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MINIMIZAR RIESGOS

¿Qué tienen en común la diabetes y la enfermedad de Alzheimer?

Un grupo de investigadores ha descubierto que altos niveles de azúcar en la sangre están asociados con un mayor riesgo de demencia, incluso en personas sin diabetes.

Hechosdehoy / Ana Romaz
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La diabetes mellitus tipo 2 aparece generalmente en la edad adulta y es uno de los problemas de salud más importantes en la actualidad. La enfermedad se produce porque, si bien el páncreas sí es capaz de producir insulina, esta no actúa correctamente y no permite el acceso de la glucosa a las células. La glucosa permanece disuelta en la sangre, y el páncreas produce aún más insulina, entrando así en un círculo vicioso dado que la glucosa sigue sin poder entrar en las células.

Existen varios factores que pueden contribuir a la aparición de la diabetes mellitus tipo 2, tener antecedentes familiares o malos hábitos alimenticios -el consumo elevado de azúcares favorece el desarrollo de la enfermedad ya que el páncreas se ve forzado a producir más insulina- pueden ser factores de riesgo ante la aparición de la enfermedad. Y las personas con sobrepeso tienen mayor riesgo de padecerla porque la grasa interfiere con la capacidad del cuerpo para utilizar correctamente la insulina..

¿Qué tienen en común la diabetes y el Alzheimer? Aparentemente son problemas muy diferentes: mientras que el segundo es una enfermedad cerebral que afecta a la memoria y la personalidad, la diabetes daña diversos órganos y sistemas por la incapacidad del organismo para controlar el azúcar. Investigando en esta línea algunos estudios recientes señalan que la enfermedad de Alzheimer puede deberse a una falta de insulina en el cerebro. Incluso se ha llegado a denominar el Alzheimer como una “diabetes tipo 3”.

Un grupo de investigadores, en Estados Unidos, han descubierto que altos niveles de azúcar en la sangre están asociados con un mayor riesgo de demencia, incluso en el caso de personas que no tienen diabetes. El estudio realizado probó que elevados niveles medios de azúcar en sangre durante un periodo de cinco años se concretaron en un aumento del riesgo de desarrollar demencia.

Los datos basados en más de 2.000 pacientes, mayores de 65 años, dieron cifras como que en las personas sin diabetes, el riesgo de demencia fue un 18 por ciento mayor con un nivel medio de glucosa en torno a 115 miligramos por decilitro en comparación con aquellos con un nivel medio de glucosa de 100 mg / dl.

En cuanto a personas con una diabetes previa los niveles de azúcar en sangre son generalmente más altos, por lo que el riesgo de demencia fue un 40 por ciento mayor para las que tenían un nivel medio de glucosa de 190 mg / dl en comparación con las que registraban un nivel de glucosa en torno a 160 mg / dl.

En palabras del director del estudio, Paul K. Crane (profesor asociado adjunto de Servicios de Salud en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Washington): “La conclusión más interesante fue que todos los niveles de glucosa gradualmente más elevados se asocian con un mayor riesgo de demencia en las personas que no tienen diabetes.

Por otra parte, se ha observado que los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 sufren, con mayor frecuencia, una pérdida gradual de la memoria que las personas no diabéticas. La prevalencia también aumenta en las personas obesas, hipertensas o con problemas cardiovasculares; sin embargo, el factor que conlleva un mayor riesgo de favorecer la enfermedad de Alzheimer es la diabetes.

En general, se ha visto que todas estas enfermedades pueden tener un origen común, pues un estilo de vida sedentario y una dieta rica en grasas y carbohidratos favorece el desarrollo de uno o más de tales problemas. Los factores hereditarios también tienen una repercusión importante pues podemos heredar el riesgo de padecer sus enfermedades. Desgraciadamente, nuestros genes nos predisponen a padecer tanto diabetes como Alzheimer.

No obstante en nuestra mano está minimizar esos riesgos mediante un estilo de vida saludable, una alimentación sana y equilibrada y la práctica habitual de un ejercicio moderado. Todo ello junto con una vida afectiva equilibrada y una buena actividad mental son el mejor seguro que podemos suscribir para una ancianidad saludable y feliz.

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