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ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Byeong Hun An, líder en Wyndham, y el chico de la burbuja

Terminando la temporada regular en Estados Unidos, todos se preparan para los Playoffs que decidirán el campeón de la regularidad. Pero antes se verá quienes entran en las eliminatorias.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Se juega en Greensboro, Carolina del Norte, el último de los torneos regulares, el Wyndham Championship. La semana que viene empiezan las series finales: Playoffs de la Fedex Cup. Se trata de tres torneos (eran cuatro hasta el año pasado) que siguen un proceso de eliminación: al primer torneo el Nothern Trust sólo entrarán los 125 mejores de la clasificación a la regularidad que es la de la FedEx; al segundo, el BMW Championship los 70 mejores y al último, The Tour Championship los 30 mejores.

Esta es la importancia de hacer buenos resultados: quedar entre los 125 mejores de la FedEx. Y eso por doble motivo: poder competir en los Playoffs y asegurarse la tarjeta de la PGA.

Efectivamente, los 125 mejores tras el calendario regular que termina el domingo, renuevan automáticamente – si no los tuvieran por otros motivos – sus derechos a competir en la temporada 2019/20.

Es este un asunto que, desde luego, no preocupa a los que son estrellas y que ya están tan alto que no hay cataclismo galáctico que los haga caer. Tampoco a quienes por una pobre temporada sus aspiraciones no alcanzan a optar para participar en los Playoffs.

Pero entre ambos grupos hay un reducido grupo que se están jugando el pan del año que viene. Y si no el pan si el jamón del bocadillo, que en segunda categoría – Web.com – no es 5 jotas.

El mundillo de la PGA, las televisiones y los comentaristas se fijan estos días en qué jugador ocupa ese puesto fronterizo, ese pié al filo del acantilado del adiós, ese número 125 que está entre susto y muerte, entre jamón y mortadela, entre los gozos y las sombras.

Como hasta el domingo no se cierra la lista, ésta evoluciona según vaya discurriendo el Wyndham. A quién ocupa ese lugar de riesgo entorno al puesto 125 se le conoce como el “Chico Burbuja” (Bubble Boy).

El término, que viene a indicar que dentro de los 125 mejores estás a salvo (juegas Playoffs y tienes tarjeta PGA) parece tomado del “Síndrome del Niño Burbuja” como se conoce la enfermedad de inmunodeficiencia combinada severa (SCID). “Se trata de una patología hereditaria que puede tener graves consecuencias para los niños en los primeros meses de vida, puesto que su sistema inmunológico es especialmente vulnerable a padecer todo tipo de infecciones (víricas, fúngicas o bacterianas) que dificultan que el pequeño pueda vivir en un entorno normal sin que su vida corra peligro”. Es obliga aislarlos y viven dentro de recintos cerrados, burbujas de plásticos.

Algún lector recordará la película Bubble Boy (2001) aquel muchacho, Jimmy Livingstone (Jake Gyllenhall) enfermo de SCID que había vivido su vida en la burbuja de plástico y que descubre que Chloe (Marley Shelton), la chica que ama desde la primera juventud, va a casarse en las Cataratas del Niágara, y cómo construye un traje burbuja portátil y se lanza en su búsqueda para conquistarla.

Y los más séniors recordarán otra más antigua El chico de la burbuja de plástico (1976) con John Travolta.

Pues, lo dicho: de esa enfermedad debe estar tomada la expresión de los caminan al filo de la navaja del puesto 125 de la  FedEx Cup. Qué mal lo habrán estado pasando algunos. Y que solidario me siento con ellos.

Sí, yo mismo he estado en una situación crítica. Ya pasó, pero al recordarlo se me remueven las entrañas. Como mis lectores saben gran parte de mi tren de vida está sufragado por la aportación de mi tía Alicia. Sin esa contribución se resienten mi armario, mi colección de zapatos y otros gastos básicos de en un caballero.

Pues sucedió un día que mi primo Gonzalo se presentó en mi residencia en un estado cataléptico, temblón, entelerido para rogarme un imposible. Resulta que aprovechando la ausencia de tía Alicia de viaje en París por las cosas de la moda, el muy insensato había cogido el descapotable de tía Alicia (Bentley Continental New GT Convertible W12). (Sí, yo también me he hecho la pregunta ¿para qué quiere la momia de mi anciana tía un cabrio tan llamativo?).

Lo malo no era – o no era sólo –  que mi equino primo birlara para presumir aquella joya, sino que lo había hecho contra la expresa prohibición de Trici, su cristiana esposa,  y que además le había hecho en el lateral derecho una rallón muy parecido en profundidad y diseño a la Corta de la Cartuja.

Estaba aterrado pensando que Trici le abandonaría y que tía Alicia se fabricaría un moto con sus huesos. Me rogó de rodillas que dijese que había sido yo pues no se atrevía a volver a casa.

Pueden ahora imaginar la secuencia: cedí por compasión; mirada como puñal de mi tía Alicia; despectivos visajes de Trici y otros primos y, lo que es más grave, suspensión de mi asignación justo semanas antes de la Carreras de Caballos de Sanlúcar.

Fui chico burbuja de la familia por unos meses. Y eso duele. Me salvó, cómo no mi prima Margarita que volvía de viaje y se autoinculpó; a ella se le perdona todo y, además, no necesita asignación. “Fui yo, tía, al sacar mi coche”. Siete palabras mágicas que me devolvieron la vida, aunque probablemente no sea inmune a otra sanción.

En el Wyndham la cosa seguía apretada y habrá que esperar al domingo. El coreano Byeong Hun An, ya situado en primera posición, no será de los que sufra.
 

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