Ya contábamos el viernes que era eso de Shot Clock que el Circuito Europeo ha puesto en marcha en el golf profesional: jugadores ejecutando sus golpes contrarreloj; árbitros en cada partido crono en mano para que cada golfista ejecute el swing en un tiempo tasado – 40 o 50 segundos según qué casos – bajo pena de golpes para quien tenga mal tiempo. ¡Hombre, mal tiempo sí tiene penalidad, y mala educación, no! Sic transit gloria mundi.
Pero, a lo que vamos. Mientras en las dos primeras jornadas nadie fue castigado por excederse del tiempo concedido, no así en la tercera ronda. Tres fueron las víctimas de la ley – dura lex, sed lex – del tiempo justo: Clemens Prader por 4 segundos en putt del hoyo 6; Grant Forrest por 3 segundos en el approach en el hoyo 15 y Andrea Pavan por 3 segundos de más en el hoyo 18; el último hoyo que ya es mala le…cción.
Hoy merendábamos la familia y algún amigo en el Club. Íbamos a tomar posesión de la Terraza Oeste de la Casa Club, por el bello paisaje primaveral que adorna el ambiente con la luz de la tarde: adelfas, jacarandas, palmeras, el árbol borracho del hoyo 18, y la vasta extensión verde de la calle del hoyo 1.
.- Ni hablar – dijo tía Alicia que llegaba arrebujada como en noche de noviembre – Ni hablar es ni hablar. Aquí se mueren de frío hasta los pingüinos. ¡Vamos adentro!
Ciertamente este junio sevillano tiene un clima que recuerda la Navidad. Instalados en el interior, enseguida salió la conversación sobre el ready golf y el juego rápido.
La mayoría dijo estar de acuerdo con hacerlo más rápido.
.- Estos no son tiempos para estar más de 4 horas paseando por el césped – dijo un primo lechuguino que se dedica a los negocios por internet y que mide la eficiencia de las transacciones en nanosegundos.
.- Eso estaba bien cuando esto era un ejercicio de desocupados aristocráticos. Hoy el golf es para los business – atacó otra prima que trabaja en la City de Londres.
.- Pues a mí no me importa estar el rato que haga falta jugando al golf – intervino un tío mío que vive de las rentas de su abuelo desde la temprana edad de cinco años.
.- Hombre – habló mi prima Margarita –, tampoco está el mundo para llenar los campos de sujetos caracoles que detienen a los que juegan bien. Pero, por otra parte, las plantas no crecen más rápido por tirar de ellas. Cada cosa tiene su propia naturaleza.
Todos asintieron. Margarita produce sobre los auditorios ese efecto sedante y sugestivo que cautiva y reorienta la visión de los temas.
.- Porque, de todos modos – añadió –, podemos llegar a medidas absurdas. ¿Qué pueden inventar ahora los jerarcas del golf?
¿Para qué hizo esa pregunta que pretendía ser retórica? Enseguida empezaron las aportaciones de mis familiares y amigos. En ese momento se encendió el ingenio de nuestra estirpe que la hizo famosa.
.- Lo que ahorraría tiempo – dijo un primo que consumía cerveza irlandesa – es hacer los hoyos cuadrados.
.- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? – inquirió mi primo Gonzalo.
.- Muy fácil – respondió Cerveza Irlandesa -: con los hoyos cuadrados se evitarían las corbatas, esos efectos que hacen que la bola escupida por el círculo del hoyo se aleje de éste: se reduciría el número de putts.
.- Jajajaja –rió un bancario Té con Limón –; es cierto. También se ahorraría tiempo en el tee del hoyo 1 si cada jugador adoptase un nombre coreano o chino.
.- No entiendo – volvió a intervenir mi primo Gonzalo.
.- Pues está claro: si a la hora de anunciar el nombre del jugador en vez de decir “On the tee, from Spain, Mr. Rafael Cabrera Bello”, dijeran, por ejemplo, “On the tee, from Spain, Mr Rafa Wu”(o Na, o Noh, o Chang), se ganarían unos segundillos: tened en cuenta que si juegan 150 profesionales a 3 segundos por nombre ganas 450 segundos, es decir, 7 minutos y 30 segundos.
Ahí ya parientes y amigos empezaron a desbarrar más allá de lo razonable. Siguiendo con lo de los nombres uno proponía eliminar directamente a los tailandeses que se llaman Kiradech Aphibarnrat, Jazz Janewattananond o Tirawat Kaewsiribandit y otros así con lo que se ahorrarían otros 4 minutos.
Otro se mostró partidario de que los hoyos estuviesen situados dentro de un espacio en forma de embudo de un metro de diámetro, de modo que a poco hábil que fuese el profesional se evitaba un segundo putt.
Un Ron con Coca-Cola (o quizás Tres Ron con Coca-Cola) con voz gangosa y lengua de trapo se mostró partidario de dar por acabado el hoyo con tres golpes de penalidad a quien cayese al obstáculo de agua. “Total, si al final lo de droparse y jugar con penalidad es para nada: va a perder igual…”.
Aquel guirigay terminó cuando tía Alicia mostró su escepticismo con sarcasmo.
.- Si quieren acabar con el verdadero golf, el que siempre hemos jugado las familias de orden, pues nada, a por ello – sentenció –. Que hagan el corte según el tiempo invertido en las dos primeras rondas: por ejemplo pasan los 60 más rápidos. Será divertido ver a caddies, árbitros y jugadores al sprint en los últimos hoyos. Y se acabó.
Lo que se acabó es la tercera jornada del Shot Clock Masters con un increíble juego del finlandés Mikko Korhonen (-13) que llevaba 54 hoyos sin cometer boggies. El español Miguel Ángel Jiménez (-7) terminó tercero empatado.
Pero siempre con tiempo sobrado.