el cheque más alto que se paga en un premio de golf.
Pero volviendo al Northern Trust, es este un torneo que se celebra en Glen Oaks Club, Westbury, Nueva York. Por su clasificación entre los 125 mejores tienen derecho a estar tres españoles: Rafa Cabrera Bello (74º), Sergio García (30º) y Jon Rahm (7º).
Sergio García ha renunciado a acudir a este primer torneo de las series finales. No hay problema; aunque perderá algunas posiciones, está lo suficientemente alto en la pizarra como para incorporarse en un próximo encuentro. Ya lo ha hecho en ediciones anteriores.
Además de él han renunciado a jugar el Nothern Trust, Brandt Snedeker (64º) lesionado en las costillas, Adam Scott (66º) a la espera de su segundo hijo; Scott Piercy (97º) y Dominic Bozzelli (115º) que no han revelado el motivo.
Así que, restados los ausentes, el último de la lista del primer día era el puesto 120º, lamentablemente ocupado por Rafa Cabrera Bello (+9). El canario no hizo ningún birdie y cometió siete bogeys y un doble bogey: mal se le estaba poniendo el ojo a la burra, o como dirían ahí, en Nueva York, “things are going downhill nowdays”; pero quedan días para mejorar.
Sí empezó bien el vasco Jon Rahm (-2), a cuatro golpes del líder provisional. Todavía habría ido mejor sin el inoportuno bogey del hoyo 9 a causa de un golpe deficiente con el putt… y el consiguiente gesto de frustración. ¿Tenía la culpa el green?
Ya veré como les cuento el resto de los días, porque nos vamos, como cada año, a las Islas Caimán. ¿Quiénes? Tía Alicia –que paga la estancia de todos en el Ritz-Carlton Grand Cayman -, la bellísima prima Margarita – que me paga el billete desde el JFK al Owen Roberts International Airport -, mi primo Gonzalo y su esposa Tracy, segunda fortuna de la provincia, y otros cuántos primos, tíos y niños de estos parientes: una exótica a la par que familiar reunión.
El wi-fi no es malo en el Ritz-Carlton, pero es mejor la playa de blanca arena, el azul turquesa de la orilla y el marino hacia el horizonte de Seven Miles Beach, a 75 dólares el acceso a esta playa privada, si no recuerdo mal.
Mientras, la clasificación la encabezaba en Glen Oaks ese joven georgiano, Russell Henley, que hizo un juego conservador, sabedor de que no conoce el recorrido. Así, con ocho birdies y dos bogey para 64 golpes en este campo par 70.
Probablemente sea ese el modo bueno de jugarlo; los profesionales están atentos a un doble objetivo: el propio Northern Trust y perdurar en el particular tiovivo de las series finales eliminatorias hasta llegar dentro de un mes al Tour Championship.
Cierro. Nos llaman a embarcar. Me toca ir sentado entre el primo Gonzalo y un sobrino lleno de pecas amarrado a una Tablet con juegos virtuales, sin especial virtud.
El primero va con cara de pocos amigos, pues sabe que en Gran Caimán hay pescado fresco, langosta y esas cosas, pero ni un minuto para montar a caballo, porque – fallo de los propietarios de Ritz-Carlton – el hotel no está equipado con cuadras ni caballos y esas otras cosas necesarias para la equitación, ocupación obsesiva de este joven.
Y el sobrino lleno de pecas ni me mira. No mira a nadie. Sólo tiene ojos para la pantalla y un, al parecer, atrapante juego de ponis.
Así que me enfrasco en la lectura del libro “Play Your Best Golf” de Pia Nilsson y Lynn Marriott… y me duermo a la altura del segundo párrafo o, lo que es lo mismo, a 10.000 pies de altura.
Terrible era la pesadilla en la que jugaba con tía Alicia al golf; tenía que darle golpe en todos los hoyos y mi putter era un pata de jamón de jabugo; alguien había introducido varios trozos de felpudo en mi boca y mi cuello se había retorcido en pleno green. A la vez, un Marshall me daba golpecitos en el riñón derecho.
.- Así no hay quien patee – quería decir.
Pero el Marshall, que ya despierto no era tal sino mi primo Gonzalo, dejó de golpear mi riñón derecho.
.- Venga, primo, abre los ojos que vamos a aterrizar – me sugirió.
Aliviado por el fin del desventajoso partido con tía Alicia, me removí en el asiento, a tiempo de escuchar el chirrido de los neumáticos del avión en la pista de aterrizaje.
Hay personas que sufren aerofobia – miedo a volar-, pero a mi el run-run de los motores me mece, me relaja y me deja frito.
Ahora, en la tierra firme, en la que sólo tengo prevención a mi tía Alicia, mientras caminaba por el finger hacia la terminal me preguntaba cómo se llamaría el miedo a vencer.
.- Nikefobia, primo querido – me respondió con una sonrisa enternecedora la más bella de mis primas que me había alcanzado con paso decidido.
Sin darme cuenta, había hecho la pregunta en voz alta, pensando en un golfista español presente en el Northern Trust.
A ver qué pasa.