Descorchado el tapón de nuevas victorias con el triunfo en el Masters de Augusta 2017, Sergio García ha cruzado el océano para acercarse a Alemania. Antes de sumergirse en los afanes deportivos, le hemos visto con traje regional de Baviera marcarse unos pasos, unas risas y una cerveza. ¿Dónde si no?
Se le escapa la risa, el paso es alegre y el gozo parece acompañarle desde que oficializó su compromiso con Angela Akins. También asoma en su rostro – espejo del alma – un poso de serenidad, de confianza en sí mismo. No hay mejores credenciales, supuesta la pericia técnica, para atreverse con todo un BMW International Open.
Este prestigioso torneo se celebra en una zona boscosa próxima a la capital bávara. Gente chic, niñas y niños in, poderío industrial y comercial y beautiful people para este noble deporte. No hay más que verlos y oírlos, o más bien no oírlos apenas con un comportamiento de corrección estilizada. Por ahí sólo el río ruge.
El club y el campo se encuentran en las estivaciones del rio Isar. Hay una novela, “Was die Isar rauscht” (Lo que ruge el río Isar), escrito por la pluma de Michael Georg Conrad. Este autor, importante figura del movimiento naturalista, fijó su residencia en Múnich atrapado quizás por la belleza de la ciudad, de su ambiente intelectual y por la inspiración del Isar, afluente del Danubio.
Pero en este fin de semana, los rugidos y aplausos en el Golfclub München Eichenried estaban reservados para los dos jugadores que acabaron compartiendo el primer puesto: Richard Bland y Sergio García.
El inglés escribió con sus golpes un canto a la fortuna aliada con la habilidad. Especialmente brillante fue su juego del hoyo 11. Es un par 5 cuyo green se alcanza con un buen segundo golpe. Bland no lo dio y su bola acabó en el agua del lago frontal, cerca de la orilla que da al green.
El inglés, se descalzó, se puso el traje de agua y de un certero golpe dejó la bola a pocos metros de la bandera. Y de ahí la enchufó en el fondo del hoyo, logrando un birdie donde todos cantábamos un bogey. Rubricó su buena racha con un eagle desde calle en el hoyo 13.
Por su parte, Sergio García, sin especiales alardes se movió con seguridad, con atrevidos golpes largos que le permitían alcanzar el green. Por ejemplo va 3º en porcentaje de distancia de drive y tiene el récord de drive más largo en el torneo con 344 yardas.
Al birdie del primer hoyo le sumó otros seis (hoyos 6, 9, 11, 12, 15 y 17) por sólo dos bogeys (hoyos 4 y 14). Y es que también le están funcionando los greens en regulación con una media del 92,6% frente a la media del torneo en 68,3%.
Hemos visto a Sergio como en los mejores días, pero más humilde y más profesional. Probablemente su equipo. Probablemente Angela. Probablemente…
La condición humana es asombrosa y deja destellos cegadores de ello en el deporte. Más cegadores en cuanto es una actividad hecha visible y hecha para ser vista. No hay más que pensar en las horas de emisión que ocupa el deporte, el número de cadenas especializadas y la pasión que mueve.
Vemos a Sergio y los aficionados nos ponemos en su piel y en su tensión. Y sufrimos sus frustraciones y nos alegramos de sus victorias. Es condición humana de los amateurs buscar modelos. Y es capacidad humana que podamos rectificar, tomar consejo, pensar, rehacer el rumbo. Sergio García, a diferencia del río Isar, pudo volver atrás y aprender.
Y parece que lo ha hecho a conciencia; lo está haciendo y eso puede darle como resultado vencer en el BMW International Open. Si lo hace consolidará aún más su actual liderato en la Race to Dubai.
Como el Isar, cada uno tiene su Danubio, un lugar final al que llegar para verter en él las derrotas, pero también las victorias de un vida lograda.