El Top 10 de la última jornada del 99º PGA Championship empezaba en -2, y en ese rango había 11 jugadores. Uno de ellos, en principio, se llevaría la victoria. Eran los heroicos restos de tres días de lucha contra el Quail Hollow, un recorrido duro con greens rápidos y un dibujo imposible.
Para el domingo, ronda final, la lluvia caída había hecho los greens más receptivos. Eso facilitaba hacer diana, dejar la bola más cerca de la bandera. El trofeo Wanamaker – por Rodman Wanamaker, celebridad que fundo el PGA Championship – estaría más fácil para quien, estando ya entre los diez primeros manejara mejor las calles cogidas, el acierto con los hierros en green, la fuerza con el putter y el gobierno de la presión.
Y los nervios se notaban en los de cabeza en los primeros seis hoyos, sobre todo en el acierto en dos de esos elementos: calles cogidas y bolas directas al hoyo en el green.
Justin Thomas pasó bolas cerca del hoyo que le habrían dado un gran impulso. También el joven Chris Stroud tuvo problemas en este capítulo. A Hideki Matsuyama se le hacían más grandes los bunkers de calle. Y el líder, Kevin Kisner, tuvo que recuperar en el hoyo 4 un mala salida a bunker. Y lo hizo: el parámetro nervios lo tenía bajo control.
¿La parte negativa en el primer tercio de recorrido? Kevin Kisner no había hecho un solo birdie: todo pares. Justin Thomas dos bogeys para un solo birdie.
Parecían jugadores diesel, frente a, por ejemplo, Patrick Reed – el hombre que venía de atrás – con motor a reacción y que le veía ya la matrícula. Y es que este americano, como también el italiano Francesco Molinari, parecían oler sangre y su alma de tiburones se ponía en modo ataque total.
La reacción en esta parte sólo podía venir de un samurái: “Yo conozco el don de la victoria siempre. Sólo he aprendido a no dejar pasar el momento adecuado”, puede leerse en “El camino del Samurái”. Y aquel era el instante para Hideki Matsuyama, que tras ponerse líder en el hoyo 7, dejó a un golpe a Chris Stroud y a dos a Kevin Kisner con un nuevo birdie en el hoyo 10.
Ahora sí, en el segundo tercio del recorrido, el Birdie Valley podríamos llamarle, empezaron los duros ataque a bandera. Nadie de los de arriba especulaba: se trataba de arrasar con los ojos fijos en el trapo y la intención mirando con rabia y ansia la victoria.
Pero la victoria es sólo para uno. Así de simple, así de exigente y con un límite conocido: no hay más que 18 hoyos. Después un inmenso vacío.
En Casa Club, Rickie Fowler (-5), un niño perdido hasta hacía poco, era el líder a batir. No parecía un meta inalcanzable. Además, el japonés que había sido líder hasta por dos golpes cometía tres bogeys seguidos en los hoyos 11, 12 y 13. ¿Descartado? Nunca des de lado a un samurái porque el puede decírtelo: “valentía es no rendirse nunca, luchar hasta el final”.
Y entonces apareció Francesco Molinari (-6) como un “sorso di aria pura” para tomar el relevo del liderato en Casa Club. Pero en el campo los mejores se aprestaban a cumplir con el último tercio del recorrido y, en él, con la Milla Verde.
El locutor de la televisión se entusiasmaba: “un -7 en Casa Club puede ser un cañonazo”. Y tenía razón: los aciertos de unos se alternaban con los errores de otros. Y viceversa.
Nada estaba escrito sobre la verde bermuda de Quail Hollow. ¡Quién puede narrar que hará la estrella errante!
Pues Hideki Matsuyama había recuperado el -7 con sendos birdies (hoyos 14 y 15), pero es que su compañero de partido Justin Thomas se había encaramado a la primera plaza con un -8. Y segundos más tarde el que había sido líder al principio, Kevin Kisner se rehízo de sus malos hoyos y también llegó a -7.
Todo por decidir a falta de los tres hoyos finales más terribles del circuito americano. Y se confirmaba que los que valían eran los cuatro parámetros citados al principio. Ganaría, como decíamos al principio, quien fuese capaz de acreditar más calles cogidas desde el tee, mejor proximidad a bandera con los hierros, más afinada justeza de fuerza con el putter y una capacidad de abstracción frente a la presión a prueba de muchos hectopascales.
El que tuvo mejores cartas en estas dimensiones fue Justin Thomas que con un nuevo birdie en el difícil par 3 del hoyo 17 se ponía a tres golpes de distancia de sus más cercanos perseguidores.
Inalcanzable el joven (24 años) de Kentucky, le bastó un bogey en el hoyo 18 para ganar el 99º PGA Championship.
Por su parte, Jon Rahm no pudo terminar en los puestos destacados del torneo después de un domingo aciago que cerró con una tarjeta de 75 golpes, cuatro sobre el par, para concluir con un total de +4. No pudo hacer ningún birdie el domingo, mientras que entregó cuatro bogeys.