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La página oficial del Circuito Europeo piropeaba a Sergio García: “early signs of brilliance”. Tiger Woods, por su parte, terminaba ese primer día con -3. Podríamos pedirle el número de teléfono de su rehabilitador por si tenemos una lesión: ¡vaya manera de moverse a través de la bola! Pero a lo mejor sus golpes no tienen que ver tanto con sus dolencias como con sus querencias y los recuerdos de su victoria aquí en el Open de 2006: aquellos 270 golpes de entonces (-18) pueden haber metido gas en el globo de su mejor golf.
Pasada la mañana, toda una tarde con primeras figuras quería amenazar a los líderes provisionales. Hasta el sol y la falta de viento en Hoylake parecían aliarse con los invitados vespertinos.
Entre ellos estaban el ganador del The Players y del Open USA que deseaba dar un homenaje patriótico al fútbol: Martin Kaymer llevaba bordadas sobre su polo las cuatro estrellas del tetracampeón del fútbol, la selección de Alemania, un noble gesto en un mundo que esconde sus amores, mientras escupe sobre sus virtudes.
Y la tropa española, con el buen resultado de Sergio García funcionaba a ratos. Gonzalo Fernández Castaño, que llegó a estar -2, cometió doble bogey en el hoyo 7 para acabar finalmente +2. Miguel Ángel Jiménez y Pablo Larrazábal (+3) terminaron en el puesto 104 en ese primer día y tendrán que ponerse las pilas para entrar en el corte. Rafael Cabrera Bello, que empezó con bogey en sus dos primeros hoyos, supo amarrarse al recorrido costero del Royal Liverpool y terminar -2. Una hazaña para un partido de tarde.
Ya en los primeros 9 hoyos de esa tarde el más destacado,
Adam Scott con -4, mostraba sus mejores credenciales como
Number One. En otro partido curiosamente jugaba
Ernie Els, el mismo que le enjugó en 2012 una diferencia de seis golpes para arrebatarle de un plumazo ese trofeo, la
Jarra de Clarete, que honra al ganador del Open.
Pero el golf se cose con agravios y se borda con olvidos. El australiano ha mandado lejos sus frustraciones y viene siendo el grande que ganó Augusta y que logra con su largo putter-escoba birdies sin apenas despeinar una sonrisa de actor de cine.
Y por ahí andaba el zurdo Bubba Watson que había empezado muy bien, pero que fallaba un golpe y se quejaba en voz alta del entorno: “Hay miles de personas y yo he venido a jugar al golf”. Ahí se desató como un virus la falta de concentración y pasó de estar -2 al finalizar los primeros 8 hoyos a ponerse +4 en el hoyo 13 resultado con el que terminó su recorrido: entre el hoyo 9 y el hoyo 13 acumuló 5 golpes de más.
Para lo que queda antes del fin de semana las cosas pueden torcerse para unos y rehacerse para otros: los 48 profesionales de cabeza están en el pañuelo de sólo 5 golpes. Y por la cola glorias como Patrick Reed (+6), como el propio Ernie Els y Jamie Donaldson (+7) o Joost Luiten (+9) lo tienen un poco más allá de lo imposible.
Pero el golf es un enigma y todo puede cambiar mucho. Más si llueve. Más si hay aparato eléctrico. Y aún más si se cumple lo que decía el veterano jugador del Liverpool, Alan Hansen cuando se equipo ganaba en el descanso 3 a 1: “there is no way the second half can be as entertaining as the first”.