Lo que nos ha ofrecido el de Castellón hoy es la mejor versión de Sergio García. La versión original y sin subtítulos de sus anteriores triunfos como el del Master de Augusta de hace unos meses. No sólo por los resultados de los cuatro días (9 bogeys por 21 birdies). No sólo por los greens en regulación en el difícil Valderrama de la última jornada: 68,1%, o por la distancia de su drive, más de 300 yardas.
No sólo por muchas otras cosas, sino por la actitud desde el primer momento hasta -y esto es lo decisivo- hasta el último golpe.
Algunas veces, en anteriores competiciones, nos ha parecido ver a un Sergio que bajaba las manos tras los primeros fallos. Una rendición no declarada. Un escaparse de la lucha, pero sin abandonar el campo.
En estos días en Valderrama y muy señaladamente en la ronda final ha estado presente y metido en el partido como nunca. No había dudas. Todo era para él Valderrama. Sergio García es Valderrama. Tan Valderrama como los alcornoques.
Como el alcornoque, él es robusto y ha tejido ya sobre su piel un gruesa capa, un corcho que le aísla de tantas tonterías como escribimos unos y dicen muchos sobre sus capacidades.
Los reveses los aventa como las hojas secas las ramas del árbol. Y los éxitos los hace circular con savia de vida privada para brindarlos a los que le apoyan en la sequía y en la bonanza: Víctor padre, Víctor hermano, los demás amigos y miembros del equipo y, más que a nadie, a ella: “Quiero dedicar la victoria a mi mujer, Angela, y al bebé que nos viene. Se lo merecen, he peleado mucho durante todo el día, durante toda la semana, para dedicársela a ellas y afortunadamente estamos aquí para poder hacerlo ahora”.
Sergio García es Valderrama. Ha tomado el testigo de Seve. Ha aspirado el vivo aire de la humildad en la victoria y lo celebra, claro que sí, como un merecimiento. Sergio es como los alcornoques de Valderrama que celebran el aire del Mediterráneo, don que oxigena sus ramas. Y, como a ellos, a Sergio se le ve aquí en tierra propia: “las laderas y colinas de poca elevación, son el hábitat preferida del alcornoque – leo-. Aprecia los climas cálidos. En las heladas extremas sus hojas sufren”. ¿No es Sergio?
¡Cuánto no habrá sufrido profesionalmente en esos años, tantos, jugando los majors y sin ganar ni uno! Y ahora, en esta temporada de gloria para él llueve el mejor golf, el de Augusta, el de Dubái; llueve copioso más que ninguno el golf de Valderrama, torneo que gana por segunda vez, como lo hicieran Colin Montgomery y Bernhard Langer.
Sergio es Valderrama como el alcornoque que -vuelvo a leer- “prospera en áreas con gran iluminación y corrientes de aire”. Y de eso hay mucho desde la orilla de Gibraltar a la cumbre más alta del Guadiaro.
Pero en lo que más se parecía al alcornoque el juego de Sergio García del domingo es en una cualidad que se llama robustez y que se presenta en muchas manifestaciones del juego del golf y de la vida. Robusto fue cuando no temió el espectacular juego del Daniel Brooks de la víspera, con aquel -7. Un ser robusto sabe estar a lo suyo sin temer al compañero. Era esa fortaleza la del momento de empezar.
Pero había que seguir y, cuando el juego del inglés menguó, vino a crecer el del holandés Joost Luiten. Era el momento rocoso, alcornocal, era la hora de la paciencia del árbol. El tiempo parece ofuscar el lugar. Pero el tiempo es superior al espacio. “La paciencia todo lo alcanza”. Llegó Sergio a tener tres golpes de ventaja en el hoyo 11.
A sus compañeros competidores les costaba desenredarse de las ramas fuertes que eran los golpes directos y certeros del castellonense. Llegó el bogey del hoyo 12, todo un crujido de madera y corcho despidiendo bellotas de una tarjeta limpia hasta entonces. En el hoyo siguiente Joost Luiten hacía birdie. Arreciaba la tensión. Iban muy igualados.
Pero fue en ese momento cuando, robusto como alcornoque frente al viento de Levante volvió a erguirse el juego de Sergio García. Y le entraban los pares, y las bolas cogían calle.
Llegamos al mítico hoyo 17, par 5, defendido por un lago. Si Sergio es Valderrama, ese hoyo tendría que apellidarse García. Luiten no pudo tirar de dos pues su bola se había quedado atrapada metros atrás en el rough. Hizo un golpe para dejarla cerca del hoyo.
Sergio García, tiró de robustez, de coraje y de convicción: con el hierro cuatro lanzo la bola que, inyectada de adrenalina, sobrevoló el lago y se pasó de green. El approach de Joost Luiten se quedó a un metro de bandera para asegurar el birdie. El chip de Sergio no alcanzó una zona de confort para asegurarse el birdie. Temple le llaman en toreo, sangre fría en el quirófano.
El español apenas dio un delicado toque a la bola que parecía no querer llegar al hoyo. Pero llegó y con el birdie aseguró salir a último hoyo con un golpe de ventaja sobre si perseguidor.
Ya estaba en el bolsillo esa soñada victoria otoñal en el Valderrama Masters. Y termino de leer: “Es habitual que el alcornoque florezca en primavera, pero en ocasiones tiene floraciones esporádicas en el verano, y hasta el otoño”.