Si Escocia es la cuna del golf, Dundonald Links es su almohada. El lecho del golf naciente es toda Escocia, y así se le reconoce con todo merecimiento. Pero cabe resaltar que en la costa Oeste del reino hay una franja donde del golf se abre al mar y se abriga tierra adentro con especial intensidad.
Los campos se apiñan uno junto al otro, unos tras otros a lo largo y ancho de la costa bañada por el amplio fiordo de Clyde. Desde Grenock al Norte hasta Portpatrick que mira cara a cara a Irlanda del Norte el golf es una almohada con puntillas. En el centro de ese mar, la Isla de Arran mira soberbia e imponente esta tierra orgullosa de su golf, de su whisky y de sus recios paisanos.
Es una lista prestigiosa de recorridos de golf: Irvine, Gailes, Western Gailes, Barassie, Royal Troon, Prestwick, Prestwick St. Nicholas, Turnberry Kintyre, Turnberry Ailsa y, por supuesto: Dundonald Links.
En este último se celebra el Aberdeen Asset Management Scottish Open (se lee Scottish Open) con 156 profesionales inscritos, ocho de ellos del top 25 mundial.
Están presentes en esa lista nueve españoles que se juegan distintos retos personales en estos links. Alguno aspira a estar en la lista de otra fiesta que se celebra la semana que viene: The British.
Los links de esta Escocia de ahora son campos cuyo cuidado esta perfectamente gobernado por la Naturaleza y que se construyen adaptando el diseño a lo que hay. Plantas, morfología, sentido de las calles, elevaciones y demás elementos se pliegan a lo que el terreno ofrece.
La arquitectura paisajista no es otra que la que ofrece el terreno y las modificaciones se reducen al mínimo. Si cada día trae su propio afán, aquí en un link escocés cada superficie te da y te quita lo que hay. Sólo un bunker aquí o allá se ha puesto para dificultar el acceso al green o para forzar distintas opciones de juego.
Hombre y Tierra: eso es lo que hay. Golf en estado puro. A muchos les gusta de este modo, como gusta a otros el amargor pujante del aceite de oliva en estado original, comerse una docena de ostras de Bélon crudas o mantener una conversación con mi tía Alicia sobre la educación de antes. “Hay gente pa’tó”, que dijo el matador de toros.
El mejor español en el primer día Dundonald Links fue Rafa Cabrera Bello (-2), que parece que se está dejando barba y eso le confiere, cuando mira la caída del green, un singular rostro entre retador y catedrático de biología molecular.
Con -1 está Alejando Cañizares, que debe llevar la alegría por dentro, pero tan profunda que apenas es una mueca en el rostro que no quiere emitir destellos. Otro día será.
Con una sufrida tarjeta – tres birdies y tres bogeys – Álvaro Quirós (Par), bombardero de San Roque, afronta su desafío de ascender de nuevo a la cumbre de la que nunca debió bajar. También al Par, Jorge Campillo que va abriéndose paso con los grandes torneos.
El resto de españoles, Nacho Elvira (+1), Adrián Otaegui (+1), Eduardo de la Riva (+2), Pablo Larrazábal (+4) y Pep Angles (+5), tendrán que nadar contracorriente y más bien fuerte, como un salmón de Clyde River, para remontar y evitar este viernes el corte que les mande a hacer maletas demasiado pronto.
El que es difícil que tenga que irse es el líder provisional, Mikka Ilonen (-7) que aunque su nombre nos suene a chocolate blanco sin gluten, es un finlandés con mucha fibra.
Este lunes el nórdico parecía alguien que sólo juega en links escoceses: hizo tres birdies seguidos en los tres primeros hoyos; antes de acabar los primeros nueve se hizo otros dos, y remató un tarde sin bogeys con otra pareja de birdies en la segunda parte del recorrido. Y todo en él muy escocés, como no dando importancia a lo que hacía.
Aquello no era ni suave ni cómodo, pero no salió de él ni un gesto; lo que decía: muy Scottish. Ya lo escribió P.G. Woodhouse: “Nunca es difícil distinguir entre un escocés con un agravio y un rayo de sol”.