Cuando ya no queda margen se aprietan los tiempos, se tensan las esperas y se dilatan las impaciencias. Nos ocurre no pocas veces en el trabajo, en las decisiones difíciles para el corazón y en los torneos de golf.
Una de las muchas formas de fracasar es la procrastinación, es decir, retrasar sin motivo lo inevitable. No es una postura inteligente pensar que el tiempo todo lo resuelve, porque dejar pasarlo en la inacción no evita que se ejecute una multa, que se despida un colaborador al que no se motivó o que salga moralmente mal equipado un hijo al que no se quiso corregir a tiempo.
En el golf pasa lo mismo: los deberes no pueden dejarse para el domingo del Tour Championship, que es el último día del último torneo de las series eliminatorias.
Me ha parecido ver a algunos que no están jugando desde el jueves al nivel que acredita su situación en el Ranking Mundial. Ni Dustin Johnson, número 1 del mundo; ni Sergio García, vencedor del Masters de Augusta, por poner dos ejemplos presentes East Lake, Atlanta (Georgia) están jugando al nivel que se les supone acreditado.
No es aptitud, es actitud. Tener o no tener, ese es el dilema. Para no dejar para el hoyo siguiente, para la jornada de mañana lo que no se sabe si mañana veremos, hay que tener un grado de compromiso. Eso han demostrado en los dos primeros días Webb Simpson, Paul Casey, Justin Thomas y Jon Rahm y algunos más.
El español está, como se dice ahora, enchufado. De hecho algún mínimo fallo – corbata en el hoyo 12 – quizás se deba a la adrenalina que la ambición inyecta al swing. Y eso, en lo que llevamos visto, puede impulsarle a ganar el Tour Championship y, en consecuencia, la FedEx Cup.
El contrapunto a gobernar es el temperamento; va a necesitar gestionar pacíficamente la frustración ante errores, porque los errores caerán. Si lo hace gana. Si lo hace se trae al hoy su mañana.
Se han producido alternativas durante toda la jornada en la clasificación FedEx Cup. El objetivo principal para los que están en cabeza es quedar primeros en esa clasificación. Los puntos para ganar el cheque de 10 millones de dólares se juegan ahí, en un puñado de puestos y en unos pocos golpes de palos de golf. Un golpe más puede ser la ruina, un golpe menos supone subir en la pizarra y ganar confianza para lo que queda de torneo.
Pero nada de eso sucede dejando las cosas para luego. Las dificultades no son para estos deportista una llamada a la rendición, sino al combate. Han tenido que luchar y no han rehusado. No son malos los obstáculos; lo malo es la cobardía.
Eso debió pensar Justin Thomas en el hoyo 18 en el que arrancó un eagle al green para ponerse líder en Casa Club con -7. Eso pensaría durante toda la jornada un combativo, un renacido Webb Simpson que hoyo a hoyo se creció y también terminó -7. Y ese fue el aire que respiró Paul Casey que fue también a coincidir en el liderato.
Y al mismo espíritu de ardor guerrero responde la actitud de toda la jornada de John Rahm (-6). Se situó cuarto, pero un cuarto que sabe a segundo porque está a un sólo golpe de esos tres líderes provisionales.
Ahí mismo, en Atlanta, nació Margaret Mitchell que escribió la famosa novela Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó). En sus páginas repletas de amor, coraje y épica que el cine inmortalizó leemos una frase hecha para esos hombres y para los hombres y mujeres de todos los tiempos; para Vd. amiga lectora, amigo lector y para mí: “Hardships make or break people” (las adversidades edifican o destruyen a las personas).
El quid es tomárselo con deportividad – como un renacer de la efímera derrota, como un resurgir de la efímera victoria – para ser en la derrota y en el éxito señor de tus días y capitán de tu destino.
Hay un punto de dignidad en todo trabajo, el golf profesional lo es, que impulsa a no entregar las armas sin luchar y no entregar la integridad al perder.
Quedan dos días de Tour Championship y son dos días para contemplar a los mejores de este deporte cómo demuestran porque son los mejores.
Jon Rahm es uno de ellos y es uno de los nuestros.